Hoy, cuando me acercaba a
una de las esquinas de la Plaza de Armas del Viejo San
Juan, me pareció ver a Tefo, a Rafael Tufiño
(1922-2008), cruzar la Calle de la Cruz. Vislumbré su
estampa, siempre derechito, con sus gafas oscuras y su
habitual sombrero, caminando hacia el Café de las Cuatro
Estaciones. Y es que Tefo era (y tal vez lo sea por
siempre) una presencia en el casco de la ciudad.
Aquí vivió durante largos años, trabajó, hizo arte del
bueno, se conoció bohemio, y cultivó la mágica
conversación cotidiana. Sus panas, los artistas de la
Calle San Sebastián, lo acompañaban a diario, pero
también lo hacían los camareros, dependientas de las
farmacias, estudiantes, transeúntes y los vecinos y
vecinas de toda la vida. Todo el mundo sabía que era un
hombre importante, que su obra valía y vale, sin
embargo, también lo conocían por su sencillez asombrosa.
Yo también lo conocí. Compartí con él, nos visitamos, y
con mi compañero Ariel Ortiz Tellechea, nos retratamos
los tres, riendo, gozándonos el frescor de un atardecer
navideño y de las luces rosadas sobre el patio español.
Luego vino la amistad entre nuestros hijos, Pablo y
Alana, el compartir de sus estudios universitarios;
otras largas conversaciones al fragor de la juventud.
Pero nunca había entrevistado a Tufiño. Ese momento
llegó el 7 de enero de este año. Y aunque el Tefo ya se
sentía enfermo su lucidez brilló a través de las ondas
radiales. Días después fue hospitalizado. Las imágenes
de la conversación en el estudio rondan en la memoria,
su metáfora del “enamoramiento de la toronja” me
alucina. Comparto hoy este recuerdo que es más una
conversación informal entre amigos que una entrevista,
con el cariño que guardo por su hijo menor Pablo, y con
el respeto que siempre he tenido por el gran artista
Rafael Tufiño.
Norma Valle -Tefo, tú eres un artista tan prolífico;
haces grabado, dibujo y pintura. Pero, te pregunto,
¿cuál de tus obras, una o más, tienes más cerca de tu
corazón?
Rafael Tufiño- La que inmediatamente sube al corazón es
Goyita, que es el retrato de mi mamá. Ella era Escorpio
como yo, y da la casualidad de que cuando empiezo a
trabajar en toda esta obra es la época de Escorpio, para
octubre del ‘51. Y a mí lo que me importa es que la hice
bien feliz, ella estaba bien feliz con su cuadro.
¿Es óleo sobre lienzo, u óleo sobre masonite?
Lo hice sobre masonite porque en ese tiempo estábamos
acostumbrados a usar masonite (plancha de fibra de
madera). Claro, yo la preparé bien, hice el boceto
encima y después empecé. Yo siempre pintaba los fines de
semana, porque durante la semana tenía otro trabajo, y a
mí me gusta cuando me pongo a pintar, pintar todo el
día. No me gusta pintar poquito, sino estar apegado a la
obra todo el día. Resulta que el primer día pinté todo
el día pero cuando lo miré como que no estaba bien y lo
borré. Al otro día empecé de nuevo y me pasó lo mismo,
entonces ya en el tercer día lo hice. Yo creo que los
días anteriores se convirtieron en un entrenamiento, en
un ensayo.
Es como si estuvieras haciendo bocetos.
Entonces cuando terminé, por la noche, me dije, esto es,
y unos días después le di unos toques a la cabeza. Lo
que importa es que yo fui hijo único y yo admiraba mucho
a mi madre y la lucha que ella había tenido y lo que
había hecho, yo la respetaba.
¿Ella posó para ti o tú la hiciste de memoria?
Ella posó para mí en el principio, y después yo iba
pintando a base de lo que tenía hecho y elaborando sobre
eso.
Y cuando ella vio el cuadro, ¿cómo se sintió?
Se sintió más bien (sonríe), no quiero exagerar, pero sé
que se sintió bien y yo me sentí bien feliz, porque yo
creo que era lo mejor que yo podía hacer como regalo a
mi madre.
Ese cuadro, ¿dónde está actualmente?
