Por Manolo EL LEÑERO
En la mañana de antier se reunieron en el teatro Marti, de Puerta de
Tierra, deportistas de San Juan e infinidad de pueblos de la isla para
rendir un homenaje a Juan Luyanda por sus resonantes triunfos en los
Cuartos Juegos Deportivos Centro Americanos y del Caribe, celebrados en
Panamá en. el pasado mes de febrero.
La Comisión del homenaje, integrada por los señores Luis García, Ramón
Dávila Velilla, José A. Santiago Jr., Bernardo Cruz Jr., Ferdinand A.
Dávila, Hipólito Torres Jr., Efraín Colón, Juan Ortíz Díaz y Dionisio Toro
realizó tan brillantes gestiones y una labor tan acertada que el acto
resultó uno de los acontecimientos deportivos de mayor esplendor.
Desde las ocho de la mañana una legión de
deportistas principió a invadir el teatro Martí y cuando era escasamente
las nueve y media de la mañana el teatro estaba totalmente invadido. Era
natural. Se iba a rendir un homenaje a uno de los atletas que había
alcanzado gran gloria en Panamá, representando los colores de nuestra isla.
A las diez de la mañana se dispararon varias bombas anunciando el
principio de la fiesta y seguidamente hizo su entrada al teatro el atleta
homenajeado, Juan Luyanda, entre ruidosas aclamaciones de la concurrencia.
Luego entró al teatro el Campeón del Mundo del
Peso Gallo, Sixto Escobar, y una ovación tan estruendosa y prolongada como
la anterior fue tributada a este gran atleta. Segundos después hizo su
entrada al teatro el señor Cónsul de la República de Venezuela acompañado
de su gentil esposa, y la ovación tributada a este representante de la
nación hermana fue clamorosa.
Acto seguido el señor Ramón Dávila Velilla, Vicepresidente del Comité
Ejecutivo del Homenaje a Juan Luyanda. se dirigió a la concurrencia,
pronunciando el siguiente discurso:
"Al aceptar la encomienda de los demás compañeros que integran
el Comité Ejecutivo Pro Homenaje a Juan Luyanda, para que fuera mi humilde
persona la encargada de abrir este acto, lo hice cumpliendo con un deber
de deportista (si asi puede llamárseme) y a la vez cumpliendo con un deber
de ciudadano, que para mi tiene muy alta slgnificación, si es que los
ciudadanos de una comunidad están en la obligación de coadyuvar al
desenvolvimiento y al progreso de su pueblo en cualesquiera de los órdenes
de la vida en que se desarrollen sus actividades. No esperéis de mi un
fogoso y vibrante discurso. No poseo dotes de oratoria ni es mi propósito
tomarles de la mano de la imaginación para que juntos, ustedes y yo,
realicemos un viaje en el carro triunfal del pensamiento remontándonos
hasta las nubes, y luego os deje vagando por los ámbitos etéreos, sin que
sepáis cómo y por qué celebramos este trascendental acto. Sencilla y
brevemente me permitiré explicar a vosotros cómo surgió la idea de rendir
este homenaje a nuestro inmenso atleta Juan Luyanda.
En aquellas tardes de tensión nerviosa en que todo Puerto Rico se
arremolinaba frente a los receptores de radio para escuchar la última
información que nos llegaba de las Olimpiadas, un grupo de amigos y
admiradores del "Saltarín de Ébano", mientras comentábamos en una y otra
forma los resonantes triunfos de nuestros muchachos, concebimos la feliz
idea que hoy ustedes palpan en hermosa realidad: Homenaje de Puerta de
Tierra a Juan Luyanda. Se unieron las ideas, surgieron los planes,
recorrimos todas las calles, tocamos todos los resortes, sonamos los
nudillos de nuestras manos, lo mismo en la mansión del potentado que en la
vivienda humilde del infatigable obrero y... ¡Oh fortuna! Puerta de Tierra
siempre invicta y siempre brava respondió con gesto hidalgo poniendo una
nota de altruismo en esta cruzada deportiva. Bueno es también que sepáis,
qué persona e instituciones no residentes en Puerta de Tierra, unos,
respondiendo al toque de clarín y otros, voluntariamente, nos prestaron su
concurso para que este acto fuera lo que debía ser: un timbre de honor y
de orgullo no sólo para Puerta de Tierra, sí que también para Puerto Rico
entero.
