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Viernes 7 de junio de 1907   P.2

Nota del día

Cuando ocurre, en San Juan, un siniestro como el de anoche, es cuando se pone de relieve la deficiencia del cuerpo de bomberos.

Por muchas que sean las simpatías que nos inspiren esos entusiastas jóvenes que sin remuneración alguna, sin instrucción profesional bastante y sin recompensa que esperar de ningún organismo administrativo en casos de accidentes; por mucha que sea nuestra admiración por el noble desinterés y la sublime audacia de esos jóvenes que forman el llamado instituto de bomberos, no podemos por menos de reconocer que resulta deficiente, muy deficiente el servicio que prestan.
Al lugar del siniestro han llegado anoche, los bomberos, con su deficiente material, con un retraso lamentable.

Hacía más de una hora que estaba ardiendo el vasto almacén, y las llamas después de devorar las galerías empersianadas de la casa subían amenazadoras contra las casas vecinas, cuando llegaron los bomberos, é inauguraron sus maniobras y sus trabajos, afortunadamente á tiempo de evitar, como ya lo venía intentando un animoso grupo de particulares que el fuego se propagase á las casas vecinas, á los contiguos almacenes.

La tardanza con que llegaron los bomberos, si hubiese estimulado la brisa el desarrollo del incendio, hubiera dado amplia margen á que el siniestro revistiera proporciones abrumadoras.

No envuelve esta indicación una censura contra ios bomberos. No, ellos hacen lo que pueden, lo que esta en sus recursos y en sus medios harto reducidos.
Donde no se paga no se puede exigir; y ya va siendo llegada la hora de que vivamos de realidades, que de ilusiones engañadoras como las que nos forjamos al creer y al aceptar que tenemos un cuerpo de bomberos, cuando lo que tenemos en realidad es un grupo de jóvenes animoso, que acude á los lugares incendiados con la mejor de las intenciones y los propósitos más nobles, pero no con la rapidez que debe ponerse en en estos casos, rapidez de la cual depende siempre que las proporciones del siniestro sean más ó menos cuantiosas, en mayor ó menor grado lamentables.

No hay, en San Juan, una verdadera organización de bomberos, y no la hay porque no se paga.

El servicio de incendios requiere un personal competente, dedicado al oficio por completo, pagado con equidad y sometido á una rigurosa disciplina. El servicio de incendios debe estar dotado de material moderno, renovado siempre que haya algún invento, alguna especialidad acreditada que tenga aplicación al objeto.
Esto no se puede tener sin que el municipio se decida á cumplir con este deber de los ayuntamientos en todas las grandes ciudades del mundo.

Cuando á los bomberos se les asigne un sueldo que les permita asistir á ejercicios y maniobras diarios y perennes, en los cuales se adiestren en el oficio heróico que en la actualidad desempeñan por intuición, cuando los bomberos tengan algo que ganar y algo que perder, eso depende de la manera como se porten y del modo cómo trabajen, cuando dispongan del material necesario y tengan la organización que ese cuerpo de utilidad y de seguridad pública necesita, entonces podrá tranquilizarse la población de San Juan, y podrán sentirse garantídos los vecinos.

El instituto de bomberos tiene algo más en que ocuparse que en asistir á  formaciones y á desfiles en honor de gobernantes y de políticos turistas.

Pero en tanto que nuestro municipio no se decida á tomar en serio tan importante asunto y á tratarlo con el interés y la gravedad que reviste, en tanto que no se destine á la organización formal un presupuesto decoroso, no podremos en casos como el de anoche más que admirar la noble abnegación, el desprecio estéril de la vida, decisiones, entusiasmos, y el heroísmo inútil de unos cuantos jóvenes indisciplinados y generosos.