En los sesenta pasó a formar parte de la Colección del
Instituto de Cultura. Es que yo quería que estuviera en
un lugar seguro, que no hubiera muchos cambios, y eso tú
sabes que las instituciones cambian mucho, pues, ahí lo
tienen en el museo.
En la preciosa pinacoteca, en el Convento de Santo
Domingo.
Sí, con otras pinturas mías, le tienen creo que El
Santero al lado y, más acá, tienen otros cuadros.
Nací en Estados Unidos, pero siempre de niño escuchaba
hablar tanto de Puerto Rico que cuando llegué a la Isla
y empecé a verlo todo, para mí fue una experiencia
grande. Me llenó mucho, quería dibujarlo todo.
Tú querías dibujar paisajes y casas.
No hice muchos paisajes porque yo no guío y eso es un
problema porque tengo que llevar la caja de pintura y
traer el cuadro y para mí era un problema.
Pero tus paisajes son urbanos
Cuando regresé de México (dónde estudió arte con los
muralistas mexicanos) escuché un programa de Abelardo
Díaz Alfaro (WIPR Radio), que fue importante para mí. Él
habló del estilo de pintar la figura y con un pequeño
paisaje detrás. Entonces, mi obra ha sido así.
Tú te criaste en Nueva York hasta que tenías como diez
años y luego llegas aquí, a Puerta de Tierra, ¿resides
en Puerta de Tierra?
Primero tuve la suerte de vivir como si fuera un
prólogo. Resulta que yo tenía como cinco años y el
doctor que me atendía le dijo a mi mamá que yo
necesitaba el sol, o sea la vitamina D. Pues me trajeron
a vivir a La Perla. Mi abuela tenía una casa allí, eso
fue antes de San Felipe, una semana antes del huracán
regresé a Estados Unidos. Durante esa estadía en San
Juan asistí al Colegio de Párvulos (Viejo San Juan) y lo
único que recuerdo de esa experiencia es que una monja
me dio toronja y me enamoré de la toronja para todo el
resto de mi vida.
Así que ése fue tu acercamiento a Puerto Rico cuando
eras chiquito, en La Perla, el mar, el olor del mar.
Sí, todo eso y ver a mi tío, las cosas que hacía, oír el
cuento del matadero allá abajo, de las Fiestas de Cruz,
yo no sabía nada de esas costumbres y me enamoré de
todas estas manifestaciones.
Cuando llegaste, ¿hablabas inglés o español?
Yo hablaba inglés y un poco de español, pero no escribía
español, porque en la escuela en New York lo que aprendí
fue inglés. De hecho, cuando vengo a los diez años
aprendo el ma, me, mi, mo ,mu, porque no daba pie con
bola en la escuela de aquí, hasta que me pusieron en
primer grado.
Entonces, cuando llegas en el 1932, vives en Puerta de
Tierra.
Si, vivo en el Ranchón Tesoro que era un multifamiliar
grandísimo que estaba en la calle Pelayo en la Parada 5,
cerca de la vía del tren y ahí vi cosas que utilicé para
la plena (Mural La Plena), como una vez que subieron a
una mujer cortada.
¿Ése lo usaste para ilustrar el mural de la plena
“Cortaron a Elena”?
Sí, me acordé de eso y lo pinté en el cuadro.
¿Qué más recuerdas de tu infancia?
Bueno en ese tiempo estuve en San Juan y recuerdo poco.
Pero verdaderamente cuando era pequeño es que entra en
mí San Juan. Es que cuando yo llego vivíamos en el
arrabal y los primos míos vendían maní. Yo me puse a
vender maní también porque había que ayudar a la
economía de la casa, porque era la época de la depresión
y entonces yo caminaba por toda la Avenida Fernández
Juncos hasta donde están las lanchas de Cataño para
vender maní. Pero siempre cogía y me iba a ver todo el
Viejo San Juan y me enamoré de San Juan, de lo bello, la
arquitectura, las calles, eso me encantó. Y, no creas,
me dio trabajo, llegar a vivir en San Juan por la
cuestión económica. Empecé a trabajar en San Juan en los
cincuenta y a vivir allí en los sesenta.
¿Empezaste a trabajar en los cincuenta en la División de
Educación a la Comunidad, donde estaba ese grupo
maravilloso de artistas?
