Devastada la isla por el golpe de María
El Nuevo Día

El potente huracán arropó a Puerto Rico con vientos de hasta 155 millas por hora, y, a su paso, causó daños, inundaciones y dejó al país consternado ante la magnitud de la recuperación que hará falta.

jueves, 21 de septiembre de 2017 - 6:00 AM

Por Benjamín Torres Gotay

La fuerza de los vientos de María fue tal que ningún tipo de edificación salió ilesa. (Xavier J. Araújo Berríos).

El huracán María penetró ayer como un barreno por el medio de Puerto Rico, arropando a toda la isla con feroces vientos de hasta 155 millas por hora que destruyeron total o parcialmente incontables edificaciones y con sobre 30 pulgadas de lluvia que hicieron salir de su cauce múltiples ríos e inundaron innumerables comunidades, causando dolor, devastación y caos general, en el mayor desastre natural que enfrenta la isla en décadas.

Las autoridades harán acopio de los daños a partir de hoy y, en los próximos días, se espera un recuento más detallado de las pérdidas.

El ojo de María tocó tierra cerca de Yabucoa, en el este, a las 6:15 a.m., y salió por un punto entre Barceloneta y Arecibo, a eso del mediodía.

Antes, durante y después, Puerto Rico vivió algunas de las horas más largas de su historia, aguardando con tensión incontenible un fenómeno que, cuando venía, tenía una potencia nunca antes vista aquí; sintiendo el feroz rugido del viento y viendo árboles, techos, verjas, semáforos y tejados volar cuando María galopaba sobre nuestras tierras, y esperando por el impacto de conocer todo lo que se perdió una vez el ciclón iba en ruta al norte de la República Dominicana.

Las comunicaciones, mientras tanto, colapsaron casi totalmente, lo que dejó a muchos viviendo la dramática experiencia de no saber por horas qué había sido de los suyos.

El gobernador Ricardo Rosselló dijo anoche que la recuperación de las comunicaciones será una de sus prioridades.

Al cierre de esta edición, Rosselló había confirmado una muerte, en Bayamón, relacionada con el huracán. Se trata de un hombre que recibió el impacto de un panel.

La fuerza del fenómeno fue tal que dejó vulnerable a todos los estratos de la sociedad, pues se reportaron daños tanto en comunidades pobres como en sectores más pudientes.

Ayer en la noche, cuando ya se habían retirado los vientos y quedaban como un último saludo de María aguaceros que seguían golpeando todo el territorio isleño, el país, viendo por primera vez parte de los daños, estaba estupefacto y desolado, anticipando una recuperación que será ardua, extraordinariamente costosa y que durará meses, si no más.

“Ha sido un impacto significativo aquí”, dijo el gobernador Rosselló, en una entrevista con El Nuevo Día.

Anoche mismo, Rosselló solicitó al gobierno de Estados Unidos que declare a Puerto Rico zona de desastre, lo cual liberaría fondos que se utilizarían para emprender la recuperación.

Igual, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) se disponía a rehabilitar puertos y aeropuertos para traer a la isla la maquinaria que ayude a levantar la infraestructura del país.

La necesidad era apremiante.

El 100% de la isla quedó sin luz. Una gran cantidad de personas, de las que anoche no se tenía certeza de cuántas eran, estaban sin agua potable. El Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín sufrió daños significativos. Y las comunicaciones telefónicas resultaron severamente afectadas. Los servicios de internet funcionaban a medias.

Múltiples carreteras estaban bloqueadas por árboles, escombros o inundadas, y las autoridades tuvieron que abrir las compuertas de las principales represas del país, Carraízo, La Plata y Toa Vaca.

Rosselló decretó un toque de queda que estará vigente en el periodo de 6:00 p.m. a 6:00 a.m. hasta el sábado en la mañana, luego de que se reportaran algunas instancias de saqueos en la zona metropolitana. 

La dificultad en las comunicaciones hacía anoche difícil determinar con precisión la magnitud del desastre. Sin embargo, lo que se pudo ver —y escuchar— hacía sospechar lo peor de las regiones de las que no se sabía nada hasta anoche tarde, como el sur y el centro de la isla, las dos zonas más pobres y vulnerables.

El día antes del huracán, el alcalde de Comerío, Josian Santiago, había dicho que el 40% de las viviendas en ese pueblo son de madera y temía que todas resultaran afectadas.

De Vieques y Culebra y de los pueblos del oeste y noroeste tampoco se sabía.

“Cuando podamos salir, vamos a encontrar a nuestra isla destruida. La información que hemos recibido no es nada alentadora. (El huracán María) es un sistema que ha destruido todo lo que ha encontrado a su paso”, dijo el director de la Agencia Estatal para el Manejo de Desastres y Emergencias (AEMEAD), Abner Gómez.

Grandes inundaciones

Tal como se temía, las inundaciones resultaron tanto o más grave que los mismos vientos.

Ayerse tenía certeza de que se salieron de su cauce en algún momento los ríos Grande de Loíza, Grande de Manatí y Grande de Arecibo, así como La Plata, entre Comerío y Bayamón; Cibuco, en Corozal; Espíritu Santo, en Río Grande, y el río Guayama, el río Piedras y el Puerto Nuevo.

