Motín en el Capitolio


Los estudiantes y profesores de la UPR que fueron a protestar al Capitolio recibieron macanazos, empujones, gas pimienta y gases lacrimógenos sin piedad ni compasión. (Primera Hora / Andre Kang)

  Para reproducir este vídeo necesitas la última versión de Macromedia Flash Player. Es gratis. Descárgala.
Vídeo

jueves, 1 de julio de 2010

Sara M. Justicia Doll y Nydia Bauzá / Primera Hora

La Casa de las Leyes se convirtió ayer en la casa de los macanazos y gases lacrimógenos cuando un contingente de policías sacó a fuerza de golpes a decenas de manifestantes, en su mayoría estudiantes y profesores universitarios que fueron a protestar por el cierre del hemiciclo del Senado y la situación general del país.

Con la cordura en el zafacón, empujones, macanazos y gases lacrimógenos comenzaron a volar y afectaron tanto a manifestantes como a miembros de la prensa e, incluso, de la Uniformada.
 

La convocatoria de la manifestación estudiantil era para las 5:00 p.m. de ayer. Sin embargo, desde dos horas antes ya se sentían los ánimos tensos en el Capitolio.

Una veintena de empleados del Centro de Recaudación de Ingresos Municipales (CRIM) esperaban en el segundo piso para entrar a las gradas del Senado, pero no se lo permitieron. Esto causó una trifulca entre la minoría popular y la mayoría penepé en la sesión.

Poco después de las 4:00 p.m., Primera Hora observó cómo miembros de grupos de prensa estudiantil intentaban entrar al Capitolio debidamente identificados, pero no se les permitió.

Con este grupo empezó la embestida policial. Los sacaron del Capitolio a fuerza de gas pimienta y golpes de roten, haciéndoles rodar por las escalinatas de mármol.

El vestíbulo de la Casa de las Leyes se convirtió en una cámara de gases donde se vieron afectados periodistas, ciudadanos y empleados. En el exterior, la Fuerza de Choque se desplazaba hacia la Ponce de León, llevándose de por medio a macanazos y disparos de gas pimienta a todos los que intentaban entrar o simplemente estaban en el medio.

“Yo estaba en el vestíbulo y vi que en ese momento alguien trataba de entrar y se movilizó la Fuerza de Choque y, entonces, vi a los estudiantes sentados en el piso y cuando se sientan, viene la Fuerza de Choque a tratar de sacarlos y empiezan a darle con las rodilleras a una joven alta de pelo rubio que estaba de espaldas. Yo intervine y le dije: ‘No la toques, no le des’, y le dije lo mismo a otro policía que le daba a otra estudiante. Esperé, de repente oí el ruido de las puertas cerrándose. Alguien me gritó: ‘Representante, no respire’. No sé quién fue, pero alguien me arrastró y me movieron por encima del mueble de recepción”, narró a Primera Hora la representante popular Carmen Yulín Cruz desde la camilla donde recibía una terapia con oxígeno.

Dentro del Capitolio los trabajos se paralizaron, pero en la presidencia del Senado no se daban por enterados de lo sucedido. Allí estaban reunidos con el enviado de Fortaleza, Marcos Rodríguez Ema, tratando de resolver el tranque para que se pudiera aprobar el presupuesto.

“Prácticamente estamos en un estado de sitio, con gases y todo cerrado. Estamos afectados en la garganta, los ojos, la piel, e indignados porque ésta es la casa del pueblo y se supone que esté abierta”, dijo Raúl Colon Declet, un residente de Caguas que se encontraba en el interior del Capitolio cuando se soltaron los gases pimienta.

Afuera, una segunda oleada de violencia policiaca fue mucho más fuerte que la primera. Los manifestantes, en su mayoría mujeres, fueron dispersados a golpes y dos disparos de gases lacrimógenos inundaron de humo los alrededores del Capitolio y la entrada al Viejo San Juan. La nube cubrió la zona y básicamente todo el mundo echó a correr.

Los fotoperiodistas de Primera Hora Heriberto Castro y Andre Kang requirieron de asistencia médica. Los periodistas Marga Parés, de El Nuevo Día; Carlos Weber, de Univisión y Sency Mellado y José Esteves, de Telemundo, se vieron afectados por los gases.

