Puente Guillermo Esteves (Puente del Agua)
 

2005

   


Johnny Torres Rivera

Los canales o "caños" de San Antonio y de Martín Peña, la entrada del primero de los cuales estaba situada en la ensenada hoy llamada del Condado, fueron los primeros grandes obstáculos con que se enfrentaron los caparrences al intentar trasladar su villa a la Isleta. Luego de vadearlos, empezaron a llamarlos "pasos", según consta en el plano de 1519.

Este puente comenzó como una calzada en pedraplén para cuya construcción se utilizó la mano de obra de indios encomendados a los monjes de la orden de San Jerónimo entre el 1520 y 1521. Durante los primeros años el vado mas próximo a la Isleta, ya mejorado por las carretadas de piedra derramadas allí, permitía el paso a caballo, excepto en su parte mas honda, viéndose obligados los transeúntes a vadearlo a nado cuando la marea estaba alta. Algunas personas y bestias perecieron en el intento. La calzada dejaba un paso para el agua, sobre el cual luego se colocó un puentecillo en madera.

Accediendo a la solicitud hecha por los vecinos de la ciudad, el rey autorizó al Cabildo, en 1551, a invertir el sobrante de los fondos destinados a edificar la Fortaleza, en las obras necesarias para conducir el agua que provenía de un manantial localizado cerca de la hoy Calle Salvá al norte de Miramar, sobre el terraplén. Los terrenos eran propiedad de Don Miguel de Aguilar y Castilla, por lo cual al ojo de agua se le conocía como la Fuente de Aguilar. La fuente de Aguilar era el único lugar de abastecimiento de agua potable, con excepción de algunos aljibes.  El gobernador Bahamonde Lugo, en 1558, hizo dar principio a la obra de colocar las canales sobre el puente para conducir el agua de la fuente de Aguilar. Desde entonces comenzó a llamársele el Puente del Agua. Estos trabajos se suspendieron por falta de fondos.

De acuerdo con la cédula de 1568, el primer puente, es decir, la primera estructura que permitió el paso sin interrupción de una orilla a otra, se construyó sobre el caño de San Antonio entre los años 1551 y 1568. En el extremo sur de la calzada norte, junto a la estructura de madera, una gran puerta se había construido con una casa de guardia colindante. Una guarnición, con piezas de artillería, fue permanentemente destacada allí para defender el puente en el extremo oriental de la isla. Ya para 1571, López de Velasco aseguraba que el puente era de madera y piedra «como de dos tiros de ballesta de largo» En 1582 la Memoria de Melgarejo lo califica de "calzada", razón por la cual creemos que en esa época el "puente" todavía consistía del terraplén original, varias veces reparado y mejorado, y del tramo de madera sobre la parte mas profunda.

Ya en 1586, un fortín triangular y un par de murallas de 20 pies de largo protegían la puerta. Como resultado, el puente también se le conoció por el nombre de Puente de los Soldados. La puerta se cerraba durante la noche. En 1587, el fortín a que nos referimos, situado como a 20 pasos de la puerta del puente, hacia la ciudad, fue construido por Menéndez Valdés, pintándolo de colorado, razón por la cual Layfield lo llamó el «fuerte rojo». Plantáronse en él dos falcones pedreros y dos piezas de hierro colado de 8 y 9 quintales, respectivamente, que barrían la calzada. El cabo de guardia tenía en su poder la llave de la puerta. Se exigía a los vecinos un permiso escrito, expedido por el gobernador, para poder transitar por el puente. El fortín, llamado baluarte por Menéndez de Valdés, servía también, por medio de tres troneras dispuestas con este fin, para defender el Boquerón o la pequeña abertura entre las rocas que comunicaba la ensenada del Condado con el mar. (Adolfo de Hostos)

