¿Cuántos son los residentes de
San Juan y Santurce que realmente se fijan en su ciudad? ¿Cuántos toman nota de las cosas
repulsivas, de los montones de desperdicios, de las casas dilapidadas
que afean la belleza, la limpieza y la dignidad de su ciudad? Pero los visitantes se fijan en
todos, estos detalles. Sus ojos no están familiarizados con ciertas
vistas desagradables que no tomen nota de ellas. Tal vez las archivan
en el almacén de sus recuerdos, lado por lado, con el Caribe Hilton y
los hermosos panoramas de las montañas y del mar.
Tal vez nuestros visitantes no aciertan a explicarse por qué toleramos
esos lugares feos, ya que muchos de ellos son cosas comparativamente
pequeñas que podrían corregirse sin necesidad de gastar grandes sumas de dinero,
Tomemos por ejemplo el pequeño y escuálido arrabal denominado Corea que se
extiende por la parte de atrás de la San Juan Trading Company casi a la sombra del
Capitolio.
DEMASIADO VISIBLES
La línea irregular de techos de zinc mohoso, las casitas con su aspecto
dilapidado, son visibles desde la Avenida Ponce de León, desde el
frente de la Biblioteca Carnegie. Se ven con más claridad desde el
Paseo de Covadonga. Están a un paso de la Avenida Fernández Juncos,
en las inmediaciones del muelle
número 5. El arriba! se compone de una sola hilera de unas 25 casitas de
madera, unidas unas con otras. En una de estas casitas se ha establecido
un cafetín llamado "La Sombra de Corea". Por los contornos de este arrabal
se ven aquí y allí regados por la tierra alambres mohosos, neumáticos
desechados por inservibles, tablas viajas y latas vacías. Ropas haraposas se ven tendidas
sobre mantones de piedras, o cuelgan de cordeles de lavanderas. Perros grandes husmean aquí y
allá en los charcos y grietas enfangadas de la calle. Drones de metal
vacíos han sido apilados contra el costado de un almacén cerca de
una pila grande de varilla» de metal mohosas. Cajones rotos y basura, de todas
clases se han amontonado al lado del almacén de tal modo que llegan hasta casi la mitad de su altura.
La hediondez que emana de este arrabal y contamina el aire de la
ciudad es horrible, porque las 25 viviendas cuentan solamente con
cuatro letrinas, según me han informado los mismos habítames del
arrabal.
BASURAS
Doña Juana Acosta, viuda que ha perdido ya la cuenta de los años
que tiene, vive sola en un pequeño cuarto por el cual paga ocho dólares
al mes. Cuando el fotógrafo Teodoro Torres y yo le preguntamos cómo
era que ella vivía, nos contesto: “¿Yo?... Como Dios me ayuda.
Vivo lavando y planchando. Gano de
dos a cuatro dólares semanales. Todavía no he podido obtener ayuda".
El cuartito que ella ocupa éstaba
tan atestado de cajetas de cartón, un camastro, una bañadera de
metal y una tabla de planchar que apenas si quedaba espado para ella
poder moverse. Al otro lado de la hilera de cabañas dilapidadas, se ven más desperdicios
regados en todas direcciones en medio" del pasto silvestre, más perros, y un grupo de
niñitos sentados en medio de un corralito de jugar construido con tablones
viejos.
Y allá en el fondo de este panorama triste se divisa imponente la cúpula del Capitolio del Estado
Libre Asociado. ¿Cuánto le costaría al Gobierno trasladar estas pocas familias a
uno de los caseríos y luego des
truir totalmente estas casetas apestosas y llevarse los escombros en el
carro de la basura? ¿O será acaso que este proyecto por ser demasiado pequeño no merece
considerársele?
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