De esa manera, humilde, sencilla, pero con un pensamiento hondo y una
visión alta, surgió la idea y se realizaron los planes para festejar a
este gladiador portarrense. ¿Y por qué
celebramos este homenaje ? La pregunta ha sido contestada por vosotros
mismos. Vuestra presencia en este acto es la expresión más sincera de la
admiración que todos sentimos por nuestro primer atleta. Todo Puerto Rico
sabe por qué lo celebramos. Lo sabe la América Hispana. Lo sabe el
universo entero. Y si aún queda un Jesse Owen para quien este acto pase
inadvertido, que ponga el oído en tierra para que escuche el taconeo
estridente de los 21 puntos anotados por nuestro invicto campeón en las
pasadas Olimpiadas. Y si todo cuanto Luyanda realizara fuera poco para ser
merecedor a este homenaje, ahi están, como un legado a la escuela, al
hogar y a la patria, un nombre y un apellido que quedarán grabados con
letras de oro, de oro arrancado a las entrañas de esta tierra, como sello
indeleble representativo de nuestra potencia
física y de nuestra potencia cultural. Por todo eso, por su heroísmo, por
su recia voluntad, por su indiscutible superioridad, por su firme
propósito de triunfar y por todo lo que ha hecho grande ante el mundo y
grande en el corazón de sus conciudadanos, es que estamos rindiendo este
homenaje al invicto, al noble campeón de las Olimpiadas Centroamericanas y
del Caribe.
En uno de mis párrafos anteriores decía que con una visión alta y un
pensamiento hondo habían surgido las ideas y
habíanse realizado los planes, y con ello, mis queridos amigos, quise
significar lo que ahora será grande sorpresa para muchos de ustedes.
Nuestros esfuerzos no sólo se circunscribieron a ofrecer estos emblemas y
este homenaje. Pensamos en algo más noble y que también sirviera de
provecho material a esta virtuosa madre. Conociendo como conocemos las
luchas que ha sostenido y sostiene esta hija del pueblo, para que sus
hijos puedan asistir a las escuelas lo mejor preparados posible, creímos
conveniente hacerle un pequeño regalo y nuestros anhelos de ayudarla no
fueron defraudados, porque para ello, este pueblo nuestro también prestó
su concurso.
Madre amantísima: si nunca antes sentiste orgullo en la vida y si nunca te
habías dormido sobre los laureles que dan las buenas obras realizadas, hoy
puedes hacerlo doblemente regocijada, primero, porque has dado a Puerto
Rico un vástago que honra y prestigia este bendito suelo, y segundo, porque los designios de la Divina Providencia te han
permitido que pudieras contemplar, cómo tu pueblo paga tributo al hijo que
nunca soñaste verlo cubierto de tanta fama y de tanta gloria.
Luyanda: En las alas de la vlctoria se remonta el carro triunfal de Puerto
Rico. Que seas tú el que lo conduzca de un polo al otro portando
majestuoso y gallardo el regio estandarte de tu olímpica jornada. Que
desde Ias enhiestas cumbres contemples a tu pueblo formando inmensa
caravana, para seguir alentándote en futuras contiendas y para que en
fecha no lejana pueda ofrecerte no un trofeo, no
un emblema, ni un diploma, sino un pedazo
de tu bendita tierra en donde puedas levantar tu propio hogar y allí,
al calor de los tuyos, puedas sentir mejor la gloria de tus triunfos y el
orgullo de tu pueblo. Sinceramente te ofrezco el homenaje de Puerta de
Tierra.
