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Por el regreso a Ilé - Ifé


18 de junio de 2013
 
Por Tatiana Pérez Rivera
EL Nuevo Día
 

Actores del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo integran el elenco de la obra. (Suministrada/Ateneo Puertorriqueño))

La esperanza mantuvo en pie a los esclavos africanos en la Isla. La iglesia apagó su fe en la hoguera. 


¿Por qué en el 1591 tres esclavas africanas, luego de ser torturadas y dejadas en libertad, retornan al mismo monte donde fueron apresadas la primera vez? ¿Qué provocó la ira del obispo de San Juan, el monje franciscano Nicolás Ramos Santos, quien ordenó que fueran quemadas vivas a manera de castigo?

Gozos de Inquisición, obra del dramaturgo Roberto Ramos Perea, ofrece respuestas en torno al único castigo con la muerte por motivo de religión cuyos documentos sobrevivieron en el Archivo General de Islas en España.

Con entrada gratuita para el público (por orden de llegada) se presentará del viernes 21 de junio al domingo 7 de julio;viernes y sábados a las 8:30 pm y domingos a las 5:00 pm,  en el Teatro del Ateneo Puertorriqueño en San Juan.

“Las hogueras siguen ardiendo en este país”, alude Ramos Perea a los ataques contra la comunidad LGBTT o quienes defiendan el libre pensamiento que no esté anclado en la oficialidad. “Es la metáfora que se usa para esta historia”.

“El asesinato de estas tres esclavizadas responde a la necesidad de los obispos de expurgar a Puerto Rico de otros ritos religiosos. La iglesia católica persiguió toda manifestación cultural que no estuviera bajo los cánones de la Iglesia”, aseveró Ramos Perea.

Lo constató mientras investigaba para el libro que escribe en torno a la censura en el teatro boricua.

“Esto pasó, esas tres mujeres fueron llevadas a la hoguera por los autos de fe. Cayetano Coll y Toste lo encontró en los archivos y el obispo Nicolás narraba los procesos”, señala sobre los autos de fe o “Charco de las brujas” realizados en las afueras de San Juan.

Cuenta el autor que ellas retornaron al monte a culminar el ritual yoruba que dejaron a mitad. “El que ha estudiado esa religión sabe que un ritual yoruba que se empieza con carácter sagrado no puede ser interrumpido. Ellas le mintieron al obispo, dijeron que creían en la fe de Cristo y regresaron a terminarlo al monte. Se describe que bregaban con sangre de cabro, con caracoles y semillas y cuál ritual puede ser más importante que darle a alguien el nombre de un santo”, analiza.

Supo además que los portugueses señalaron que en el mismo siglo habían traído a América a una princesa o reina yoruba con su hijo. Ató cabos y dejó correr la imaginación.

“Mi historia empieza cuando estas esclavas descubren que ese niño y esa mujer están en la Isla y tienen una misión importante para su pueblo. Ellos soportaban todo porque contaban con el regreso a la tierra de la felicidad y el amor, decían ‘botundé Ilé-Ifé’ ”, acaba Ramos Perea.