Isidro Infante

Isidro Infante

Con Celia en el corazón
16 de agosto de 2009

Por Jaime Torres Torres / El Nuevo Día


Los aromas de la sopa de pescado inundaban el vecindario de la urbanización Pontevedra en Santurce.

En la cocina de la residencia de Mirta Silva encontró a una señora en bata y sandalias que cocinaba felizmente. Era Celia Cruz, una gran amiga de la Gorda de Oro y su sustituta en la Sonora Matancera.

Su próximo encuentro con el músico Isidro Infante, director musical de la obra “Celia: la vida y música de Celia Cruz”, que estrena esta semana en el Teatro La Perla en Ponce, se registró un lustro después en las oficinas de Fania Records en Nueva York.

Aquella mañana el productor Louie Ramírez recomendó a Isidro como pianista de la orquesta del legendario Frank Grillo “Machito”. No imaginó que en la gira por Madrid la orquesta de Machito acompañaría a la Guarachera del Mundo, Celia Cruz.

Así, más allá del mito consagrado ya con la Sonora, Tito Puente, Johnny Pacheco y Willie Colón, Infante conoció a una mujer sencilla, humilde y de detalles, que recordaba los cumpleaños de sus amigos e, irrespectivamente de la latitud donde estuviera, los sorprendía con una tarjeta postal. “Fue una mujer de una retentiva increíble; muy cariñosa y que, en la parte artística, siempre llegaba preparada a las presentaciones; afinada, con control de la clave, los soneos y de todo”.

Durante casi veinte años Isidro colaboró con Celia como arreglista y pianista hasta que, a mediados de los 90, durante su incumbencia como director de artistas y repertorio de RMM Records, su jefe Ralph Mercado le solicitó que se responsabilizara de la dirección de su orquesta.

Infante, de 57 años, conoció muy bien las dos facetas de Celia: la dama y la artista. Tras bastidores o en el camerino, en la década de los 90 ya sentía el peso de más de medio siglo de actividad musical. En el escenario era pura dinamita. “La música la transformaba. Minutos antes de salir se quejaba de cansancio y dolor en las piernas. Apenas hablaba. Y con Pedro acordaba el orden de las canciones. Pero cuando anunciaban: ‘¡Celia Cruz!’ y el público la ovacionaba, salía y gritaba ‘¡Azúúcaaaar!’”

Idolatrada en Tailandia y en el mundo entero, Celia y su inseparable Cabecita del Algodón nunca se ufanaron de su fama.

Infante describe como “apoteósicas” las muestras de afecto que recibió el mito que le cantó a los presidentes Ronald Reagan, George Bush, Bill Clinton y George W. Bush. “Fue impresionante porque primero era mujer; segundo latina; tercero negra; cuarto de mucha edad y quinto por el género que cultivó. Pero todos la respetaban”.

Sin embargo, el 29 de abril de 2000 La Reina se enfrentó a la pesadilla más triste de su carrera: los abucheos de un sector de Puerto Rico en un concierto de las Estrellas de Fania en el estadio Hiram Bithorn, luego de criticar las muestras de cariño de Andy Montañez hacia el cantautor cubano Silvio Rodríguez.

“Yo estuve allí... Todos lloramos. Celia fue una persona íntegra. No decía una cosa para luego comentar otra. Nunca me habló de política. Ella sentía mucho que no le permitieran regresar a Cuba a despedir a su madre”.

Su entrañable compañero y amigo Tito Puente murió al siguiente mes. Y Celia jamás fue la misma.

En 2002, ante más de 100 mil personas congregadas en un escenario al aire libre del Distrito Federal, Infante detectó que el tumor cerebral afectaba su memoria.

“Estábamos en México y ella insistía que era Madrid. También observé que empezó a brincar las letras de las canciones. Y el día que me presentó como Rogelio Martínez, que fue el director de la Sonora Matancera, me di cuenta de que estaba mal”.

Su muerte, acaecida el 18 de julio de 2003, devastó a Isidro Infante.

Su tributo más sincero es contribuir a diseminar su legado y perpetuar su memoria a través del musical “Celia”, que abarca gran parte de su repertorio.