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Jueves 1 de abril de 1909 p.2

Nota sobre el refugio de niños


Nuestro compañero don Manuel Fernández Juncos nos ha enviado el informe aprobado por la la sociedad del refugio de niños desamparados de la que es el presidente el ilustre escritor.

El nombre de esta institución dice claramente lo que puede llegar á ser y lo que puede esperar de ella la sociedad de San Juan, ó mejor dicho, la sociedad de toda de la isla.

Para hacer algo práctico en beneficio de la infancia desvalida, el señor Fernández Juncos propone un plan que merecerá las simpatías generales y que ha de obtener la debida cooperación de toda persona altruista.

Trátase de la fundación del primer refugio de niños desamparados, un grupo de cincuenta niños que podría ser instalado en el edificio que dejará vacante el Hospital Municipal de Puerta de Tierra, en cuanto esté terminado el nuevo de Santurce.

El señor Fernández Juncos apunta ia probabilidad de que el municipio de San Juan cediera generosamente el edificio en cuestión, una vez desalojado por los enfermos, y esto es ya una base firme para la instalación, si se tiene en cuenta que la sociedad tiene en fondo dos mil ciento treinta y seis dollars, diez centavos y tiene ingresos mensuales que el señor Fernández Juncos se propone hacer ascender, con el producto de las conferencias que organizará en breve, a ciento cincuenta dollars.

La mantenencia del primer grupo de niños, costaría, según cálculos que apunta el eminente compañero en el informe que tenernos a la vista, trescientos dolllars mensuales.

Faltan pues, ciento cincuenta dollars para cubrir mensualmente el presupuesto del refugio de la infancia.

¿Cómo obtener esa suma?

Tenemos una idea que sometemos á la consideración del señor Fernández Juncos y de sus compañeros de directiva.

Esperar que las cuotas personales de subscripción diesen en San Juan los ciento cincuenta dollars que faltan, es un poco aventurado.

Nuestro comercio, sobre el que generalmente caen las constantes peticiones de este género no puede buenamente soportar el nuevo desembolso.
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Los que sí podrían, y es más: están en el deber de cooperar al establecimiento del Refugio de niños, son Ios Ayuntamientos de la isla.

Porque, como sucede con las escuelas de Caridad, y como en el hospital municipal ocurre, los niños desvalidos de la isla buscarían amparo en el "Refugio", y de éste no se les podría rechazar.

Constantemente, diariamente, vienen á San Juan los niños campesinos en busca de trabajo. Muchas veces los vemos vagar por las calles, de puerta en puerta, en solicitud de un acomodo, de un alquiler, como ellos dicen.

Y como la afluencia es cada vez mayor hacía la capital, el número de colocaciones escasea, cada día son menos Ion que encuentran lo que vinieran á buscar.

Y por las noches, en las inmediaciones de los hoteles, en las calles que deben parecerles deslumbradoras é inmensas, se nos acercan unos pobres niños descalzos, con esa trágica palidez y esa decisión vacilante, que dan las muchas horas sin haber comido.

No nos piden nada, pero nos hablan de fabulosas horas de abstinencia obligada, de grandes distancias recorridas á pie, de las inútiles gestiones para encontrar trabajo.

Y el socorro insuficiente que podemos darles, no les libra de caer á la otra ó aquella misma noche en la leva de los vagabundos que llevan á dormir los guardias al depósito municipal.

De la isla procede la mayor parte de los niños vagabundos que necesitan del Refugio para la infancia. La isla, pues, debe contribuir, en parte, en una mínima parte siquiera, á sostener el humanitario establecimiento.

Esos ciento cincuenta dollars, se podrían cubrir entre los municipios con una cantidad insignificante, con menos de dos pesos cincuenta centavos mensuales que pagase cada Ayuntamiento á la nobilísima asociación que plantea tan generoso y humanitario proyecto.

Así, la obra buena sería de todos, y para todos sería la satisfacción, el orgullo de esa bella redención de las criaturas desvalidas, arrancadas al vico, al delito, al crimen tal vez.