“Estaba detrás de la Fuerza de Choque, uno me empujó y prácticamente volé hasta el estacionamiento de prensa del lado del Senado. Le pregunté por qué me empujan, me di cuenta que tenía el lente roto y no pude retratar al policía que me empujó”, narró Kang, quien sufrió dos heridas abiertas en un brazo.

“Lo acontecido hoy es imperdonable, es un acto de intolerancia, un atropello y un abuso de la fuerza contra el pueblo y contra el derecho a expresarse”, dijo Héctor Ferrer, presidente del Partido Popular Democrático (PPD).

El representante Ángel Bulerín también sufrió los efectos de los gases y terminó en estado delicado en la enfermería del Capitolio.

En las escalinatas, el superintendente José Figueroa Sancha dijo que asumía “toda la responsabilidad” y no vio nada malo en la acción de sus tropas ni mucho menos en sus directrices. “Eran los gases lacrimógenos o una confrontación física que hubiera sido peor”, dijo, como si la confrontación física no hubiera ocurrido.

Al menos seis personas, tres varones y tres féminas, fueron atendidas en el dispensario Hoare, en Santurce, afectadas por los gases policiacos. Ninguna tenía lesiones de gravedad, dijo Ramón Alejandro Pabón, portavoz de prensa del Departamento de Salud.

Condeno la violencia y el abuso de poder

jueves, 1 de julio de 2010
Mabel M. Figueroa Pérez / Primera Hora

No podemos seguir así. No podemos permitir que este caos y abuso de poder sigan reinando en Puerto Rico. No podemos aceptar callados la imposición de violaciones constitucionales. No podemos, porque si lo hacemos nos convertimos en cómplices, como aquellos que con su silencio las avalan.

La borrachera de poder de algunos de nuestros políticos ha traspasado los límites a los que jamás imaginábamos que nos acercaríamos. No querer ver lo que está ante nosotros es vivir de espaldas a nuestra realidad.

El motín que se escenificó ayer en la Casa del Pueblo, así mismo, la Casa del Pueblo, aunque algunos insistan en ignorarlo, fue un bochorno colectivo como secuela de la directriz que impuso, en abierta violación a la Constitución de Puerto Rico y la Constitución de Estados Unidos, el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, de no permitir a los ciudadanos, a los constituyentes de este país que los pusieron allí, poder presenciar los trabajos de la sesión desde las gradas.

No eran muchos. Estaban dispuestos a presentar sus identificaciones. Nadie había vandalizado la propiedad. Pero, aun así, no se les permitió el acceso a un edificio público como es el Capitolio.



Tampoco hubo diálogo. En cambio, mandaron un ejército de la Fuerza de Choque a lanzar gas pimienta, a dar macanazos a diestra y siniestra y a empujar a todos los que se encontraban de frente. Movilizaron miembros de la Guardia Nacional y también sacaron un “selecto” grupo de agentes de la Unidad Montada como una forma de intimidación.

Era impresionante cómo no marcaron límites, cómo le dieron a todo ser humano que se movía frente a la Casa de las Leyes. A todos, aunque no se les enfrentaran. A todos, aunque estuvieran trabajando, como los compañeros periodistas de todos los medios de comunicación, que, muy valientes, se aguantaron el gas pimienta y los golpes de los musculosos agentes de la Unidad de Operaciones Táctica para que pudiéramos conocer la verdad de lo que allí pasaba.

¡Qué espectáculo! ¡Qué vergüenza!

Por eso fue insólito ver un poco más tarde llegar al superintendente de la Policía, José Figueroa Sancha, tratando de vender una versión de esa violencia desbocada contraria a la que todo el país presenció.

Honestamente fue un insulto al intelecto.

Pues, sepan que este pueblo es más inteligente de lo que piensan funcionarios como Figueroa Sancha y algunos “honorables”, a quienes nosotros, los contribuyentes, mantenemos con sus sueldos para que encima pretendan violentar los derechos sagrados que a todos nos cobijan en Puerto Rico, un país que tristemente ha dejado de ser la “Isla del Encanto”.