Se leyó entonces un telegrama de doña Sara R. de Gaetán, excusándose por
no poder concurrir al homenaje.
El siguiente número fue el canto de la pieza musical ¡Oh Patria Mía!, por
el trío lírico Pompo, Leocadio y Piliche, del Sexteto Puerto Rico. Fueron
muy aplaudidos.
La sorpresa de la mañana fue la recitación de unas décimas del joven de
Naguabo, Miguel Angel Porrata. Este joven compuso y recitó unas décimas
dedicadas a Sixto Escobar y Juan Luyanda, recibiendo muchos aplausos en el
curso de su recitación.
El conocido deportista sureño Julio Enrique Monagas fue presentado
entonces para dar sus impresiones de Panamá. Julio Enrique habló de muchas
cosas internas de la delegación, que ofreció comentarlas luego más
ampliamente en una seríe de articulos que está preparando y cerró su
charla diciendo: "Juan Luyanda fue grande en Panamá, no tanto por sus
triunfos sino porque después de esos triunfos fue uno de los atletas más
humildes y más disciplinados de la delegación."
Mientras consumía su turno Julio Enrique Monagas entró al teatro la
señorita Rebekah Colberg y fue saludada con un aplauso cerrado. La
señorita Colberg ocupó un asiento Junto a Sixto Escobar y Juan Luyanda. La
orquesta ofreció entonces a la concurrencia la pieza musical "Mis Amores",
de Juan Morell Campos.
Correspondió aquí al instructor Eugenio Guerra y de quien dijo Julio
Enrique Montgas que tenía una gran parte de la victoria alcanzada por
nuestros atletas de pista y campo. Dijo Eugenio Guerra que Juan Luyanda y
otros atletas de los que habían triunfado en Panamá deberían ser enviados
a las justas atléticas de Pensilvania para que pudieran allí dejar
demostradas sus habilidades de modo que los más destacados lograran
oportunidades para competir representando a Estados Unidos en los Juegos
Olímpicos de Tokio, en el año 1940, Eugenio Guerra fue muy aplaudido por
sus muy atinadas recomendaciones.
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El joven José González, en representación de la Sociedad del Santo Nombre,
de Puerta de Tierra, hizo entrega a Juan Luyanda de una medalla regalo de
dicha institución, por su victoria. El joven
González, al hacer entrega de la medalla, leyó el siguiente mensaje: "Ha
sido un honor para mi, el haber sido seleccionado por nuestro presidente
del Capitulo local de la Sociedad del Santo Nombre (Holy Name), para hacer
entrega de esta medalla, con que queremos hacer honor, a quien honor
merece. Es de todos sabido que nuestra Sociedad del Santo Nombre tiene por
base principal la religión; pero también podemos tener nuestros actos
sociales y deportivos. Y por lo tanto, siendo Juan Luyanda gran amigo de
todos nosotros, y habiendo sido Juan Luyanda homenajeado por propios y
extraños, que bien se lo merece, el Capitulo local de la Sociedad del
Santo Nombre, ha pedido al Comité Ejecutivo de este simpático acto, una
pequeña pero significativa parte en este programa. Y ahora al prender en
el pecho de Juan Luyanda la medala de la Holy Name, le suplico a nombre de
todos los socios, que siempre tenga para nosotros un recuerdo, que es lo
único que nos place saber, del humilde pero grande atleta, que ha luchado
por mantener el nombre de nuestro amado Puerlo Rico al tope de los
mástiles deportivos del mundo, y ha triunfado.
Juan Luyanda: Puerto Rico tiene una eterna deuda de gratitud contigo y
todos los honores que se te hagan y todos los que se te harán, es poco,
comparado con lo que tú has hecho por esta isla que te quiere, y por este
barrio que te quiere más...
