Lorenzo Homar, eterno en la memoria


El maestro sanjuanero sobrevive en la huella de una obra que desbordó su existencia


domingo, 4 de septiembre de 2011
 
Por Mario Alegre Barrios / El Nuevo Día
 

La última vez que nos vimos fue en una fresca mañana de febrero de 1993 que transcurrió entre la extinta galería Palomas y el parquecito frente a la Catedral sanjuanera, cerca de la Caleta de las Monjas, en la víspera de la inauguración de su última exposición retrospectiva.

Varios años antes -en 1978- el maestro Lorenzo Homar había tenido una exposición similar en el Museo de Arte de Ponce, despliegue que pensó sería el último con ese abarcador perfil, sin imaginar que tres lustros más tarde presenciaría otro. “Ahora sí creo que será la última retrospectiva de mi obra en la que estaré presente en la apertura...”, me dijo esa mañana mientras conversábamos en un banco del parque. Y lo fue.

Justamente 11 años después -a unos pasos de ahí y muy cerca también del lugar donde nació 80 años antes- el maestro murió apaciblemente en el hogar Nuestra Señora de la Providencia, en Puerta de Tierra, sin tiempo ya de ver el amanecer del 16 de febrero del 2004.

A unos días de la fecha en la que el maestro Homar hubiese cumplido 98 años de vida, el recuerdo de aquella extensa conversación me alcanzó con destellos propios de las experiencias que atesoro como un privilegio destilado por el paso del tiempo.

1913 1937 1946 1957
Lorenzo Homar nació el 10 de septiembre en Puerta de Tierra. Se coloca como aprendiz de diseñador de joyas en la Casa Cartier, al tiempo que ingresa al Pratt Institute. Se reintegra a la Casa Cartier y asiste a la Escuela de Arte de Brooklyn y toma clases con los maestros Rufino Tamayo y Gabor Peterdio. Tras diseñar el logotipo del Instituto de Cultura Puertorriqueña, crea el Taller de Artes Gráficas, al cual permanece vinculado por espacio de 15 años.
Durante esta época es que crea sus obras más importantes.
1928 1941 1950 1975
Se gradúa de escuela elemental. Su familia se traslada a la ciudad de Nueva York.
Entra a la Escuela Dewit Clinton, la cual tiene que abandonar por razones económicas para emplearse en un almacén de tejidos.
Se enlista en el Ejército al entrar los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Lo hieren en la cabeza durante un combate en las Filipinas, por lo cual recibe el Corazón Púrpura. Durante su estadía en el Ejército también hizo innumerables dibujos, muchos de ellos de batallas, que fueron publicados en al revista del Ejército, 'Yank'.
De regreso a la Isla, funda junto a los artistas Rafael Tufiño, José Antonio Torres Martinó, y Félix Rodríguez Báez el Centro de Arte Puertorriqueño. Establece su propio taller de pintura.
1931 1952 1979
Entra a la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York, donde estudia bajo la tutela de George Bridgeman. Se convierte en director del Taller de Gráfica de la División de Educación a la Comunidad, desde donde saldrá gran parte de su obra"cartelística". Diseña el cartel oficial utilizado para los Juegos Panamericanos.
2004
Murió el 16 de febrero.

La vida suele ser algo más que el tiempo entre dos fechas grabadas en un pedazo de mármol, realidad que en el caso de Homar alcanzó dimensiones sin duda épicas, con una huella que desborda lo que parece posible hacer en una sola existencia a contrapunto con un perfil bastante privado, cincelado por el maestro a fuerza de intentar mantenerse alejado de ese figuraje tan común entre los artistas.

Esa distancia -por modestia y no por arrogancia- construyó en torno a Homar una urdimbre de mitos que nunca negó ni afirmó categóricamente. No obstante, en aquella charla aceptó haberse convertido un poco en ermitaño.

“Nunca he sido vedette”, dijo entonces. “Paulatinamente el ambiente de las artes plásticas se ha convertido en un happening sin esencia. Hace unos días Rafael Tufiño le dijo a un crítico de arte, con gran tino, que efectivamente ahora había más pintores que nunca, pero muy pocos artistas. Se hace mucha pintura que no es arte. Esa es la realidad. No es que le saque el cuerpo a las entrevistas, pero al observar el espíritu que reina, he preferido mantenerme al margen, dedicado por completo a mi obra”.

Y vaya si Homar nos dejó obra.

Grabador, pintor, escenógrafo de Ballets de San Juan y del Festival de Teatro Puertorriqueño, Homar fue diseñador de los logos, medallas y carteles de los VIII Juegos Panamericanos celebrados en Puerto Rico en 1979. Asimismo, fue un apasionado de la gimnasia -era común tropezarse con él en la playa dedicado a alguna de sus rutinas- y un confeso trompetista frustrado.

Sin el menor vestigio de lisonja -y con reverencia profunda- innumerables discípulos lo consideran “maestro de maestros”, reputación que él siempre rechazó con franqueza. “No creo en la fama... es un invento de las modas que le sirve bien a las necesidades del mercado. Es algo efímero por naturaleza”, sentenció.

Poco después nos despedimos con un abrazo. Fue el último.