En el día de ayer quedó oficialmente inaugurado el falansterio recién construido por la PRRA en la barriada de Puerta de Tierra de esta Capital. Se trata de un hermoso edificio formado de grandes bloques apartamentales con capacidad para brindar cómodo y moderno albergue a 216 familias. En el centro de los grandes bloques apartamentales se levanta la "casa de la comunidad", un atractivo edificio de dos plantas destinado a oficinas dé la administración del falansterio, club, auditorio, cuarto de socorro, biblioteca, salón de estudio y otros servicios sociales que se instalarán para beneficio de los moradores de la gigantesca vivienda.
El falansterio es sin duda, una obra de positivo mérito, que contribuirá a aliviar el problema de la vivienda. Como dijimos en pasadas ediciones, este es uno de los problemas más graves con que se confronta la comunidad. En San Juan el problema cobra caracteres angustiosos por la continua afluencia de gente de todos los rincones del país. El hombre de medianos recursos tropieza con serias dificultades para hallar decente acomodo por un canon de arrendamiento que se ajuste a sus ingresos. Para el obrero de escaso jornal, para el desempleado, para el menesteroso la situación se agrava considerablemente. Obras como el falansterio, las barriadas "Eleanor "Roosevelt", "Mira Palmeras" y otras que ha impulsado la P. R. R. A., ayudan al parcial afrontamiento del problema, proporcionando albergue a tipos razonables a un buen número de personas.
Es evidente, sin embargo, que el establecimiento de estas viviendas no podrá conducir a la limpieza de los arrabales por la sencilla razón de que no están al alcance económico de los humildes obreros, desempleados e indigentes que se hacinan en los arrabales y manglares de la Capital. Ninguno de estos infelices, que carecen de ingresos estables, que viven vida de azar, que no saben cuándo, cómo ni dónde ganarán la peseta para el diario sustento, puede afrontar el pago del cánon de arrendamiento que fija la PRRA por estas viviendas. Es por estas razones que al propio tiempo que reconocemos el positivo mérito de la obra realizada por la PRRA al levantar estas barriadas y construir el magnífico falansterio —proyectos de indiscutible alcance social y de auténtico beneficio para las familias que resulten agraciadas con la adjudicación de estas viviendas— estimamos nuestro deber
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insistir en que es preciso hacer algo en favor de los que no cuentan con recursos bastantes para pagar el canon requerido en estas construcciones.
Aludimos al angustioso problema de la inmensa mayoría de los menesterosos que viven en miserables cuartuchos de los arrabales capitalinos, donde pagan rentas que fluctúan entre $3 y $4 mensuales. Es tan aflictiva la situación económica de estas personas, que se les hace completamente difícil satisfacer con relativa puntualidad esa mínima cantidad, y se cuentan por centenares las familias que son llevadas semanalmente a los tribunales por la falta de pago de la renta estipulada, decretándose el correspondiente desahucio y terminando ellas por refugiarse entre el fango y las miasmas de los manglares infectos de la Capital.
El problema de vivienda de estos infelices demanda urgente atención. Esta parte de la población necesita ayuda más inmediata que aquella otra que ha de aprovecharse de los falansterios y las barriadas construidos hasta ahora. El asunto debe afrontarse con firme resolución y práctica filosofía, teniendo en cuenta los raquíticos medios económicos con que cuenta este desvalido sector de nuestro pueblo. La dolorosa verdad es que nada se ha hecho hasta la fecha en cuanto a facilitarle medios para que consiga alojamiento adecuado, económico y decente. Mientras no se haga algo con el serio propósito de prestar efectiva ayuda a estas familias indigentes, que por razón de su pobreza se ven impedidas de afrontar por si mismas el grave problema, habrá diseminadas por arrabales y manglares de la ciudad miles y miles de almas viviendo en suburbios que constituyen verdaderos focos de insalubridad.
Si por disposiciones de ley carece la PRRA de las facultades necesarias para hacerse cargo de esta situación, entendemos que este debe ser uno de los problemas preferentes a considerar en la próxima sesión de la Asamblea Legislativa. El progresivo desenvolvimiento de la Capital exige la pronta eliminación de todos los arrabales y la adopción de medidas encaminadas a evitar este doloroso espectáculo que ofrecen las miseras viviendas de los infelices que se acogen al mefítico ambiente de aguas estancadas y desechos de los manglares capitalinos. Es de esperarse que los señores legisladores, que comparten ante el pueblo la responsabilidad de esta situación, vayan desde ahora meditando en los proyectos que deben impulsarse para afrontar el problema.
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