El desarrollo, el patrimonio y la ley
El Nuevo Día/19 deJulio de 2007
Por César R. Vázquez Díaz
Ex presidente de la CEE
En los últimos años nos hemos enfrentado a las paradojas que con
frecuencia nos presenta el diario vivir en Puerto Rico.
En esta ocasión se trata del repunte de la discusión sobre el
llamado Corredor Ecológico del Noreste, los detalles sobre los
rodeos a los reglamentos en el desarrollo de los terrenos aledaños
al Caribe Hilton y el desalojo a la fuerza de invasores de
terrenos de la Autoridad de Tierras en Toa Baja.
Las llamo paradojas por que en las tres situaciones mencionadas
hay una aplicación distinta de la ley y los reglamentos,
reflejando contradicciones a pesar de las similitudes que tienen
los casos.
En Puerto Rico como en el resto del mundo hay una gran lucha por
el uso de la tierra, entre los que desarrollan proyectos de
viviendas, los que tienen necesidad de vivienda y los que
defiendan el ambiente. En un planeta donde la expectativa o
promedio de vida va en constante aumento por los avances médicos
en términos preventivos y curativos, sumado a la tasa de
nacimientos que no parece disminuir, el espacio de tierra
habitable se hace cada vez menor pues Papá Dios hace tiempo que
terminó su parte y no va a crear tierra adicional.
Esa realidad no puede ser más dramática en una isla de 100 millas
de largo por 35 de ancho como es Puerto Rico y con una población
rondando los 4 millones de personas. Aquí, esa lucha entre dichos
tres sectores no puede ser más encarnizada, que buscan que el
árbitro y juez, que tiene que ser el Estado, incline a su favor la
balanza de las decisiones.
Desafortunadamente en ese proceso decisional no siempre el Estado
es justo. Hemos visto demasiada de muchas veces donde las agencias
reguladoras representantes de éste, toman decisiones que luego de
ser sometidas a escrutinio demuestran que en el manejo del proceso
hubo actos en unos casos inexplicables, en otros irregulares y en
otros hasta ilegales.
Las tres situaciones que presento al principio son un ejemplo de
esto. La lucha por la zona costera del noreste de Puerto Rico
lleva más de 10 años. Algunos desarrollistas han presentado
proyectos residenciales y turísticos que prometen inyectar una
fuerte corriente económica a todo el sector. Comenzando con un
alto número de empleos temporeros en la fase de la construcción y
luego en la fase del sostenimiento y mantenimiento con producción
de empleos permanentes, a lo que se añaden los arbitrios y
contribuciones municipales y estatales que todo el ciclo
representa. Frente a ese atractivo económico tenemos la verdad
irrefutable que esa área posiblemente sea lo último que nos queda
del patrimonio natural donde aún hay espacios de total pureza
ambiental.
En este caso los reglamentos y las leyes han estado sirviendo bien
a ambas partes, desarrollistas y ambientalistas. Queda reflejado
esto por la larga lucha que ha estado entrando y saliendo de los
tribunales. De hecho, en todo esto las partes se han ido acercando
y me parece que a la larga sí habrá desarrollos turísticos de
impacto económico duradero ajustados a la realidad de que aquella
área hay que protegerla, por ser prácticamente lo último que nos
queda con tales características.
Por el contrario, parece que los desarrollistas han llevado la
mejor parte en el llamado Paseo Caribe, en los alrededores del
Caribe Hilton. A pesar de señalamientos inequívocos de expertos y
asesores de que la construcción sería un gran impedimento al
acceso al Fortín de San Jerónimo, que imposibilita hacer trabajos
para mantenerlo y evitar que colapse por los embates del mar, todo
lo que se quería evitar es un hecho. En este caso se ha alegado
que se aprobó un reglamento cortado a la medida para rodear, o
circunvalar, el reglamento general que protege las áreas de
patrimonio histórico.
O sea, alegadamente le dieron la vuelta al estatuto regulatorio y
lo acomodaron a favor de una parte.
En contraste con esto último, a los que invadieron en Toa Baja les
aplicaron la ley y les destruyeron las pequeñas estructuras que
levantaron con la esperanza de tener un lugar permanente para
vivir. No estoy queriendo decir que la acción de desalojo fuera un
acto ilegal pues hubo una orden judicial. Lo que digo es que en
esta situación hubo una rápida intervención por el Estado para
terminar una invasión ilegal de terrenos, mientras que en la
ocupación de terrenos cercanos al Fortín nada ni nadie detuvo la
construcción.
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