A mediados del siglo diecinueve, con la construcción entre 1824 y 1830 del Teatro Municipal, el extremo sur de la Puerta de Santiago comenzó a servir de área para uso y disfrute. Por otro lado, el perímetro circundante al teatro, la Plaza de Santiago, era lugar de fiestas de diferentes sectores de la sociedad capitalina.
Una vez derribada la muralla en 1897, el ámbito institucional de los espacios para la diversión y lo festivo estuvo representado primero en la fantasmagoría de la carpa, Cine Pathé,- estructura móvil e inestable que señala hacia el nuevo medio que alberga. (1)
Tomando como referencia el cinematógrafo de los hermanos Lumière, Charles Pathé fabricó una cámara tomavistas con la que inició sus producciones en 1896. Pathé Frères sería la primera compañía en integrar las tres grandes ramas en las que se divide la industria del cine: producción, distribución y exhibición.
Las proyecciones, no tenian teatro fijo, se movian de pueblo en pueblo por medio de carpas. Entre los pioneros de este proceso se encuentran Conrado Asenjo, Rafael Colorado, José Toste, Germán Díaz, José de la Torre y Rafael
Ferray, Fundador Vargas, Maymón y Rahola. A estos cines ambulantes se le llamaban cine carpas.
Las primeras carpas se establecieron en la parada 1, en Puerta de
Tierra, en un solar baldió donde más tarde comenzarían a jugarse los
primeros juegos de béisbol y construirse la Biblioteca
Carnegie.
Rafael Colorado D'Assoy
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Rafael Colorado llegó a Puerto Rico a los 18 años y combatió junto a sus compatriotas durante la invasión norteamericana. Su primera misión en Puerto Rico consistió en fotografiar las costas de la Isla que pudieran utilizarse para un desembarco de tropas enemigas. Luego del fin de la guerra permaneció en la isla, y se dedicó al negocio de la fotografía.
En 1901, Puerto Rico recibe la visita del Sr. Edouard Hervet, un francés empleado de la Sociéte Lumiére quien presenta el Cinematográfo en el Teatro Municipal (Hoy día Teatro Tapia). La fecha de estreno en San Juan fue en efecto, el 6 de julio de 1901. Ese año Colorado presencia una de las exhibiciones del cinematógrafo de Hervet y quedó impresionado.
Don Rafael Colorado adquirió un proyector Pathé y lo operó durante varios meses en donde hoy ubica el antiguo edificio del Casino de Puerto Rico a la entrada del Viejo San Juan, en un cine bajo carpa. A esta carpa se le conoció como Carpa Colorado y para 1909 se llamó Cine Puerto Rico. El Sr. Conrado Asenjo decidió comprarlo luego y junto a un grupo de personas construyen una carpa que pasara luego a ser llamada cine Pathé, para dedicarse al negocio de la exhibición de cine. El Cine Pathé adquirió su nombre debido a la marca del proyector que se usaba, de fabricación francesa y que llegó a la isla en 1908. Según Asenjo, “La permanencia de un cine en determinado sitio era cosa que no podía prolongarse por mucho tiempo…”. El público no estaba acostumbrado a ir con frecuencia al cine y tampoco habia tanta variedad para exhibir. Ahora, al parecer la asistencia a estos cine carpas era masiva ya que los espectaculos se complementaba con orquestas, fuegos artificiales, y otro tipo de actividades artícticas lo que se mantuvo hasta basicamente hasta la llegada del cine sonoro.(2)
Cine carpa donde hoy está ubicado el Centro de Recepciones
Oficiales del Gobierno
(antiguo Casino de Puerto Rico)
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En marzo 19 de 1910 los señores Manuel Portell y Miguel García establecieron una carpa en Puerta de Tierra, en el lugar dónde hoy esta la biblioteca Carnegie, a la que dieron el nombre de Cine Tres Banderas, debido a que sobre ella ondeaban permanentemente la cubana, la española y la puertorriqueña, Luego trasladaron el cinema para un almacen de La Marina, en el Viejo San Juan, con el mismo nombre. Debido a la falta de edificios apropiados para acomodar esta tecnología, y a que la permanencia en un mismo lugar no podía prolongarse por diversas razones, como la falta de variedad de películas, ni de gran merito como para poder sostener una temporada larga en un sitio fijo, la creación de las carpas era necesaria. El cine comienza a ser asociado con el circo, esto debido a que circos franceses y europeos que se presentaban en la isla exhibían películas como parte de sus espectáculos. Es por esto que al Tres Banderas se le conocía también como el Circo Tres Banderas.
