Procesión del Viernes Santo 2005

procesion viernes santo.jpg


       

La Parroquia  San Agustín celebraba anualmente su tradicional procesión del Viernes Santo.  Esta tradición en Puerta de Tierra fue reiniciada en la década del 50, como una promesa de una mujer que le pidió a Jesús que salvara a su hijo, que había sido atropellado por un automóvil y se debatía entre la vida y la muerte. Fervorosamente, María García oró por la salud de su hijo, y este se salvó. Desde entonces María se dedicó junto a sus hermanas a recordar esta actividad. Ella fue quien consiguió los vestuarios, y quien coordinaba el evento, hasta el 1995, cuando una caída en el mismo altar durante el Jueves Santo, la hizo bajar un poco el ritmo.

La actividad religiosa da comienzo en el interior del templo con la predicación de las Siete Palabras y la Liturgia de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús Cristo. La procesión parte desde la iglesia, por la Avenida Constitución, llevando el Cristo yacente y la imagen de La Dolorosa. Según se informó, esta figura es la que siempre se ha utilizado en estas actividades desde que la iglesia fue fundada, allá para 1889.  Estampas vivientes representaban soldados romanos injuriando y azotando a Jesús, los dos ladrones, acongojadas María, madre de Jesús y María Magdalena, acompañadas por Juan el discípulo; la Verónica con el paño donde quedó grabada la imagen del Señor. Jóvenes portan en almohadillas los clavos y la corona de espinas. Músicos en un vehículo marcan el paso. La marcha baja por la calle San Andrés y luego continúa por la calle San Agustín, hasta la calle Matías Ledesma. Desde allí sube hasta llegar nuevamente a la Avenida Constitución y dirigirse de regreso a la cancha del Colegio San Agustín. Ante un numeroso público presente se lleva a cabo una representación de la crucifixión de Cristo.

La procesión del Viernes Santo en Puerta de Tierra tenía una particularidad muy especial. Desde todos los rincones de la isla y hasta allende los mares, retornaban al barrio muchos de los que allí nacieron o vivieron parte de sus vidas a presenciar el evento. La ocasión era como un retorno, un reencuentro entre quienes en algún momento fueron vecinos o amistades. Apretones de manos, saludos y abrazos por doquier. Era el momento de perdonar viejos agravios y rememorar los buenos tiempos.  Aún algunos de nosotros evocamos aquel silencio sepulcrar que permeaba el ambiente. Solo se escuchaba el sonido grave del gran tambor de Cheo marcando lenta y cadenciosamente el paso. Lo acompañaba Malavé, ejecutando la batería de la cual emanaban redobles y repiques penetrantes y a la vez ominosos.  Sí. Era la ocasión para la reflexión y la nostalgia.
 


Procesión Viernes Santo, por la Calle San Agustín, 1932

Al remontarnos a la historia de esta tradición religiosa en la Isla, es notable la transformación que ha sufrido con el pasar de los años. En un artículo titulado "La Semana Santa en Puerto Rico" escrito por Haydée E. Reichard de Cancio, esto queda evidenciado tras enumerar los ritos, supersticiones y costumbres de la gente de antaño para cada día de esta Semana, que comienza con el Domingo de Ramos. 

El artículo presenta la fecha de 1521, como el año donde se celebró la primera Semana Mayor, al estilo sevillano y según los rituales de la tradición española. Según Reichard de Cancio, durante el Lunes Santo se efectuaba la procesión con la figura tallada de Jesús atado a un columna. La misma salía del Convento de los padres dominicos, a quienes algunos historiadores le atribuyen, la fundación de la primera universidad en América establecida en lo que hoy es sede del Instituto de Cultura Puertorriqueña. 

El Miércoles Santo, de acuerdo a escritos de don Alejandro Tapia y Rivera, se celebraba la primera procesión de tabla de la semana a la usansa española, en donde estaban presente las autoridades, los militares y las cofradías (congregación de devotos).

Un significativo contraste es notable al observar la celebración actual y la de aquella época durante el Jueves y el Viernes Santo. Según Reichard de Cancio, éstos eran días de recogimiento total en la Capital. Ésta comenta además que mientras el régimen español estuvo presente en la Isla, la Semana Santa era observada por el pueblo y el gobierno. En ambos días se practicaban imponentes ceremonias donde era palpable un ambiente de solemnidad, fervor y devoción religiosa. En la actualidad, los rituales religiosos son más sencillos y no cuentan con la participación oficial del gobierno. Además, las personas aprovechan esta festividad para descansar, para pasar tiempo con su familia o vacacionar.

Por otra parte, algunas prácticas de la ruralía que se destacan en este artículo son: la vestimenta conservadora y recatada de colores sobrios como el blanco, negro, lila o gris. Las personas se cohibían de comer carne durante toda la semana, moderaban sus actividades recreativas y tenían algunas supersticiones que decían que durante el Jueves y el Viernes Santo no se podía cortar ningún palo con machete u otro instrumento cortante, pues de seguro ocurriría algo grave y el palo podía derramar sangre. Por otro lado, no se podía bailar porque se secaban las piernas, y tampoco martillar, porque se martillaba al Jesús.

En relación a las prácticas de penitencia, Oliveras especificó que en los orígenes de esta celebración los cristianos se privaban de comer carne, porque en aquel tiempo ese alimento era un lujo: "antes la mayoría de las familias comían carne una vez en semana, no había para más. El contexto propio y profundo de esa penitencia y del ayuno, era que lo que la persona no se comía se lo diera al prójimo, al pobre". Añadió que estas prácticas van dirigidas a templar la persona e impartirle fuerza para que pueda resistir al venir la tentación. "Esa es la idea de las penitencias cuaresmales", concluyó.

El Viernes Santo era un día de abstinencia y ayuno. Ese día muchos devotos le hacían 33 nudos a una rama bendita para sobre ellos rezar la misma cantidad de Credos. Antes que se llevara a cabo el Concilio Vaticano II, se tenía por costumbre celebrar una misa a media mañana durante el Sábado de Gloria. Según el artículo citado, tan pronto se cantaba el Gloria y se descubrían las imágenes, el pueblo se envolvía en una fiesta que terminaba en baile. Finalmente, en el Domingo de Pascua, no habían conejitos, ni huevitos de colores que buscar. Ese día, la gente recordaba la resurrección en la Misa de Pascua o de Encuentro que se llevaba a cabo a las cinco de la mañana. Durante este día había una tradición particular que consistía en quemar un muñeco de paja y tela representativo de Judas, el Traidor en las esquinas de las calles. También se solía amarrar al muñeco sobre el lomo de un caballo, mientras un grupo de muchachos corrían tras él dándole fuete con unas varas largas.