El cuarto número de la mañana fue el juramento Olímpico. Este número gustó
mucho a la concurrencia. Bellísimas chiquillas de Puerta de Tierra,
portando cada una la bandera de las naciones que estuvieron representadas
en Panamá, avanzaban por los lados laterales del teatro entre ovaciones de
la concurrencia, mientras una banda de música ejecutaba el himno de cada
nación. La primera joven portaba la bandera de Panamá, luego Colombia,
Costa Rica, Cuba, El Salvador, Jamaica, Méjico, Nicaragua, Venezuela y
Puerto Rico. Las dos ovaciones más estruendosas
fueron otorgadas a Venezuela y Puerto Rico. La gentil chiquilla que
portaba la bandera monoestrellada de Puerto Rico, estaba tan emocionada
por la ovación ensordecedora de la concurrencia,
que las lagrimas asomaron a sus ojos. Cuando la
joven que portaba la bandera de Venezuela subía la escalera que la
conducía al proscenio, el señor Cónsul de Venezuela se adelantó y le
tendió la mano. La ovación fue tan estruendosa, que el señor Cónsul y su
gentil esposa lloraron de emoción. Cuando los acordes de la borlnqueña se
sintieron en el teatro, la concurrencia, puesta de pie y presa de mayor
emoción, aplaudió delirantemente.
El siguiente número fue el discurso de don Justo Rivera Cabrera,
presidente de la Comisión de Recreo y Deportes Públicos. Don Tito, como de
costumbre, estuvo muy parco en el decir; pero sus palabras llevaron a la
mente de la concurrencia cuanto se había hecho en Panamá para lograr la
victoria que en aquel momento se estaba celebrando, porque aquel homenaje,
decía don Tito, "era una repetición del homenaje que en sus respectivos
pueblos se había tributado en general a todos los atletas a su arribo a
esta Isla." Habló el presidente de la Delegaclón de las condiciones
desfavorables en que Juan Luyanda habla tenido que competir y aseguró que
esas circunstancias hacían más resonante el triunfo del atleta que se
homenajeaba.
DE CAMPEÓN A CAMPEÓN
El Campeón del Mundo del Peso Gallo, Sixto Eacobar, se adelantó hacia al
campeón Centroamericano del Salto de Altura con impulso, Juan Luyanda,
llevando en sus manos el trofeo "Puerta de Tierra", y al hacerle entrega
del mismo pronunció estas palabras: "Juan Luyanda, con gran satisfacción
te hago entrega de este trofeo que te dona Puerta de Tierra por tus
grandes triunfos en Panamá, triunfos que son también de Puerto Rico." La
concurrencia aplaudió ruidosamente a ambos.
Aquí el señor Julio Enrique Monagas hizo constar que Ponce otorgará a Juan
Luyanda un trofeo por sus vlctorias en Panamá y que ese trofeo será
entregado en el próximo Carnaval Deportivo del Sur. Tres preciosos ramos
de flores naturales fueron obsequiados: uno a la señora madre de Juan
Luyanda, otro a Rebekah Colberg y el tercero a la planilla de la orquesta
que amenizaba el acto. Un diploma hecho a pluma por la hábil y diestra
mano del joven Ferdinand Dávila, contentivo de la Resolución aprobada para
el homenaje a Juan Luyanda, fue entregado a éste por el joven Ramón Dávila
Velilla, entre grandes aplausos de la concurrencia. Luego se obsequió
también a Luyanda con un precioso gallardete donado por los conocidos
deportistas Pablo AIbanese y Ramón López Prados, del Sport Shop.
La empresa del teatro Martí, de Puerta de Tierra, donde se celebró el acto,
dirigió también un mensaje de salutación al joven atleta Juan Luyanda y
expresó su satisfacción por ser para tal acto que la empresa cediera por
la primera vez su teatro. Eran las doce del día cuando fue presentado el orador que habría de cerrar el acto;
el culto joven Ernesto Juan Fonfrías. La presencia del orador arrancó a la
concurrencia una ovación muy prolongada. Ernesto Juan, a pesar del corto
tiempo de que disponía, porque el teatro debería quedar expedito para la
función de la tarde, poco tiempo después, pronunció uno de los más bellos
e inspirados discursos que hemos escuchado en actos de esta naturaleza.
