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Recuerdos de La plena de Rafael Tufiño    

Por: Jorge Rodríguez
Redactor ESCENARIO

Noticia salió publicada en: 12/4/2004

Para el maestro Rafael Tufiño, al igual que con Paul Klée, el arte se constituye en un salto hacia el vacío para de ahí en adelante tomar posesión —como pasa con la vida misma—. El maestro, nacido en 1922, en Nueva York, de pequeño en Brooklyn vivía bien, bien vestido, bien cuidado, como un rey, según rememora; hasta que llega a la isleta de San Juan tras la Depresión. "¡Y miren cómo es la vida que cuando yo llego aquí, me han quitado todo; pero para devolvérmelo de otra manera, y me lo dejan escondido para que yo lo descubra, que es el arte!", declara el maestro del grabado, en ocasión de inaugurar hoy la Trienal Poli/Gráfica de San Juan, América Latina y el Caribe.

El pintor, muralista, cartelista e ilustrador, icono de las artes plásticas boricuas, comenzó su formación artística con Alejandro Sánchez Felipe, Juan Rosado y la Academia de San Carlos de México. En 1950 cofundó el Centro de Arte Puertorriqueño (CAP), y dos años más tarde ingresa al Taller de Gráfica de la División de Educación a la Comunidad (Divedco). En esos primeros años de mitad del siglo pasado es que produce el famoso portafolios de grabados "La plena", así como el cartel del documental de Ricardo Alegría del mismo nombre; y el mural "La plena", instalado en el Centro de Bellas Artes de Santurce, el que se traduce en esta temporada al medio del giclée.

"Por mucho tiempo fui un niño bien pobre, viviendo en el arrabal, vendía maní y dulce en San Juan, y después de eso me hice pintor de letras para ganarme el pan y ayudar en la casa. Mi affaire con la plena empieza con mi tío Pablo allá en Brooklyn, que tenía una colección de discos sobre la plena, y como mi familia conocía a Canario, a través del Club Demócrata Eugenio María de Hostos, éste nos visitaba", resalta Tufiño.

Como a los 10 años, a su regreso, fue a vivir a Puerta de Tierra abajo, al arrabal, al mangle, en la calle Ancha —la calle de los Cuernos—, en el ranchón Tesoro, y ahí es que nuevamente se topa con algunos pleneros, escucha el seis chorreao y a Toribio cantando décimas. Este sector quedaba después de la avenida Fernández Juncos, en un área que Tufiño recuerda como muy proletario, bien pobre, con una pluma en medio de la calle para la gente coger agua en una lata.

"Yo fui a vivir ahí y estaba en las Fiestas de Cruz donde me ponían un traje de papel crepé y con un corcho me pintaban el bigote y la barba para hacer de santo. Yo vivía en el ranchón en la parte de arriba y veía el tren cuando pasaba. Recuerdo que subieron a una mujer que le decían Elena, en un sillón que la llevaban para el Cuarto de Socorro, después que la cortaron. Esa era mi cuestión con el folclore, la música, la plena; y como yo vengo de allá afuera, era un turista y nunca había visto nada de aquello. Para mi edad, era algo maravilloso y tanto verlo y oírlo en mi casa, pues se me quedó", expresa el Tefo.

La anécdota subraya que en realidad Tufiño no tuvo contacto con más ningún otro Puerto Rico que el que se le ofrecía, a excepción de una vuelta que le dieron por Sabana Llana una vez. A esto, le llama el Ejército en 1943 y viaja a Panamá; y retorna a Nueva York donde en la calle 110 puso un taller de "Sign Paintings", que por eso era que el maestro decía que era un hombre de letras. Después estudia en México la pintura mural, hasta que llega y se domicilia en San Juan, en 1950.

"Resulta que cuando llega el 50, mi compadre Tony (Maldonado) y yo nos vamos a Puerta de Tierra al taller de Rosado. Llaman de Educación de la Comunidad y querían un pintor de letras, para que hiciera todos los letreros. Me llevan a mí y yo iba peleando con el viejo Rosado porque yo no quería trabajar con el gobierno. Pero de todos modos vi lo que estaba pasando, conocí a algunos artistas como Julio Rosado, Félix Bonilla Norat, y sentí que quería trabajar allí. Pero como era tímido, se quedó así", dice Tufiño, pero no por mucho, ya que fue reclutado en septiembre de 1951.

Casi de inmediato, el antropólogo Ricardo Alegría estaba haciendo un documental para la Divedco, titulado "La plena", comisionándole el cartel para su estreno posterior; y fue éste mismo quien le instruyó para que hiciera un mural de "La plena" por haber estudiado pintura mural. El maestro escogió las proporciones de 30 pies por 16 pies; y se pintó en el otrora estudio de sonido de la Divedco, en el hoy Museo de Arte de San Juan, sobre planchas de masonite blando. Tufiño hizo un boceto pero se lo regaló a Alegría, cuestión de que cuando empezó a hacer el mural, era el recuerdo de lo que había hecho. Poco a poco, lo fue pintando desde 1951 hasta 1954.

"En ese mural, cuando uno lo ve, lo pinté de memoria y sólo uso una foto de Canario; y de otro del que hice un retrato fue de Isidro, el chofer de la División. Y yo que me pinte por allí de memoria también. Hacía ilustraciones, carteles y cuando tenía un tiempo libre iba a trabajar en el mural. Me pusieron andamios, los sábados y domingos trabajaba en él; y después, me iba a La Botella y al Bar Seda con todos los escritores René (Marqués), Pedro Juan (Soto), Emilio (Díaz Valcárcel), (Marcos) Díaz Frese, con los de gráfica y cinema, y algunos otros", cuenta.

En esa época, Jack e Irene Delano querían hacer un portafolio sobre la plena, entonces Tufiño pintaba el mural, y hacía además dibujos que después grabaría. Estos se constituyeron en un conjunto de 12 grabados en linóleo, con un diseño donde el título de la plena aparece en grandes letras; y hay tres o cuatro estrofas de la música y la letra, acompañadas de una imagen que relata la historia.

"En la pintura mural, tú haces las composiciones de algo grande con algo pequeño para que todo se vea grande. Es una cuestión de relaciones. Por ejemplo, yo puse el huracán bien grande pero si está solo, no lo es. Está la tintorera del mar que es pequeña, Santa María es otra proporción como Fuego en la Cantera, los elementos de la muralla, el tipo cortando a Elena. Los grabados de ‘La plena’ tienen una dimensión mural. Pues, y también está lo que pasó en mi casa que como cuando era un nene no sabía nada de Puerto Rico; y por eso, las cosas que pinto y grabo son las de Puerto Rico. A mí me gusta el arte moderno, pero yo quería hacer las cosas de aquí, haciendo trabajo de identidad", agrega.

Sucedió que doña Inés Mendoza (esposa del gobernador Luis Muñoz Marín) estaba buscando un sitio para poner el mural y apareció Rehabilitación Vocacional donde se instaló. Al cabo de tres décadas, viene una gran exposición de artistas del 50 y se encontró el mural en malas condiciones. Eso trajo que el 1st Federal donara $35 mil dólares para su restauración hasta que reinauguró nuevamente. Actualmente, mediante la técnica del giclée, las Galerías Prinardi y su director, Andrés Marrero, ofrecen esta pieza certificada y autenticada con notario. Hoy la reproducimos, como el Inserto #1 que ESCENARIO brinda, como saludo a la Trienal Poli/Gráfica.