Todos desembocaron en inundaciones, incluída una impresionante crecida en la comunidad Borinquen en Guayama, registrada en un vídeo que se hizo viral por las redes sociales y que muestra un río embravecido que hizo de la calle su cauce.

En el centro comercial Plaza Las Américas las aguas cubrieron completamente el estacionamiento, casi hasta cubrir la totalidad de las entradas.

El Cuartel General de la Policía, vecino de Plaza Las Américas en la céntrica avenida Roosevelt en Hato Rey, también se inundó. Anoche, las autoridades desalojaban varias urbanizaciones de Toa Baja, cuyos residentes esperaban ser rescatados en los techos de sus residencias.

"La cosa es seria, seria", dijo un vecino que se comunicó con la Redacción de El Nuevo Día.

Igualmente, se reportó una inundación de gran magnitud en la urbanización Quintas de Canóvanas, donde se vieron aguas a la altura de los buzones y, en Río Grande, donde una familia vivió la pesadilla de ver el agua entrar a una casa que habían comprado hace solo dos meses.

“No sabíamos que eso se inundaba de esa forma. Si yo llego a saber que eso iba a pasar, no me quedo ahí. Yo no iba a arriesgar mi vida y la de mis hijos”, dijo Olga León, quien reside junto a su esposo y sus hijos de 20 y 22 años en una casa en la carretera PR-187.

"Es difícil de procesar"

En San Juan, la mayoría de las avenidas estaban intransitables, con semáforos y árboles caídos y escombros que bloqueaban los accesos. Las vitrinas de muchos negocios no resistieron la fuerza de los vientos.

“Cantidad de casas en Cantera y Villa Palmeras están destruidas. Es difícil de procesar”, dijo la alcaldesa Carmen Yulín Cruz.

El alcalde de Cataño, Félix Delgado, dijo que su pueblo había sido devastado. Las comunidades de Cucharilla, Puente Blanco, la Puntilla y Juana Matos quedaron “destruidas”, dijo Delgado, quien precisó que la alcaldía también terminó con grandes daños.

“La torre principal está completamente destruida”, precisó. 

Igual ocurrió en la comunidad Juana Matos, de la que el alcalde dijo que el 80% de las 457 residencias allí quedaron inservibles. “Nos toca construir el nuevo Cataño, después de María”, dijo Delgado, visiblemente afectado.

En Loíza, que fue uno de los pueblos más afectados por Irma hace dos semanas, con 79 familias que perdieron sus residencias, no se salvó en esta ocasión ni la alcaldía, cuya cúpula fue arrancada por los vientos de María.

La alcaldesa, Julia Nazario, indicó que el ayuntamiento perdió nueve ventanas y que se dañaron el sistema eléctrico, equipos y documentos. “Lo más que me duele son los hogares destruidos. Puedo decir que la gran mayoría de las casas de madera en Loíza han recibido daños de diversa gravedad”, dijo la alcaldesa, quien precisó que todo el tendido eléctrico en el pueblo está en el piso y que dos de las vías principales —las carreteras estatales 187 y 188— estaban intransitables.

En Fajardo, en las calles había carros volcados, múltiples árboles en el suelo, árboles y semáforos caídos, negocios destrozados y botes virados en la Marina Puerto del Rey. El río Fajardo se salió de su cauce y en algún momento se temió que inundara el casco urbano y la alcaldía.

El alcalde Aníbal Meléndez indicó que, en las comunidades Vista Hermosa y barriada Roosevelt, la mayoría de las casas fueron destruidas. “Nunca había visto a mi ciudad tan destrozada”, afirmó.

Destrucción sin discrimen

María se colocó en ruta a Puerto Rico desde el pasado sábado y el lunes en la noche el país respiró hondo cuando alcanzó categoría 5, la más potente, con vientos sostenidos que llegaron a tener hasta 185 millas por hora.

Se esperaba al huracán más potente en la historia de Puerto Rico. Sin embargo, perdió un poco de potencia tras devastar a la pequeña isla nación de Dominica y, cuando llegó aquí ayer, era de categoría 4 y los vientos más potentes registrados fueron de 155 millas por hora.

Eso no lo convierte en el más potente de la historia puertorriqueña, pero sí, desde 1932, cuando San Ciprián impacó a Puerto Rico. Los vientos de María fueron más débiles que los de San Felipe II, de 1928, que sigue siendo el más fuerte de nuestra historia con vientos de hasta 160 millas por hora.

María superó en potencia a Hugo, de 1989, y, aunque en categoría es igual a Georges, sus vientos fueron más fuertes. En 1998, Georges provocó pérdidas que se calcularon en $6,000 millones.

La fuerza de los vientos de María fue tal que ningún tipo de edificación salió ilesa. Además de las casas de madera que generalmente no resisten los embates de estos fenómenos, hubo múltiples reportes de edificios modernos que perdieron aleros o ventanas, dejando a sus inquilinos a merced del potente fenómeno.

“Ningún huracán es más fuerte que los puertorriqueños y juntos nos vamos a levantar”, declaró ayer el gobernador Rosselló.

Los reporteros José A. Delgado, Gloria Ruiz Kuilan, Javier Colón, Libni Sanjurjo, Bárbara J. Figueroa y Nydia Bauzá colaboraron con esta historia.