Legisladores cobardes avalan las terapias de conversión

El Nuevo Día


EDITORIAL
domingo, 9 de mayo de 2021


Más que la derrota de un proyecto de ley que buscaba evitar las llamadas “terapias de conversión”, la actitud de los senadores que le votaron en contra, o que se ausentaron cobardemente del proceso, ha enviado el mensaje equivocado al pueblo de Puerto Rico, faltando al respeto de aquellos que son o ya fueron víctimas de esa inhumana práctica.

La Comisión senatorial de Iniciativas Comunitarias, Salud Mental y Adicción, en votación de 8 a 7, acabó con las esperanzas de erradicar las llamadas “terapias de conversión” que en Puerto Rico, de forma más o menos solapada, aún se llevan a cabo, y que constituyen una forma de maltrato tan grave como el abandono o el castigo físico.

El proyecto de ley era claro en sus planteamientos: las terapias o “tratamientos” dirigidos a modificar la personalidad de niños y jóvenes, cuyo lenguaje corporal, actitudes o comportamientos no se corresponden con lo que se espera de ellos, por el sexo con que han nacido, causan daños psicológicos de por vida y constituyen un trato inhumano, impropio de sociedades democráticas y civilizadas.

La medicina moderna respalda esta idea. Y la ciencia, en general, se ha encargado de demostrar que las “terapias de conversión”, lejos de ayudar al ser humano, lo mutilan, y lo condenan inexorablemente al dolor y la frustración.

La sola existencia de una ley que pusiera esta situación en perspectiva devenía en un espaldarazo a los que sufren tan humillante trato, y una llamada de alerta para las familias, vecinos y comunidades. El gesto de haber presentado un remedio a través de la medida hubiese sido un disuasivo importante para los que todavía proclaman que lo diferente —”lo otro” en atracción sexual— es una enfermedad que “tiene cura”, una mancha de vida y un grave pecado. Y lo que es peor: un pecado que hay que corregir y castigar.

Los senadores que no han dado el paso valiente de prohibir las torturas de las terapias de conversión han permitido que se imponga la intolerancia. Y de forma cobarde.

Se jugaba mucho el país, en términos de su conciencia social, en esa votación primera de la referida Comisión, que hubiera dado paso a una segunda votación ante el pleno del hemiciclo. Ocho senadores les negaron a los puertorriqueños la oportunidad de aprender y crecerse ante los prejuicios.

Pero lo más llamativo, lo que más indignación tiene que causar, fue la ausencia de tres legisladores cuyos votos eran claves para el éxito del proyecto.

El presidente del Senado, José Luis Dalmau, probablemente no haya tenido, ni tendrá, en la presente sesión legislativa, una intervención tan importante como esta, a la que decidió faltar por lo que parecen ser presiones e intereses partidistas. La vicepresidenta de ese cuerpo, Marially González Huertas, tenía también la obligación política, el compromiso moral de asistir a su puesto de trabajo ese día, y no lo hizo. El colmo fue que uno de los coautores de la medida, el senador Javier Aponte Dalmau, se esfumara tranquilamente, aun estando consciente de que su presencia era vital para sacar adelante el proyecto.

Da la impresión de que usaron el debate y la atención mediática que suscitó durante meses, para ganar puntos y presumir ante el país, y que a la hora de la verdad se ampararan en cualquier excusa para no dar la cara.

El país sin duda lo tomará en cuenta. Más que eso: estamos convencidos de que legisladores valientes y conscientes del sufrimiento de la comunidad gay y trans harán todo lo posible por buscar la reivindicación de niños y adolescentes que hoy día tienen que sufrir en silencio las indirectas, burlas, sermones, consejos y amenazas veladas que van contra su naturaleza y sentimientos. No hay forma de reunir estos “métodos” que no sea bajo la sombrilla de la crueldad y la tortura. Y contra ella seguiremos luchando por nuestro compromiso con la defensa de los derechos humanos.