Biografías


Rafael Humberto Marchand
Rodríguez
Autobiografía

 

Nací el 10 de noviembre de 1946. Soy el menor de cuatro hermanos varones: Jenaro (Tuto), Néstor, William (Willie) y yo, Rafael Humberto (Húmber). Mis padres a la fecha de mi nacimiento vivían en un caserío, El Falansterio. De hecho fue el primero en la capital de Puerto Rico, en mi barrio, Puerta de Tierra. Mi madre, Isolina Rodríguez Cartagena, natural de Cayey, era hija de un comerciante cayeyano y de una mujer sencilla y dulce de Guayama. Mi padre, Jenaro Marchand Paz, natural de Juncos, era hijo de un ministro Bautista en un templo cercano a la residencia de m madre. Mis padres fueron de los primeros residentes en el Falansterio.

Mi madre era misionera Bautista y una gran pianista. Siempre tenía un ambiente de buena música, libros y espiritualidad. También fue empleada administrativa del Departamento de Transportación y organizadora de una unión laboral para, por medio de la negociación colectiva, mejorar las condiciones de empleo.

Era los años 50 nuestro apartamento era un lugar de reunión de la familia extendida porque el laundry de mi tío abuelo, donde trabajaba mi padre, estaba cerca y, por tanto, mi casa era lugar de reunión, en particular a la hora del almuerzo.  Mi padre, quien era algo bohemio, alegre y humano, acostumbraba a traer a mi casa personas que carecían de comida y los alimentaba en gesto de solidaridad. Ya adolescente, poco antes del comienzo de la década de los 60, mis padres se trasladaron a una residencia mucho más amplia. Fue un momento duro, sentí una pérdida y por primera vez sentí la amargura de la melancolía. No obstante, teniendo la fuerte raíz de mi origen, nunca corté los lazos que me unían al Falansterio.

Estudié en un colegio Masón, y en 1964 ingresé a la Universidad de Puerto Rico. Terminados mis primeros cuatro años y graduado de Bachillerato en Estudios Generales, comencé a trabajar como maestro en el sistema de escuelas públicas y a la misma vez comencé estudios post graduados en Pedagogía. Contraje matrimonio con Blanca Paonesa, mi novia de escuela superior, y con quien también compartimos estudios universitarios. Somos padres de tres hijos y una hija.

En los procesos políticos de mi país participé y llegué a ser candidato a la Cámara de Representantes en un partido disidente. Decepcionado, en el 1972 decidí estudiar Derecho y dejar pendiente mi maestría, dirigido a obtener un título de Orientador. Esta decisión respondía a mi conciencia de profundizar en estudios que me ofrecieran una autonomía personal y mantener la integridad de mis ideas. Estudiar Derecho lo hice en la época de la gran disidencia contra la guerra de Vietnam y fueron años intensos de todas las emociones. Logré mi título y mantuve y he mantenido mi autonomía e integridad.

En el 1975, después del angustioso proceso de los exámenes y reválida, juramenté como abogado. Comencé a laborar como abogado de obreros migrantes dentro de un programa de asistencia a ciudadanos con impedimentos en el acceso a la justicia. Fueron dos primeros años de enormes satisfacciones. Dos años más en este programa en otro escenario, en el área metropolitana, también me permitieron mi desarrollo, no necesariamente de una forma ascendente pero si en circunvalación. El compromiso por los pobres me salía desde la fidelidad al origen. Me sentía cómodo en el Programa de Servicios Legales.
 

Sin embargo ya la tropa familiar había crecido y requería más presupuesto. Retroalimentado por compañeros de que estaba listo, me lancé a la aventura de abrir una oficina legal privada. Con azares e incertidumbres, me sumergí en el mundo de la litigación, de la cual tenía una buena base en el Programa de Servicios Legales.

No me separé de ese origen y mis clientes continuaron siendo los consumidores, los disidentes, los empleados. Cuando representé a algún patrono siempre lo hice bajo la condición del cumplimiento estricto de la ley y la justicia. Por 20 años estuve en un dínamo de litigios, principalmente ofreciendo acceso a los necesitados de justicia. Tuve un breve receso como abogado del Instituto de Cultura y del Departamento del Trabajo. Ambos escenarios, congruentes con mi visión de defender la identidad de la Nación puertorriqueña y la solidaridad con los trabajadores. Después de ese periodo volví a mi refugio autónomo de mi despacho y continúe laborando, siempre con la fidelidad a mi conciencia. En mis labores cívicas trabajaba en la sociedad civil promoviendo el derecho a la autodeterminación del pueblo de Puerto Rico y el cumplimiento del derecho internacional respecto a nuestra relación con Estados Unidos y el mundo. En lo humano fui un activista por los derechos de los niños y la prevención del maltrato de menores.
 


Rafael Humberto Marchand en la cabina de transmisión de Radio Isla AM.

Participé por 15 años junto al primer comediante de Puerto Rico, José Miguel Agrelot, en una sección radial de noticias y comentarios donde asumía posiciones sobre situaciones políticas y sociales, siempre desde una perspectiva responsable y basada en el respeto. En lo académico, retomé estudios para obtener una Maestría en Orientación. En mi experiencia como abogado, desde mi observación del conflicto, he llegado a la conclusión de que detrás de cada pleito había una probabilidad de trascenderlo desde la perspectiva de una conciencia humana desarrollada. Me pregunto qué puedo hacer por mejorar la situación actual de mi persona y del prójimo.