El 22 de Noviembre de 1595 se presentó frente á la capital el célebre Drake con 23 barcos y una carabela latina. Drake mandó a quemar los barcos españoles que cercaban el paso hacia la bahía. La estrategia resultó en un tremendo error. El fuego de las embarcaciones alumbró el escenario de la batalla, lo cual permitió a los artilleros de El Morro disparar a las naves inglesas, destrozando diez de ellas. Finalmente y luego de varios intentos,  comprendió pronto que no podía ganar la plaza, defendida por su guarnición y por las fuerzas auxiliares de los Generales Don Sancho Pardo y Don Pedro Tello, y resolvió partir. Drake abandonó las aguas puertorriqueñas el 3 de diciembre de 1595. Los resultados negativos de la incursión enardecieron el ánimo de la reina Isabel I de Inglaterra, quien tres años después para vengar tal desaire organizó y armó una nueva flota, al mando de  Sir George Clifford, Conde de Cumberland.

Cuando Cumberland atacó la ciudad en 1598, encontró al Puente del Agua preparado para la defensa, según apunta John Layfield, el capellán y cronista de esta memorable expedición. El paso sobre dicho puente, dice, podía ser cerrado por una pesada puerta, fuertemente construida, provista de un póstico que permitía el tránsito de uno en fila. La gran puerta encajaba en una abertura amurallada almenada construida a la entrada del puente, del lado de la isleta. El tablero o piso estaba cortado en dos sitios. Defendía su acceso por la Isleta un fortín artillado, con guarnición de cinco soldados españoles. Había también hasta seis piezas de artillería para detener la entrada del enemigo.

El 16 de junio de 1598,  Clifford desembarcó por el actual Condado y trató de llegar a San Juan, pero los españoles habían volado el Puente del Agua en San Antonio y se retiraron hacia el baluarte de Boquerón.
Los británicos asaltaron en la tarde del 17 de junio. Su ejército de 1.700 hombres sobrepasaba por mucho la pequeña banda que protegía el puente.

Frente a esta fuerza el gobernador Antonio Mosquera sólo contaba con ciento treinta y cuatro infantes, catorce artilleros y doscientos soldados. Con peste y hambre, sin recursos pues no habían llegado aún para ampliar las obras de defensa, sin una escuadra auxiliadora, con tropa escasa e indisciplinada, tuvo que recurrir a las entereza y al valor de los hijos de la capital, al pueblo heróico que se ofreció para la lucha capitaneándole los valientes vecinos que voluntariamente se aprestaron al combate, Gaspar Troche de Guzmán y Bernabé de Serralta. Cuando el peligro arreció a los diez hombres que custodiaban el portón se agregaron ochenta voluntarios, todos vecinos de la ciudad bajo el mando de Troche y Serralta. El objetivo principal era cortar el paso de los invasores. Al fin éstos llegaron. Era la vanguardia integrada por setecientos hombres.

Pero, con la ayuda de cinco cañones de la Batería de Boquerón, que protegía tanto al puente como a la isleta, los piqueteros españoles sostuvieron este punto crucial tras dos horas de duro combate. Tratando de llegar al caño de San Antonio, Clifford, quien por poco muere ahogado, fue rescatado por sus hombres. Las trincheras contestaron el fuego de mosquetería y el enemigo se vio precisado a retroceder dejando sobre el puente quince cadáveres según afirma el historiador Brau. Los ingleses se retiraron al darse cuenta de que sus bajas eran muchas.  La primera batalla resultó en victoria para los españoles. 

