Hijo de inmigrantes
mallorquines, Lorenzo Homar nació en Puerta de Tierra el 10 de
septiembre 1913.
Criado en un hogar donde el padre, Lorenzo Homar Zampol, era
promotor de actividades culturales y artísticas y su madre
Margarita Gelabert Bruguera , una amante del piano, el joven Lorenzo
descubrió desde temprana edad su fervor por el arte y también
por el deporte: la natación y la acrobacia. Se destacó además
como entrenador de clavado y gimnasia, escenógrafo, caricaturista y vestuarista.
En 1928 se gradúa de escuela elemental, año en el que también
su familia se traslada a la ciudad de Nueva York. Allí entra a la
Escuela Dewit Clinton, la cual tiene que abandonar por razones
económicas para emplearse en un almacén de tejidos.
Más tarde, en 1931 entra a la Liga de Estudiantes de Arte de
Nueva York, donde estudia bajo la tutela de George Bridgeman.
Durante esa década se destacó como campeón en salto de la organización nacional de servicio comunitario sin fines de lucro YMCA (Asociación de Jóvenes Cristianos), donde también formó parte del grupo de Columbia Trio, que presentaba funciones de equilibrio y balance.
En 1937 se coloca como aprendiz de diseñador en la Casa
Cartier, al tiempo que ingresa al Pratt Institute.
En la Segunda Guerra Mundial Homar se enlistó voluntariamente y sirvió en el Pacífico, en Nueva Guinea y fue galardonado con un corazón púrpura por las heridas recibidas en combate en las Filipinas (en 1943 fue herido de bala en la cabeza). Sus habilidades de dibujante fueron puestas a buen uso en la cartografía de la Unidad de Inteligencia del Ejército y sus bocetos militares fueron publicadas en varias revistas en los Estados Unidos.
En
1946 se reintegra a la Casa Cartier y asiste a la Escuela de Arte
de Brooklyn y toma clases con los maestros Rufino Tamayo y Gabor
Peterdio.
De regreso a la Isla en 1950, funda junto a los artistas Rafael
Tufiño, José Antonio Torres Martinó, y Félix Rodríguez
Báez el Centro de Arte Puertorriqueño. Dos años más tarde, se
convierte en director del Taller de Gráfica de la División de
Educación a la Comunidad, desde donde saldrá gran parte de su
obra “cartelística”.
Tras diseñar el logotipo del Instituto de Cultura Puertorriqueña,
crea en 1957 el Taller de Artes Gráfica, al cual permanece
vinculado por espacio de 15 años para en 1975 establecer su
propio taller de pintura.
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Lorenzo Homar diseñó el símbolo de los VIII Juegos
(1979) Panamericanos. El mismo se basa en el collar
taíno. Es uno de los objetos arqueológicos más
valiosos encontrados en Puerto Rico y dicen que era
utilizado por los indios taínos tanto para ceremonias
religiosas como para eventos deportivos, en los que
servía de protección y también para rebatir la pelota
en el juego bato. |
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Entre los múltiples reconocimientos recibidos por Homar, el Museo
de Arte de Ponce realiza en 1978 una retrospectiva de su obra plástica;
el Museo Metropolitano compra algunas de sus obras y la
Universidad de Puerto Rico le otorga un doctorado “Honoris
Causa”.
Es don Lorenzo uno de los artistas que, unido a Carlos Raquel
Rivera, Antonio (Tony) Maldonado, y Fran Cervoni, le dan una cara
artística al periódico CLARIDAD. Luego se unirían Nelson Sambolín,
Rafael Rivera Rosa, Yolanda Pastrana, Quique Estrada, Antonio (Toño)
Martorell, Juan Ibáñez Blondet, Iván Figueroa (actual director de
arte) y tantos otros(as).
Para CLARIDAD Homar realizó desde portadas hasta ilustraciones
para los arículos. Su amplia cultura se refleja en todos y cada de
sus trabajos.
Recientemente, el Museo de Historia, Antropología y Arte de la
Universidad de Puerto Rico presentó la exposición “Abra
palabra... la letra mágica: Carteles de Lorenzo Homar
1951-1999”, en reconocimiento a la labor de este “maestro de
maestro” de las artes gráficas puertorriqueñas.
Esta exposición fue el resultado de una extensa y ardua labor de
investigación de la obra “cartelística” de este maestro de
las artes y las letras, quien además de grabador fuera diseñador
de escenografía, calígrafo, tipógrafo, clavadista y amante del
jazz.
La exposición estuvo acompañada de un amplio catálogo que
incluye la representación a color de alrededor de 260 carteles y
una cronología anotada de su vida y obra –con experiencias, anécdotas
y comentarios-, así como un estudio de sus más significativos
trabajos.
