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Arriba en el óvalo: don Carlos A. Gual, fundador y primer Comodoro del Club Náutico de San Juan.
Abajo, en el óvalo:don Luis Santaella, actual Comodoro del Club, un verdadero enamorado de los deportes náuticos. En el centro,una vista del del Club Náutico de San Juan, eficaz colaborador del
turismo. |
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Por Angela Negrón Muñoz
Entre todos los deportes, éste de que me ocupo hoy, el arte de navegar paréceme el más bello. el nauta tiene siempre en el horizonte, real o soñado, un trozo de mar. y la mar va en susratos de asueto, y en el mar se queda los días de fiesta, y los celebra en íntima camaradería con el agua el viento y el sol. Hace tiempo que me interesaba la vida del Club Naútico de San Juan, el primero de Puerto Rico que débese principalmente a la ordenada labor de don Carlos A. Guall, su iniciador y fundador. Y me dispuse a hablar hoy con el actual presidente, don Luis Santaella, que me dice:
- La historia, desde su principio, no puede contarse sin citar a don Carlos Gaull. Este caballero luchó más que nadie y el club se hizo con su sacrificio. Los cimientos se hecharon con el producto de bailes que se celebraron en el muelle de la Bull y en otros sitios. don Carlos fué el alma de todo ésto.
-¿Cuántos socios tenía el Club en su primera época?
- Empezamos con media docena.
- ¿Y ahora?
- Más de ciento ochenta.
- ¿Cuánto les costó el edificio?
- Doce mil dólares. Nuestros fines, desarrollar el deporte náutico, establecedr el intercambio de relaciones con los otros clubs náuticos del Continente y dar a conocer a Puerto Rico a través de las gentes de prestigio que nos visiten, vamos realizándonos, al contribuir al desarrollo del turismo de los ricos, que son los que dejan beneficios económicos al país. Hemos recibido visitas de esta clase en nuestro Club. Entre los que recuerdo, el yate más pequeño, de cuarenta y nueve pies, tripulado por siete jóvenes graduados de la Universidad de Yale, que hicieron el viaje desde de Noruega, tocando en África, y haciendo escala en las islas de Barlovento, hasta llegar a Puerto Rico, dejó buenas memorias a nuestro comercio. Les gustó tanto Puerto Rico, que iban a estar una semana y estuvieron cuatro. Uno de aquellos jóvenes es hijo de uno de los príncipales accionistas de la Central Aguirre. Estos muchachos con frecuencia cambiaban cheques de cien dólares que dejaron en el país. El 3 de febrero de este año, tuvimos otra visita importante de los dueños de un yate que tomó parte en unas regatas de Nueva York a Inglalerra. El yate lo dejaron por allá y ellos llegaron a Puerto Rico en un barco de la Puerto Rico Line, para desde aquí hacer una excursión por las Islas de Barlovento, en el hermoso yate que habían adquirido recientemente. El tercer yate que hemos anotado en nuestros libros (ya llevamos récord de estas visitas) fue uno tripulado por sus dueños, dos matrimonios, padres e hijos. De aquí siguieron a Venezuela para hacer la ruta hasta de regreso. El padre era hijo de Rockefeller. Estos son los turistas que gastan, porque tienen dinero y porque están más tiempo en la isla que los que vienen por dos o tres horas y los espera un barco en el puerto. Yo he calculado que cada uno de estos visitantes de nuestro Club Náutico ha dejado en Puerto Rico doscientos dólares por lo menos. Aquí se surten de combustibles y provisiones para el próximo viaje.
—Ahora nos proponemos mejorar el Club. Estamos construyendo canchas para tennis, base balI, basket ball, que embellecerán los alrededores porque darán realce al edificio. Además vamos a extender el ala norte hacia afuera en cuarenta pies. Nuestro entusismo no decae un solo momento. Cada socio es un celosos guardián de nuestro progreso. El Gobernador, nuestro buen compañero y amigo está muy interesado en el Clyb y nos ha ayudado en varias oxcasiones que hemos necesitado permiso del Gobierno para hacer algo en aquellos terrenos.
—¿Qué lo llevó a usted al Club?
—Desde que era muchacho amaba el mar. Siempre en los botes y una vez que me habló don Carlos Gual, entré en seguida a formar parte de los seis que empezamos aquí esta organización. En el Club decimos que "a uno le pica el gusano" y se contagia con don Carlos Gual. A mi me embarcó en un minuto. Pudo tanto el contagio que me separó del otro deporte que constituyó, por varios años mi hobby: los caballos. (El señor Santaella se levanta para buscar un álbum en que guarda la historia de su primer hobby, como él lo llama. ¡Cuánto caballo lindo de formas perfectas!
—¿Los dejó usted por el mar?— pregunto. —Ah, si,—contesta—los dejé por el mar. El último hobby hace olvidar el primero. ¡Sobre todo. —termino yo— cuando es más bello, como en su caso de usted!
Don Luís Santaella parece, realmente, un marino. Tiene las huellas del mar en el rostro y en las manos, curtidos por el sol del trópico. Tiene la reciedumbre del nauta en la mirada, y el pecho vigoroso, para resistir los embates de las olas cuando se enfurecen. Todo su tiempo, cuando termina sus tareas , mercantiles, los emplea en las actividades de su Club. La pesca Io lleva todos los domingos a su yate. En este día el Club se llena de socios y sus familias, y las horas se pasan agradablemente olvidando las luchas de la semana. El antiguo Capitán de la Guardia Nacional, que lo fué por nueve años, caballero distinguido de nuestra comunidad, que ha sabido triunfar en el campo de los negocios, sabrá hacer de este Club que preside, uno do los sitios más atractivos de la isla para los portorriqueños y los extranjeros que nos visiten. Ya la Prensa de los Estados Unidos trae, en sus notas sobre Puerto Rico, <The Herald, Miami, FLORIDA) información gráfica del Club Náutico de San Juan.
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