Desgraciadamente el enemigo era más poderoso que los defensores. Cumberland volvió al día siguiente y auxiliado por la artillería de uno de los buques de la escuadra, que se acercó todo lo más que pudo, al sitio que hoy ocupa el Escambrón, consiguió silenciar las baterías de las trincheras. Mosquera había llegado con su tropa y la lucha se hizo entonces cuerpo a cuerpo. En aquella valiente jornada guerrera Troche y Serralta estuvieron a la altura de los verdaderos héroes. La gente se comportó igualmente. Pero la fuerza superior del enemigo trocó la suerte de los valientes. Estaban cogidos entre dos fuegos y la derrota era segura. Allí murieron los heróicos hijos del pais: Juan y Simón Sanabria, y el capitán de los voluntarios Bernabé de Serralta fue gravemente herido. De este último escribió Torres Vargas: "que peleó con tan heróico esfuerzo que ha merecido hasta hoy quedar muy vivo en su fama." Defendieron el puente con gran heroísmo pero al final todos murieron. La ciudad fue capturada por los ingleses y ocupada.  Más tarde tuvieron que abandonarla por una epidemia de disentería que se desató entre las tropas inglesas. No obstante Clifford pactó un rescate de la ciudad con los vecinos. Exigió grandes cantidades de productos nativos: azúcar, jengibre y cueros. Tomó dos naves en los muelles, ochenta cañones, saqueó los hogares y se llevó el órgano, las campanas de la catedral y de otras iglesias.

Al reconstruirlo el gobernador Gabriel de Roxas Paramo (1608-1613) hizo hacer de piedra, excepto por un tramo desmontable en madera, dejándolo como lo encontraron los holandeses unos años mas tarde. En 1660 se terminó todo en piedra. En esta versión, el extremo correspondiente a la isleta estaba integrado al Fortín San Antonio, parecido al San Jerónimo pero de menor escala. Para el 1681, se reforzaron y reconstruyeron el puente y el fuerte de San Antonio, añadiéndole un  nuevo puente levadizo. San Antonio y San Jerónimo estaban protegidos de ataques terrestres por fosos.


Puente y fortín San Antonio. C.1885

En 1776 el jefe de Ingenieros Tomás O'Daly reconstruyó el puente y amplió el bastión que lo protegía. El 24 de abril de 1797 la artillería del ejército inglés comandado por Ralph Abercromby abrió fuego contra los fortines Escambrón, San Jerónimo y San Antonio. El Fortín de San Antonio quedó prácticamente destruido. Sin embargo las fuerzas inglesas no lograron cruzar el puente gracias a la fiera resistencia del Capitán Ignacio Mascaró y sus hombres, parapetados tras sacos de arena colocados detrás de las ruinas del fortín.

Después de haber sido casi destruido el Puente de los Soldados, como se llamaba entonces, por el fuego de la artillería inglesa, en 1797, fue reparado a principios del siglo 19, durante la administración del general Ramón de Castro, dándole más espesor a sus muros, aumentándole una tronera y construyendo una batería de seis cañones frente al Rodeo (Miramar), y a la izquierda de la gola otra de cuatro piezas para defender el Condado.

En el 1878, Pablo Ubarri Capetillo, conde de San José de Santurce solicitó que la altura de la puerta del Fuerte de San Antonio fuera elevada para permitir el paso de su tranvía de San Juan a Río Piedras. La construccion de un nuevo puente fue propuesta en 1882 y en 1886 el ensanche de la carretera. Para no dejar sin protección el área mientras se llevaban a cabo las modificaciones, se proyectó construir  una batería para 4 piezas y su cuerpo de Guardia en substitución del Fuerte San Antonio.

Por real orden número 384, de 1890, se aprobó el proyecto para sustituir el puente existente, con modificaciones en ella propuestas, a un costo de 38,504 pesos. En 1894 se levantó en su lugar una nueva estructura, diseñada por el ingeniero Joaquín Gisbert. El Puente de San Antonio, erigido por el ingeniero Enrique Bartrina, tenia tramos de acceso de arcos de fábrica y al centro cuatro tramos metálicos sobre pilas de piedra que totalizaban 55.5 metros de longitud total con siete metros de ancho. A ambos lados tenía andenes de hierro para los peatones. Uno de los tramos de hierro era desmontable para permitir una mejor defensa de la capital y la bahía en caso de ataque militar. El fortín, sin embargo, fue eliminado en 1897, aunque todavía quedaban troneras a ambos lados y una garita junto al estribo norte del puente actual. 