Después de explicar en lenguaje elocuente la emoción de todo Puerto Rico
por nuestra victoria en Panamá y de cantar, como quizás sólo lo hubiera
hecho el Cantor de Troya con sus exámetros profundos, las victorias de
Juan Luyanda y de los demás portorriqueños que triunfaron en las justas
atlétlcas de los Cuartos Juegos Deportivos Centroamericanos, habló de los
héroes anónimos. Dijo el orador que no eran los instructores atlétlcos los
héroes anónimos de estas luchas, que ellos era sabido que habían realizado
su parte de labor en los juegos y antes de los juegos, que los héroes
anónimos era todo el Pueblo de Puerto Rico que durante las justas de
Panamá había tenido su pensamiento y su voluntad en profunda conjunción en
un anhelo colectivo de triunfo para nuestros representantes. Explicó la
inmensa emoción que lo embargaba la noche de la contienda de Sixto Escobar
en el Escambrón frente a Harry Jeffra, emoción que era igualmente intensa
de todos los portorriqueños allí congregados y afirmó que esa misma
emoción embargaba todos los corazones portorriqueños durante todos los
días de las Justas de Panamá.
Finalizando su elocuente e inspirado discurso cantó Ernesto Juan Fonfrías
a la mujer portorriqueña por sus victorias que eran precursoras de otras
muchas, y finalmente hizo una elocuente e inspirada invocación a la madre
portorriqueña y a nuestra juventud, ahogando la concurrencia sus últimas
palabras en una ovación que se prolongó largo rato. El orador fue
repetidamente felicitado.
Los padres de Juan Luyanda, don BIas Luyanda y doña Polonia de Luyanda,
fueron presentados a la concurrencia y ambos fueron muy aplaudidos.
Terminado el acto fueron espléndidamente agasajados los directores e
invitados de honor en la residencia de don Bernardo Cruz (Don Berna) en
Puerta de Tierra, y más tarde, el Comité Ejecutivo obsequia con un
magnifico banquete en El Mesón a Juan Luyanda, Sixto Escobar y demás
Invitados de honor al acto.
En esta ocasión pronunciaron discursos los señores Velilla, Guerra,
Sánchez Capa, Brisson, Luis Progress, Gaspar
Bernardini, Tony Luciano y este cronista. Antes de terminar el banquete,
acto final del homenaje a Juan Luyanda, se hicieron promesas de hacer toda
la labor que fuera necesaria para lograr que se allegaran fondos para
enviar a nuestros atletas más destacados a las pruebas atlétlcas de "Penn
Relay".
EL MENSAJE DEL CAMPO:
(Por E. Sánchez Cappa)
Escasamente unas horas que asistimos al gran homenaje que no Puerta det
Tierra sino Puerto Rico rindiera al más grande atleta de esta Isla, Juan
Luyanda, supremo exponente de lo que esta gota de tierra perdida entre los
mares, es y puede producir. De la montaña boricua, de esa que también sabe
sentir y que se hace sentir cuando es menester llegar hasta el valle para
rendir el merecido tributo a los grandes hitos de esta tierra, venimos a
rendir el que merece este gran hijo de Puerto Rico y traemos para él, el
mensaje de ese pueblo, el héroe "incognito", como muy bien dijera en esta
mañana Fonfrias, el mensaje de lo que es realmente Puerto Rico, de lo que
es su patria, que pasa por encima del puente de Martín Peña y sigue hasta
el más humilde de los campos de este pueblo, de esta patria
chica que se llama Puerto Rico, y con el corazón a flor de labios le
decimos: "a ti, héroe borincano, te saluda tu pueblo de la montaña".
Los más rojos claveles de mis barrios de Campo Rico; Lomas y Cubuy para
ese inmenso Juan Luyanda y estoy seguro interpreto el sentir de esos
buenos jíbaros de Canóvanas y sus barrios.
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