El catálogo contiene, además, una vasta colección de fotos inéditas
del artista, convirtiéndolo en una fuente única para el estudio
de la historia del arte puertorriqueño. Este trabajo se
complementa al mismo tiempo con una bibliografía, reflejo de la
labor de investigación dirigida por la curadora del Museo, Flavia
Marichal Lugo, quien afirmó que la exhibición estuvo dirigida a
“la nueva generación de jóvenes que desconocen todo lo que el
hombre puede crear sin tecnología ni computadoras, sólo con una
mano diestra y trabajo disciplinado”.
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Fue el "maestro de
maestros" para todos los que apreciaron su obra y quienes
tuvieron la oportunidad de conocerlo y de ser sus discípulos no
pueden encontrar mejor descripción para don Lorenzo Homar.
Las aportaciones de Homar a la historia artística del país le
fueron reconocidas en vida y continuarán siendo piezas
importantes en ese gran rompecabezas de imágenes de la cultura
puertorriqueña.
Sin embargo, este artista fue un gran maestro y así lo recuerdan
muchos de los que tuvieron la oportunidad de conocerlo.
Precisamente la profesora Deledda Cros comentó que esa faceta de
Homar fue muy importante para la nueva generación de artistas.
"Hay que destacar siempre su labor como maestro. El dejó una
generación de artistas como Myrna Baez, Antonio Martorell, y
otros más que hoy día son la nueva generación que a su vez
heredaron todas las técnicas del buen maestro de Homar, las
hicieron suyas y a su vez se formaron como nuevos maestros",
dijo la Profesora de arte.
Conversamos con Antonio Martorell quien es ejemplo vivo de la
faceta pedagógica de don Lorenzo Homar y este señaló que su
maestro fue un artista en todo el sentido de la palabra.
"Influyó de un modo tan determinante en el modo de ser
artista, no sólo de hacer arte, sino de ser artista. El artista
con curiosidad insaciable, con múltiples intereses y también los
oficios que corresponden a esos intereses porque no se trataba sólo
de ser receptor que también lo era: un gran lector, conocedor de
música, literatura, interesado de modo vital en la política y
actuando en ella, haciendo caricaturas políticas, siendo parte
esencial de un gremio aguerrido, haciendo teatro, diseño de
escenografía, vestuario, su origen en el vodevil, su pasión por
los deporte", sostuvo Martorell.
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En el sello
diseñado por Homar para el ICP están representados los tres
grandes símbolos forjadores del puertorriqueño: el indio con
plantas alimenticias, el español con la gramática española
en sus manos y el negro con un instrumento musical y el
machete. |
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Añadió que las actuales y futuras generaciones de artistas deben
emular su sentido amplio de trabajo. "Él es muy difícil de
emular. Pero, yo diría (que se debe emular) su capacidad infinita
al trabajo, su vocación combinada con una disciplina y un talento
excepcional. Otros quizás no tengamos su talento, ni su vocación
tan abarcadora pero ciertamente podemos aprender de él el respeto
al oficio, la dedicación a ser siempre lo mejor posible".
Recientemente la Universidad de Puerto Rico le rindió un merecido
homenaje a Homar a través de "Abra palabra... la letra mágica:
Carteles de Lorenzo Homar", una exposición de la extensa
obra cartelística del artista.
La curadora del Museo de Historia, Antropología y Arte, Flavia
Marichal Lugo, recordó cuando el artista visitó la exposición.
"La verdad es que para nosotros fue algo bien importante
porque fue un homenaje en vida que se le hizo a su obra. Ese día
cuando llegó él se emocionó tanto que de verdad todos lloramos.
En la entrada de la exhibición hicimos una foto enorme y fue bien
impresionante para él verse en esa foto".
Marichal Lugo señaló que las destrezas de Homar como calígrafo
le añadían características muy peculiares a los carteles.
"Lo interesante de los carteles de Homar, es que el casi
jugaba con las letras y las ordenaba para crear imágenes llenas
de movimiento, ritmo y proporción. O sea que él también era un
tremendo calígrafo y un tipógrafo. En los carteles de él se
destaca la integración de texto e imagen y el colorido, por
supuesto".
Lorenzo Homar murió el 16 de febrero del 2004 en la ciudad de San
Juan, Puerto Rico. Arropado por el sueño de la madrugada y sin
muchos recuerdos en la memoria. Así dejó el mundo el
maestro Lorenzo Homar, quien falleció al filo de las 5 de la mañana
en el hogar Nuestra Señora de la Providencia, en Puerta de
Tierra, barrio en el que nació hace noventa años. Sus restos
fueron incinerados y las cenizas dispersadas en el mar
frente al Parque del Nuevo Milenio, en Puerta de Tierra, Puerto
Rico. Su esposa Dorothy y dos hijas le sobreviven.
Lorenzo Homar y Rafael Tufiño trabajando en el cartel para "La Carreta", DIVEDCO, 1954
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