La segunda magna asamblea de Acción Católica se llevó a cabo el domingo
con gran brillantez en los terrenos del Parque Muñoz Rivera. Desde bien temprano comenzaron a llegar carros y
camiones de todos los puntos de la Isla conduciendo a los millares de
feligreses que habrían de acudir a hacer acto de presencia en esta
asamblea cuidadosamente organizada bajo la dirección del reverendo padre
Murga con la cooperación de las diferentes organizaciones católicas de
ambas diócesis, la de San Juan y Ponce.
Todas las delegaciones portaban estandartes anunciadores del origen de las
mismas y los carros venían todos engalanados con los colores de la bandera
papal, blanco y amarillo. Todos los colegios católicos de la capital
tuvieron representación y sus alumnas vestían uniforme de gala. Asi
también las niñas escuchas católicas.
Ya a las nueve de la mañana, materialmente no cabía una
persona más en la espaciosa plazoleta del parque, donde fue erigido el
altar en que habría de oficiar en la Santa Misa el padre Murga. Poco antes
de la hora anunciada (10:00 A. M.) para dar comienzo al acto hizo su
entrada al presbiterio el ilustrísimo obispo de la diócesis de San Juan,
monseñor Eduino V. Byrne, quien tomó asiento en el lado del Evangelio
junto con los señores Martínez Alvarez, Rodríguez Serra, Quevedo Báez,
Cuevas Zequelra, Valdés y un grupo de damas entre las que figuraban la
señora Joaquina de Biascoechea, López Cepero de Valdés, Margarita J. de
Vadi, Consuelo Delgado y otras cuyos nombres no podemos recordar.
Ofició en la Santa Misa el padre Murga y la misma fue armonizada por el
orfeón que dirige el padre Berasategui en unión del señor Moria,
contribuyendo así al mayor realce del acto. Poco mas de media hora duró el
Santo Sacrificio de la Misa, terminado el cual se dirigió a la inmensa
multitud de fieles el padre Murga, alma y organizador de esta asamblea.
Sus palabras calan como rocío refrescante entre la muchedumbre que a pie
firme y bajo nuestro inclemente sol tropical cumplía con sus deberes de
católicos prácticos, sirviendo de lenitivo y sedante.
Siguióle en el uso de la palabra Su Iluitrísima Monseñor Byrne, pastor de
la diócesis del norte. Abordó diversos problemas sociales y exhortó a
todos sus feligreses "a seguir luchando a fin de que nuestra religión
tradicional, cuya fuerza se destacaba en aquel mar de almas allí
congregadas, se propagara hasta los más acerados corazones a fin de
sostener sobre una verdadera base de dignidad los hogares portorriqueños".
El Lcdo. Manuel Rodríguez Serra, Presidente diocesano de Acción Católica,
enardeció los entusiasmos de aquella multitud con su elocuente y fácil
dicción.No podía faltar en este trascendental acto la voz admonitiva de la
mujer portorriqueña, alma y corazón de la fe cristiana en nuestra isla.
Doña Isabel Alonso viuda de Mier, Vicepresidenta diocesana de Acción
Católica, hizo acoplo de las galas que como oradora la adornan y con fácil
palabra llegó hasta el corazón e Inteligencia de los campesinos que desde
los más remotos puntos de la isla vinieron para hacer profesión católica.
Dona Mariana López Cepero de Valdés, Gran Regente de las Hijas Católicas
de América, organización que cuenta con millones de afiliados en todo el
continente americano, abordó el tema de los deberes que como madre
correspondían a la mujer de velar por la paz del hogar nativo e inculcar
en sus hijos como único medio para conseguir ésta la religión católica.
Cerró el acto el Lcdo. Rafael Cuevas Zeqüeira, conmoviendo a los
concurrentes con su bien pensado verbo.
Inmediatamente después dio comienzo a la parada, la cual por lo bien que
había sido dispuesta hasta en sus más mínimos detalles organizóse en las
afueras de los terrenos del parque prosiguiendo hacia San Juan.
Abrían la misma las niñas escuchas católicas en sus vistosos uniformes y
luciendo sus insignias. Seguía la Juventud Femenina portando sus
estandartes. También formaron filas los niños escuchas católicos, la
Juventud Católica y la representación masculina de Acción Católica
Arcos bellamente engalanados por las Antiguas Alumnas del Colegio del
Sagrado Corazón, bajo la dirección de doña Joaquina de Biascoechea, fueron
levantados por las calles por donde habría de pasar la manifestación.
Multitud de carros engalanados con banderas papales seguían a los de a
pie. La banda del Regimiento fue gentilmente cedida por el coronel Urrutía,
cooperando a entusiasmar con sus marciales himnos a los manfestantes que
daban vivas a la Iglesia Católica, al Papa y a monseñor Byrne.
El reverendo padre Murga, organizador de estos actos prosiguió a pie junto
con los manifestantes enardeciéndolos a su vez con sus vivas y se mostraba
más que satisfecho con el éxito del mismo.
Terminada la parada, les fue ofrecido un banquete a todos los católicos
que habían venido de la Isla, en la plazoleta central del Parque Muñoz
Rivera. Como en los demás actos, éste se caracterizó por lo bien
organizado, ya que sólo podían participar del ágape los que presentaran
una contraseña que de antemano les había sido entregada en sus respectivos
pueblos de origen al partir hacia la capital.
Más de treinta mil almas hicieron demostración de fe católica el domingo.
Puede sentirse satisfecho el padre Murga del éxito que coronó sus
esfuerzos. No hay que olvidar tampoco todas aquellas personas y
congregaciones que trabajaron en la mejor organización de esta magna
asamblea.
Los actos del domingo pasado han delineado y definido los derechos de la
Iglesia Católica en Puerto Rico. Acción Católica incluye en su programa la
mayor cooperación a la consecución de la propagación de la fe católica en
la Isla.
Esta segunda asamblea de Acción Católica define en su programa la mayor
cooperación a la consecución de la propagación de la fe católica en la
isla. Esta segunda asamblea constituyó uno de los mayores éxitos que se
puede apuntar a su haber su Secretario General, el padre Murga.
Cronista.
|