En
1634 se comenzó la construcción de un sistema masivo de murallas
alrededor de la ciudad de San Juan. El lado sur de la ciudad fue el
primero en amurallarse. La construcción de las murallas se extendió
hasta mediados del siglo XVIII cuando se completó el lado norte de la
ciudad. San Juan se convirtió en una ciudad completamente amurallada.
La
única manera de entrar a la ciudad era por cinco puertas que se
construyeron a lo largo de las murallas. La Puerta de San Juan, la más
cercana a la Fortaleza (1635), fue la entrada principal de la ciudad por
el lado de la bahía durante muchos años. En esta puerta se llevaban a
cabo las ceremonias oficiales de bienvenida a los nuevos gobernadores y
obispos que por ella entraban a tomar posesión de los nuevos cargos.
En el recinto norte se encontraban las Puertas de San José y Santa
Rosa, que conducía al cementerio, y en el recinto sur la Puerta de San
Justo o España. Por el lado de tierra, solamente existía una vía de
acceso que conectaba la ciudad de San Juan con el resto de la isla de
Puerto Rico - la Puerta de Santiago, localizada en el lado sur del
Castillo de San Cristóbal. La
Puerta de Santiago fue construida en 1635-1641 por
el Capt. Gen Iñigo De La Mota Sarmiento, quien dejó su propio
escudo de armas esculpido a ambos lados del escudo real.
Tenía esculpida una imagen del santo. "Está el glorioso
Santo", dice Torres Vargas, refiriéndose a ésta, "de busto
sobre un caballo de buena escultura". Habíase colocado, además,
sobre cada puerta, debajo de las armas reales, en las dos que construyó
Mota y Sarmiento, una inscripción tomada del Salterio, libro del
Antiguo Testamento que contiene las alabanzas de Dios y de Jesucristo.
Leía la de Santiago, Nisi Dominus custodierit civitatem, frustra
vigilat qui custodit (Si el señor no guarda la ciudad, en vano vela
quien la custodia). Los terrenos fuera de las murallas se denominaron
extramuros.
El 27 de abril de 1897 la reina María Cristina de España aprobó un plan para la expansión de San Juan, lo que hacía necesaria la demolición de ciertas muralla y fortificaciones. Esta aprobación fue acogida con tal entusiasmo entre todas las clases de la población que un gran número de jóvenes de la sociedad, hombres y mujeres, ofrecieron sus servicios voluntarios para trabajar sin paga en el proyecto de demolición.
Las obras de demolición comenzaron en una atmósfera de fiesta el 28 de mayo de 1897, y parte de la prisión de San Juan fue la primera en ser derribada. El Gobernador, Gen. Sabas Marín Gonzalez y el alcalde de San Juan, Don José María Marxuach estuvieron presentes en el día declarado festivo. Este hecho, que desde el punto histórico resulta desafortunado, en su momento significó una celebrada victoria entre la ciudadanía sanjuanera.
Una sensación de libertad se apoderó de los sanjuaneros. Irónicamente, la inscripción de la desaparecida Puerta de Santiago que comprobaba el temor e inseguridad que prevaleció en San Juan durante tanto tiempo, y que leía: Nisi Dominus custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit,
era ya para finales del siglo XIX sólo un vago recuerdo que atentaba contra las nuevas ideas de progreso.
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