El 2 de agosto de 1898, durante la invasión norteamericana y mientras la flota naval bloqueaba la entrada de la Bahía de San Juan, las autoridades españolas procedieron a destruir tramos del puente San Antonio. Las tropas invasoras lograron pasar el puente colocando troncos de madera. 

La sustitución del Puente del Agua había sido autorizada desde 1923 por la Legislatura de Puerto Rico como parte de los planes para ensanchar a veinte metros la Avenida Ponce de León en San Juan y Santurce. Tan pronto un nuevo puente paralelo fue abierto en agosto de 1925, la construcción del actual Puente Guillermo Esteves se inició. En noviembre 15 de 1926  terminó el ensanche a un costo de $97,417.88. Para poder construir un puente de 20 metros de ancho, la mayor parte del resto de la superestructura del Fuerte de San Antonio que flanquea el extremo norte del puente de 1894 fue destruida. Sólo los muros de cimentación quedaron, con unas troneras al este del nuevo puente. En primer lugar la mitad oriental del puente de hormigón fue construido con nuevas extensiones a los pilares del puente existente. Una vez que esta estructura estaba llevando el tráfico, el puente de 1894 fue desmantelado y la mitad occidental del nuevo puente fue erigido, utilizando los muelles de la vieja estructura y pilotes de madera.

En 1927 y siendo gobernador el Hon. Horace Mann Towner, se terminó la construcción del  puente tipo monumental, de cuatro carriles, diseñado arquitectónicamente por Rafael Carmoega y levantado a un costo total de $201,014,  ubicado en el kilómetro 3.4 de la Carretera Núm. 25 (Avenida Ponce de León), entre Santurce y la isleta de San Juan.  El sistema estructural del puente, a base de vigas madrinas con pilastras y tablero en hormigón, estaba disimulado por arcadas decorativas, reflejando la forma del vecino puente paralelo que se había terminado dos años antes. La pavimentación original consistía de lozas de asfalto. Los masivos y decorados pilares de esquina que marcan las entradas al puente, los faroles decorativos, las balaustradas y hasta las placas conmemorativas destacan la monumentalidad del que habría de ser el puente principal de Puerto Rico en términos populares, acceso a la capital y volumen de tráfico. El ingeniero estructural fue Rafael Nones, y el contratista Felix Benítez Rexach.  La superintendencia del Departamento de Obras Públicas estaba a cargo de Don  Armando Vivoni. El puente fue nombrado Guillermo Esteves Volkers en honor a quien para entonces ocupaba el puesto de Comisionado del Interior.

La rampa de acceso por el lado oeste fue reparada y ensanchada en el 1933 a un costo de $4,746.25.
 


En septiembre del 2002 comenzó la construcción de un nuevo puente a un costo de $12.7 millones. El nuevo puente Guillermo Esteves fue inaugurado el 9 de octubre del 2005. Cuenta con cinco carriles, un paseo para bicicletas, aceras y balcones que dan a la bahía.
 

Fuentes:
Adolfo de Hostos
Historia de
San Juan, Ciudad Murada

Luis F. Pumarada O´Neill

Los Puentes Históricos de Puerto Rico, UPR 1991

Ricardo Alegría-editor, 1988
Temas de la Historia de Puerto Rico

Informe del Comisionado del Interior al honorable Gobernador de Puerto Rico, Construcción de Carreteras y Puentes.
Revista de Obras Públicas de Puerto Rico, junio 1926, página 857

J. Paniagua, Cuatro héroes portorriqueños: los Sanabria, Troche y Sierra Alta, El Mundo. 9 de enero de
 1938 p.10
http://ufdc.ufl.edu/CA03599022/00013/10x

Los Fuertes del Viejo San Juan
Servicio Nacional de Parques, Departamento del Interior de los Estados Unidos Washington D.C.

The Historic American Engineering Record (HAER)/ Library of Congress
Puente Guillermo Esteves, Spanning San Antonio Channel