Tufiño en sus propias palabras

19 Mar 2008
Por: Jorge Rodríguez
ESCENARIO El Vocero


Uno de los últimos encuentros con el Maestro Rafael Tufiño (1922-2008) fue en la víspera de cumplir sus 85 años de edad, que al igual que aquellos sabios chinos, dio a comprender la realidad de la soledad como ese espacio único para comunicarse con su verdadero ser: ése que emana desde su interior y se manifiesta —casi en tercera persona— pintando sus cuadros y actuando sobre sí, como afirmó. Esa fuerza, esa energía, el artista la vislumbraba incluso como más fuerte que él. Hoy brindamos a nuestros lectores a "El Tefo", en sus propias palabras.

Una voz interior que señala

"Yo siempre me he dejado llevar por una fuerza interior que me señala las cosas, el camino y todo eso. Yo paso por un sitio y veo algo y digo tengo que hacer eso. Es como una compulsión y tengo que hacerlo. Y trabajo mucho porque quede bien. A la larga, viniendo a lo que decía (Mark) Rothko y Paul Klee y a base de lo que he leído, siempre me he dejado llevar por esa cuestión de mi voz interior. Mi vida diaria es así: si tengo que mover aquel libro para allá, lo muevo. Yo funciono así y tengo esa manía de estar arreglando, componiendo. Pero es esa voz que me dice tienes que hacer eso. En la pintura uno tiene que adiestrarse técnicamente en todo para que entonces fluya el espacio interior y hacer la derrama en la tela".

Cuando vivía en Brooklyn

"Yo en Brooklyn vivía bien, bien vestido y bien cuidado. Me tenían en mi casa como un rey. A mí me llaman la atención en muchos términos que cuando yo llego aquí es la Depresión y digo ‘miren cómo es la vida’. Me han quitado todo para devolvérmelo de otra manera, y me lo dejan escondido para que yo lo descubra, que es el arte. Por mucho tiempo fui un niño bien pobre, viviendo en el arrabal, vendía maní y dulce en San Juan, y después de eso me hice pintor de letras para ganarme el pan y ayudar en la casa. Por ahí me voy en veinte mil cosas y considero que no ha estado tan mal. He vivido así medio soñando y viviendo las cosas de mi país que las amo tanto. En fin, ¿cómo no iba a trabajar para mi país?"

La vida en Puerta de Tierra

"Yo fui a vivir a Puerta de Tierra y estaba en las Fiestas de Cruz donde me ponían un traje de papel crepé y con un corcho me pintaban el bigote y la barba para hacer de santo. Yo vivía en el ranchón en la parte de arriba y veía el tren cuando pasaba. Recuerdo que subieron a una mujer que le decían Elena, en un sillón que la llevaban para el Cuarto de Socorro, después que la cortaron. Esa era mi cuestión con el folklore, la música, la plena; y como yo vengo de allá afuera, era un turista y nunca había visto nada de aquello. Para mi edad, era algo maravilloso y tanto verlo y oírlo en mi casa, pues se me quedó".


"La plena" comisionada por Alegría

"Ricardo Alegría estaba haciendo un documental para la Divedco, titulado ‘La Plena’, y me coomisionó para que hiciera un mural de "La Plena" por haber estudiado pintura mural. Yo escogí las proporciones de 30 pies por 16 pies; y se pintó en el estudio de sonido de la División, en el hoy Museo de Arte de San Juan, sobre planchas de masonite blando. En ese mural cuando uno lo ve, lo pinté de memoria y sólo uso una foto de Canario; y de otro del que hice un retrato fue de Isidro, el chofer de la División. Y yo que me pinté por allí de memoria también. Hacía ilustraciones, carteles y cuando tenía un tiempo libre iba a trabajar en el mural. Me pusieron andamios, los sábados y domingos trabajaba en él; y después, me iba a La Botella y al Bar Seda con todos los escritores René (Marqués), Pedro Juan (Soto), Emilio (Díaz Valcárel), (Marcos) Díaz Frese, con los de gráfica y cinema, y algunos otros".


Haciendo trabajo de identidad

"En la pintura mural, tú haces las composiciones de algo grande con algo pequeño para que todo se vea grande. Es una cuestión de relaciones. Por ejemplo, yo puse el huracán bien grande pero si está solo, no lo es. Está la tintorera del mar que es pequeña, Santa María es otra proporción como Fuego en la Cantera, los elementos de la muralla, el tipo cortando a Elena. Los grabados de ‘La Plena’ tienen una dimensión mural. Pues, y también está lo que pasó en mi casa que como cuando era un nene na sabía nada de Puerto Rico; y por eso, las cosas que pinto y grabo son las de Puerto Rico. A mí me gusta el arte moderno, pero yo quería hacer las cosas de aquí, haciendo trabajo de identidad".


El arte abstracto

"¿A quién no le va a gustar un Paul Klee, si no está ciego o mal acostumbrado? Yo era ‘rotulista’ y cuando uno empieza a diseñar con lo que trabaja es con abstracciones. No hay imágenes ilustrativas ni nada de eso y tu tiras una línea gruesa y tienes que combinarla con una fina, y te pones a trabajar como si estuvieras en el periódico pegando anuncios. Eso es abstracción. Y si a uno le gusta el arte y está envuelto, no entiendo cómo a algunos no le gusten las abstracciones. Yo pongo mis colores y eso, como si fuera a pintar de otra manera; y lo que pasa ahí, yo no sé. Cojo un color y lo pongo, en una forma y después que venga el otro, el otro, otro y otro, y ya. Y yo voy poniendo todo junto. Que, últimamente, yo le llamo a eso como pensar sin pensar. A mí, me habían hablado de la abstracción que cuando uno sumaba dos más uno, ese proceso era abstracción. Ya, intelectualmente mi quehacer, está lleno de abstracciones".


Los valores del pintor

"Empecé a hacer muchas cosas en papeles chiquitos pero un sicólogo me dijo las hiciera grande, y las hice un poco más grandes. El pintor tiene que aprender lo que son los valores, los colores, la composición y en eso, yo le he metido duro. ¿Cómo yo aprendo eso? Pues, mirando por la botella con un bloody-mary. Para que en una pintura funcione, el artista detrás de eso, tiene que dominar los elementos objetivos de la plástica".


"Las mujeres con quienes yo viví —porque no me casé con todas—, les hice pinturas. Estuve en el Ejército de 1942 a 1946 y lo que quería era arreglar el mundo. Pero que me fui a estudiar a México y me enredé con una mexicana, Luz Aguirre, con quien tuve a mis hijos Nitza y Rafaelito. De ahí, estuve aquí, y con una joven de nombre Bonnie Reeceman, mi arrebato verdadero, tuvimos a Rima; y con el tiempo, me toco La Siciliana con quien tuve a Salvatore. El último fue Pablo, el de Ada Soto, de apellido japonés. En cuanto a mi primer amor, de chiquito yo miraba mucho a una muchacha en Puerta de Tierra cuando iba al estudio de Juan Rosado; pero ella nunca me hizo caso. Yo vivía en el arrabal aunque cuando vine a tener novia fue después de soldado".