Sí. Sabes qué pasó, siempre hay cosas bien bonitas, yo
estaba en el taller en Puerta de Tierra, y te acuerdas
que te dije que cuando había trabajos afuera yo era
quien salía.
En Puerta de Tierra hacías rótulos.
Sí. Pues llamaron de la División solicitando un
rotulista. Como yo era el que salía a hacer rótulos
afuera, fui. Rosado, el maestro, iba al lado mío a
llevarme, y yo estaba un poco molesto porque no me
gustaba trabajar para el gobierno. Pero cuando llegué
allí empecé a ver, y empecé a hacer todos los letreros,
y alargué el trabajo para ver bien lo que estaba pasando
como si fuera un chismoso.
Y allí estaba la flor y la nata de los artistas, los
escritores René Marqués, Pedro Juan Soto.
Sí, estuvo Julio Rosado del Valle, y ya estaba Homar,
entonces entré yo. Y yo era como un segundo jefe. Homar
y yo, a pesar de ciertas circunstancias, nos llevábamos
bien en muchas áreas. En el mundo de las ideas decíamos
vamos a hacer esto y nos poníamos de acuerdo y hacíamos
arte para la educación de la comunidad.
¿Cuánto tiempo estuviste trabajando en ese maravilloso
taller?
Yo me fui en el ‘63, a finales, como para octubre,
porque yo tenía unas ideas un poco raras o tal vez son
buenas.
Sí, yo creo que sí que son buenas.
… y era que yo no quería trabajar mucho tiempo en un
mismo lugar, porque uno se convertía en el trabajo
mismo.
... se ponía como obsoleto en el mismo trabajo.
Entonces me fui al Instituto de Cultura Puertorriqueña
con Homar y con don Ricardo Alegría. Yo admiraba mucho
la obra de Ricardo. En el ’50, Ricardo antes de que
creara el Instituto y la Escuela, nos encontrábamos,
hablábamos, y él se quejaba conmigo. Me decía: “no
entienden de lo que yo estoy hablando”. Me lo decía a
mí, y yo sabía que todo lo que él quería hacer estaba
bien.
La obra extraordinaria que ha hecho don Ricardo Alegría
con la ayuda de gente como usted.
Él salvó a San Juan. Cuando yo llegué a San Juan los
edificios se estaban derrumbando. Claro, ahora los
edificios cuestan como un millón de pesos pero mira qué
bonito y bien arreglado está San Juan. Lo único que lo
dañan son los graffiti.
Los graffiti, qué triste, porque si fuera graffiti
artístico. Pero tú y yo tenemos el privilegio de vivir
en San Juan, de amarlo, y amar cada piedra, y ese Viejo
San Juan está mucho en tu obra, Tefo.
Mira yo hice un monograma de mi dirección, eso se me
ocurrió un día en los sesenta. Ponía un retratito, un
dibujo mío lineal, ése era Rafael Tufiño, entonces los
adoquines, el número 107, un San Juan, un gatito, Puerto
Rico. Hay carteles que tienen eso con los adoquines,
porque me volví loco con los adoquines, tanto así que
fui al diccionario para ver qué quería decir adoquín, y
cuando lo leí me espanté, decía necio, y lo eché a un
lado, y me dije: ¡ay no!, a mí no me importa nada de
eso, eso es cosa de ustedes, yo quiero a los necios.
Nuestros adoquines son bien especiales y son bellos.
Eso es bien lindo en San Juan. Hay unos brutos que
quieren quitarlos, bueno que me perdonen eso de bruto,
creo que no debo ser así.
Tefo tú haces grabado y haces pintura, ¿qué te gusta más
de las artes plásticas?
Primero lo que yo hacía era copiar, entonces me volví
“sign painter” (pintor de rótulos). El “sign painter” es
más creativo que los que solamente copian. Usa la
inventiva para hacer los diferentes tipos de letra. Eso
me llevó al diseño del libro, de ahí hasta Educación de
la Comunidad. Entonces empecé a estudiar las cuestiones
de espacio, tipografía, las líneas, los espacios.