Rafael Colorado ve en el cine un negocio. Por lo que adquirió no solo equipo para vender si no que se vuelve distribuidor de películas. Los cinematógrafos tenían un costo aproximado de $500 dólares. Los cortos los distribuía a los diferentes exhibidores siendo su principal cliente el Tres Banderas. La demanda de películas para este cine y otros fue tan grande que Colorado decidió producirlas él mismo.
Ese cine de principios de siglo era de breve duración y respondía al patrón de las exhibiciones entonces imperantes en los Estados Unidos y en el resto del mundo. Cada programa fílmico estaba integrado por un reducido número de películas cortas (la duración de un filme en aquella época no excedía de un rollo o aproximadamente unos diez minutos) y los argumentos que contaban -a base de la sucesión de las supuestas imágenes en movimiento- muy sencillos y elementales. Se insertaban en los géneros tradicionales, abundando sobre todo las comedias y los ofrecimientos melodramáticos que correspondían a los gustos de los asistentes al cine, generalmente pertenecientes a las clases más populares, ya que las élites consideraban el nuevo medio de entretenimiento demasiado vulgar y se reservaban, siguiendo viejas tradiciones y costumbres, para los ofrecimientos "en grande", entiéndase los teatrales y los musicales de envergadura. Como las películas eran mudas, unos rótulos en medio de las escenas iban explicando la acción o los diálogos. Y, a veces, un pianista daba el toque musical al espectáculo.(3)
Pero para la gran mayoría de los puertorriqueños, el cine era aún una novedad, una especie de circo tecnológico itinerante, sin todavía fijar su residencia cultural. A los ojos de ciertos sectores educados constituía una degeneración del teatro que no se diferenciaba mucho de un acto de feria; para círculos religiosos tradicionalistas, el cine atentaba contra la moral pública y privada. Comenzando con la obscuridad de la sala, se inducía en los espectadores una complicidad de los sentidos, se alentaba un performance de la fantasía que transgredía las verjas cuidadosamente podadas del decoro. Era, además, un espectáculo masivo que contenía siempre el espectro del desorden. En el interior del cine, se esfumaba el orden social. Por una o dos horas, recuerda una lavandera de aquellos tiempos, la vida de todos se nivelaba.
Quizás ese ademán democrático inherente al cine estimuló la paranoia de algunas autoridades. Desde 1913 se presentaron proyectos gubernamentales para establecer una Junta de Censura que reglamentara la exhibición de películas y evitara que se envenenara el sentimiento moral del pueblo. En las páginas del semanario Juan Bobo que dirigía Lloréns Torres se ridiculizaron esos intentos. El cine, aseguraba el columnista, pecaba por lo contrario, por un excesivo moralismo. Las películas estaban «empachadas de moral», de una moral pedestre, de rebaño. Lo que hacía falta en los cines era menos moral y más espíritu moderno. En los albores del cine en Puerto Rico, el debate apuntaba hacia la potencia cultural del nuevo medio, hacia su capacidad de trasmitir valores o de subvertirlos; de contribuir a la domesticación o a la revolución.(4)
Referencias
1-Eliseo R. Colón Zayas, Nunca Es Tarde Para Quedarme Aquí: San Juan y Los Deleites De Una Arquitectura Para El Ocio Y La Diversión en, San Juan siempre nuevo: arquitectura y modernización en el siglo XX, Publisher: Archivo de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico.
2-Joaquín "Kino" García, Historia del Cine Puertorriqueño 1900-1999, mayo 1984.
3-Luis Trelles Plazaola, Ante el lente extranjero: Puerto Rico visto por cineastas de afuera, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, enero 1, 2000.
4-Sylvia Ávarez Curbelo, Vidas Prestadas: el cine y la puertorriqueñidad, Revista de Ciencias Sociales Centro de Investigaciones Sociales UPR Nueva epoca no.2 enero 1997.
José Artemio Torres, "Apaga Musiú: los primeros pasos del cine puertorriqueño", en Idilio Tropical, la aventura del cine puertorriqueño. Banco Popular, octubre 1994
Juan Ortiz Jiménez, 40 años de Cinematografía Puertorriqueña, Puerto Rico Ilustrado, 16 de enero de 1954.
Sylvia Ávarez Curbelo, Pasión de Cine en, Idilio Tropical: La Aventura Del Cine Puertorriqueño. Editor Banco Popular de Puerto Rico, 1994.
Maria Jesus Ripa, Las compañías cinematográficas más antiguas del mundo - Gaumont Film Company - Pathé Frères, 5 de abril de 2016.
Conrado Asenjo, "Cine Pathé: Recuerdo de hace treinticinco años," Almanaque Puertorriqueño Asenjo 1944.
Eduardo Rosado, Historia Del Cine en Puerto Rico,cinemovida.net.
Nos llegó el cine a Puerto Rico: Crónicas de las primeras exhibiciones cinematográficas en Puerto Rico de Rose Marie Bernier.
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