Don Emilio S. Belaval, presidente del Ateneo de Puerto Rico, se dirige al país en la siguiente forma:
La Junta de Gobierno del Ateneo Puertorriqueño ha decidido celebrar este año durante la semana del 2 al 8 de mayo de 1937, la Semana del Ateneo, con el objeto de allegar fondos por medio de una serie de actividades, para pagar la deuda del Ateneo con el extinto Banco Comercial, hoy en liquidación, y ayudar otras urgentes necesidades de nuestra vida interna. Para dichos fines necesitamos imprescindiblemente la cantidad de ocho mil dólares antes del día primero de julio de 1937.
Hasta hoy el Banco Comercial de Puerto Rico ha tenido para esta vieja y querida institución todas las deferencias que pueden tenerse en el campo de los negocios, en detrimento de sus propios intereses, para que el Ateneo pudiera salir paulatinamente de su deuda y el mobiliario, las dependencias y la biblioteca de nuestra institución se han sostenido solamente por un milagro de intenso cuido de las anteriores Juntas de Gobierno. Desgraciadamente no podemos cerrar este año sin haber saldado dicha deuda y hecho en nuestro mobiliario y en nuestra biblioteca aquellas reformas y mejoras que necesita para su subsistencia una institución como la nuestra.
No ha sido la política del Ateneo auspiciar colectas públicas, ya que gracias al fervoroso espíritu de un grupo de portorriqueños que habían hecho cuestión de honor, solventar la vida de la institución, el Ateneo ha podido desenvolverse satisfactoriamente durante su larga y gloriosa vida. La labor académica salvo en casos de rarísimas excepciones, y siempre más como una galantería de la institución que como una imposición de los colaboradores, ha sido gratuita.
Por nuestra tribuna han desfilado los más característicosvalores de Puerto Rico y del extranjero y aunque para nuestra desgracia, siempre por falta de recursos no se ha podido perpetuar la sincera y honrada labor de verdadera cultura ateneística que se ha efectúado mediante publicaciones adecuadas, está latente en la conciencia de Puerto Rico que en ese aspecto, con los menos recursos posibles, el Ateneo ha hecho una labor fecunda y prestigiosa.
En este año crítico no tenemos más remedio que recurrir de nuevo a todo el pueblo de Puerto Rico, desde el más acomodado ciudadano hasta el más pobre obrero para solicitar su ayuda de acuerdo con sus recursos con el objeto de saldar nuestra deuda y de poner en marcha al Ateneo para los próximos diez años, hasta que las nuevas generaciones de Puerto Rico se puedan hacer cargo de este insigne legado de nuestro mayorazgo portorriqueño.
Angustiado por la tremenda responsabilidad de que desaparezca la más genuina institución de nuestra vida ciudadana, me dirijo por medio de estas líneas a todos los portorriqueños, suplicando un esfuerzo más para que la casa de nuestros mayores pueda salir de su crisis momentánea, y surgir otra vez a la vida del pensamiento y de la acción portorriqueña tan gallardamente como lo ha podido hacer en el pasado.
El problema del Ateneo Puertorriqueño es el problema de lo portorriqueño en general, un problema de vacilación, angustia, de apretura espiritual, ya que nuestra casa por querer mantener todos los pensamentos y los sentimientos latentes en nuestro país ha tenido siempre que mantenerse en el decoroso margen que le imponía su historia y su política, francamente, abiertamente, noblemente portorriqueñas. Esta actitud siempre la ha mantenido con la secreta esperanza de que hacia esta casa converjan las mentes de todos Ios portorriqueños, independientes de sus credos políticos, de sus distintas concepciones sobre la felicidad de nuestra tierra, para que al menos haya una institución en nuestro país al margen de toda lucha y de toda discordia.
En el remolino de otras ideas nuestra idea de solidaridad portorriqueña, de culto entendimiento ha tenido sus momentos de olvido colectivo, en que tal parecía que la conciencia portorriqueña no se daba cuenta de la necesidad de salvar y respetar una casa a la cual están vinculadas las más genuinas corrientes del pensamiento portorriqueño.
Ha llegado no solamente el momento de la ayuda económica, de solventar los problemas presupuestales de esta casa, sino también de fijar decididamente en nuestra institución el amor, y la devoción hecha por nuestros mayores para que sirviera de generoso estímulo a un culto entendimiento entre todos los portorriqueños.
Es necesario que durante la semana del Ateneo con la ayuda que cada portorriqueño pueda enviar a nueslra institución venga asimismo un buen pensamiento para la conservación, el engrandecimiento y la gloria de la casa solariega de la cultura portorriqueña. El Ateneo necesita perpetuar su obra, difundirla profusamente por todos los círculos cultivados del pensamiento contemporáneo y Ia única forma de llevar a cabo esta divulgación de la cultura portorriqueña es poniendo al servicio de esta institución, a la par que las ideas de sus pensadores la ayuda económica de todas las fuerzas sociales de Puerto Rico.
Por medio de estas líneas quiero expresar de antemano el agradecimiento de nuestra institución a todo portorriqueño no importa cual sea su condición social o económica nuestra más sincera gratitud por la ayuda que durante la Semana del Ateneo puedan prestar a esla casa y al noble grupo de damas portorriqueñas que bajo la dirección de la dirección de la distinguida compatriota Berta Cabanillas, han puesto todo su amor y su entusiasmo en favor de nuestra casa.
Emilio S. BELAVAL,
Presidente.
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