En mí todo ha sido por etapas. Por ejemplo, en el ‘46
cuando estaba en México y oigo la palabra grabado digo
“¡ay!, yo quiero estudiar eso”, no sabía ni qué era. Mi
compañero de estudios me quitó la idea, pero yo salía de
una clase y me metía en el taller de grabado a ver qué
era lo que estaban haciendo. Nunca estudié grabado sino
que simplemente lo vi, lo aprendí de verlo y cuando me
iba a ir le pregunté a los compañeros del taller que
dónde compraban las herramientas. Por casualidad era en
Nueva York, en Lions’ en Fulton Street y yo me
apertreché y vine a Puerto Rico cargado con todas las
herramientas. Luego pintaba letras y tenía el
grabadillo, practicando fui haciendo grabado.
Por influencia de Homar hice un grabado de un cortador
de caña, así en madera. Entonces iban a hacer un
porfolio, y yo le presento a Irene Delano, entonces
directora de arte de la Divedco, y cuando vio el
cortador de caña, me dijeron ¡muchacho!
Se quedaron maravillados.
No, el primero no, lo miraron como que eso está leña. Yo
me fui para mi casa y trabajé toda la noche, entonces
les traje el grabado del cortador de caña y me lo
aplaudieron mucho.
Me imagino que trabajar así en ese grupo fue bueno
porque se estimulaban unos a otros tanto en la Divedco
como en el taller del ICP.
Sí porque la idea no era de que yo era mejor ni peor.
Mira, esto es para otro nivel, hay que suspender los
celos, las envidias.
Es importante trabajar en equipo.
Sí, pero, sin celos.
Algunos de los Libros del Pueblo (serie de la Divedco),
no tienen la identificación de quien hizo el dibujo,
aunque se nota que son varios de ustedes, Isabel Bernal,
tú y Carlos Raquel Rivera, pero no están identificados
sino que se ponían todas las ilustraciones y simplemente
al final los nombres de los artistas, eso era usual.
No se ponían los nombres porque era trabajo de Educación
de la Comunidad y era el todo y no era una persona. Con
el tiempo, pasó con los mismos carteles que, por
ejemplo, todo lo que se hacía era de la División. Cuando
empezó el reconocimiento lo suspendieron. Yo,
perdonando, el primer cartel que hice salió en un libro
internacional con todos los grandes cartelistas del
mundo, “chacho”, yo me quedé bobo.
Ese cartel tuyo La casa del amigo ha recorrido el mundo
entero, es una maravilla, porque es minimalista, con
tanto color.
Ése es mi cartel japonés.
Tú sabes que cuando estábamos en la División nosotros
hacíamos un boceto, hacíamos el cartel y ya. Sabíamos
que detrás de eso estaba la gran intención de educar.
Aconsejábamos, decíamos ese valor está mal, a ese color
hay que ponerle esto, le falta tal cosa, el proceso de
crítica era bien colectivo.
En México ¿estudiaste con los maestros del mural o
estudiaste sólo pintura?
Yo estudié pintura y dibujo en la Facultad de Pintura de
la Academia de San Carlos. Estudié pintura al fresco, la
técnica del fresco. Ellos no te enseñan la composición,
porque la pintura en mural es esencialmente la
composición y no todos componen bien, desconocen mucho.
Mira una cosa que a mí me sucedió es que yo salía de la
División y me ponía a mirar la Iglesia de San José
(Viejo San Juan) y a mí me estaba raro, porque la puerta
está aquí y no está allá, y porque la ventana está aquí
y no está acá. Estuve bregando eso unos cuantos años.
Hasta que descubrí que eso era simetría dinámica, que se
usa en el cine. Eso viene de los griegos, tú coges un
pintor como Seurat, sus composiciones son de simetría
dinámica. Así también Picasso y todos ellos. La cuestión
es que caí en cuenta y estuve dando clases sobre esto a
los estudiantes.
Tu pintura de la Iglesia San José es maravillosa.
No, sólo me estaba haciendo preguntas.
Lo que digo es que la pintura, que se incluye en tu
libro de la retrospectiva, es maravillosa. Es decir que
pintaste la iglesia.
Sí, no me acuerdo. (“Sí la pintaste, en azul”, dice su
hijo Pablo, quien lo acompaña durante la entrevista.)
Simetría dinámica es la regla, lo básico es la ley del
caracol, lo representa sin dibujo, es un cuadrado, la
diagonal te da el rectángulo y así se va convirtiendo en
otro rectángulo y entonces del cuadrado se va formando
una curva. Las cosas bien diseñadas están hechas a base
de la simetría, de ese tipo de composición.
Te pasas observando, te veo en la plaza, toda la vida
has sido un observador del pueblo, de tu ciudad.
No tengo mas na’ que hacer.
...y pintar
Pero cómo uno va pasar indiferente por ahí, chica, y
estar distraído con tonterías.
Tefo tú has tenido el privilegio de vivir de tu pintura,
económicamente has podido mantener a tu familia
No, más bien he tenido que trabajar y trabajar en bruto.
Pero una cosa ha ido trayendo la otra.
… Pero has trabajado en cuestiones de arte
Sí el arte viene envuelto, pero una cosa ha traído la
otra. Por ejemplo, los grabados. Hay un grabado que yo
hice de mi mamá con Rafaelito, que está en la Biblioteca
del Congreso, el del temporal está en el Metropolitan
Museum of Art.
Cuando me iba para el Instituto fue cuando Luiggi
Marozzini (importante galerista de San Juan, ya
fallecido) puso su galería y me pidió que hiciera una
exposición de grabados en la Galería Colibrí. A mí se me
ocurren cosas raras, pensé que los artistas no deben
aburrir la audiencia. Así que en vez de pintar cogí una
plancha e hice todo el cartel en grabado. Entonces,
Lieberman (marchante de arte) vio la parte que yo había
hecho en el grabado, de una mujer mirando al techo y me
pidió que le hiciera 200 copias.
Tenía otro segmento que se llamaba El Tefo, en este
autoretrato, yo estoy sentado con una matita, detrás de
mí está el sol, y tengo un libro de Erich Fromm (a quien
conoció personalmente) en el bolsillo, estoy mirando
hacia el frente. Lieberman me dijo que le hiciera 20
grabados de ésos.
Y te los compraba.
Sí, ese señor me levantó.
Déjame contarte sobre el grabado que está en el
Metropolitan. Resulta que en la calle 8 había un
chileno, era un periodista con quien relajábamos. Me
decía que yo era un vago, así es que un día le mandé
unos grabados, incluyendo uno de Loíza, que se llama La
Ceiba. Lo exhibió en su galería y cuando vino el
representante del Metropolitan enseguida lo compró para
el Museo. Salí con el perfil así (ladea la cabeza).
Todo orgulloso, me imagino…
Postdata
La obra artística de Rafael Tufiño se encuentra en la
Galería Nacional de Puerto Rico, en el Museo de Arte de
Puerto Rico, el Museo de Ponce y en el Museo de Arte
Contemporáneo. En Nueva York está representado en el
Museo del Barrio, el Museo de Arte Moderno y el Museo de
Arte Metropolitano. En Washington, DC, en la Biblioteca
del Congreso de los EEUU. En Filadelfia, en el Museo de
Arte de Filadelfia. También su obra se encuentra en
Holanda, en los Emiratos Árabes, así como en cientos de
colecciones privadas en todas partes del mundo.
En esta conversación-entrevista periodística que
incluimos aquí se refleja la humildad auténtica de este
grande de la pintura puertorriqueña. Se refleja su
ironía, su sentido del humor, pero principalmente, su
sentido de asombro ante las cosas más sencillas de la
vida, una toronja, un adoquín, la fachada de una
iglesia. La forma en que se expresa a sus ochenta y
tantos años es incomparable. Habla de cuando “San Juan
entró en mí”, “cuando me enamoré de la toronja”, de su
madre, de sus colegas, de las ideas que ocuparon su
mente durante su vida.
Transcrita, su palabra permanece; más su voz, con pausas
largas y sus reflexiones en voz alta, hacen bien a
quienes la escuchamos.
1Esta es la última entrevista que concedió el
pintor del pueblo, Rafael Tufiño. Se transmitió en vivo
por Radio Universidad de Puerto Rico, WRTU-FM, el 7 de
enero de 2008, a las cuatro de la tarde, en el programa
Agenda de Hoy de la periodista Norma Valle Ferrer.
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