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Cuentos y Anécdotas

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Me dan pesetas. Me dan pescao.
Por Johnny Torres Rivera


Los que conocimos a Carlitos en nuestra niñez no dudamos en acreditarle la invención del Regaetón. Solo que lo hizo a destiempo y fuera de época, pues eran los años a mitad del siglo pasado. Todo concuerda. Desde el sonsonete ta-ca-ta-PUM con que se acompañaba dándole con un palo de escoba a un zafacón de basura, hasta la forma de mover las caderas hacia adelante y atrás, mientras cantaba mofándose de todo y de todos; con un osado lenguaje que rayaba en lo soez. 

Contaba con un extenso y variado repertorio de canciones infantiles. Pero no como la de la muñeca vestida de azul que siempre estaba constipada. Tampoco las de un tipo llamado Mambrú que se fue a la guerra montado en una perra. Que dolor, que pena. Ni la de la fuente que se rompió y pasó la reina y sucesivas administraciones posteriores, que por culpa del papeleo y la burocracia, todavía en la actualidad sigue sin componer. ¿Que no las saben o no las recuerdan? Pues entonces consulten al payaso Remi. Bueno, pues que ambos a dos y larán, larán, larito sea.

Las canciones de Carlitos en su mayoría eran irreverentes. Como cuando parodiaba el himno y cambiaba la letra. "Cuando a sus playas llegó Colón. Alzó la pata y tiró un follón. Los marineros dijeron fó. Que peste a... tiene Colón" O la de unos seis hermanos de apellido Jones y uno de ellos llamado Queco se murió. Y ni hablar cuando asistíamos a ver una película de vaqueros en el teatro Lara  o el Eureka, y el protagonista era Tim McCoy. Cada vez que la toma de la escena presentaba al héroe de espaldas, inclinado sobre su montura a todo galope, Carlitos, amparado en la oscuridad reinante comenzaba a gritar; "Tim Macoy, Tim Macoy, abre el c... que allá voy".  A pesar de que solo se escuchaba una sola vocecita la gente gritaba, "saquen a los títeres". Rayos, pagábamos todos los del grupito por las ocurrencias de Carlitos y a todos nos expulsaban del cine.

Una tarde nos encontrábamos todos los de la ganga sentados en un escalón a la entrada del zaguán. Carlitos miraba con insistencia a José el morcillero, quien se encontraba al otro lado de la calle atendiendo su negocio. Cuando Carlitos comenzó a reírse con su peculiar risita nerviosa y burlona presentimos que algo se traía entre manos. Buscó su palo de escoba y se plantó frente al zafacón de basura colocado a la entrada del zaguán. De seguro su fértil talento musical había encontrado una rima que pegara con morcillas. Pero algo desvió su atención.

Una tropa de boy scouts, o niños escuchas, se acercaba marchando al compás de "uan, tu, tri, foar". La lideraba Raúl, el Indio. Casi todos los integrantes eran del "Falansterio". Carlitos estaba inmóvil, observando el avance de la tropa. Nosotros, a la espectativa. Sabíamos que él improvisaría cualquier rima con tal de mortificar a los niños escuchas. Justo cuando pasaban frente a nosotros comenzó el repique del zafacón. A todo galillo Carlitos les espetitó: 

"Boi escao, culicagao, tiene el c... remendao, de amarillo y colorao". Ta-cata-ca Púm, Ta-cata-ca Púm. "Boi escao, cara e pescao, el pantalón embarrao y también huele a meao". Nosotros hasta nos revolcamos en el suelo, casi muertos de risa. Continuaba... "Boi escao está quebrao, patigambao, culipandiao".

Los de la tropa perdieron el paso, chocando unos con otros. Detuvieron su marcha y la expresión en sus caras no era la de buenos amigos. Rompieron fila y furiosos, ya se dirigían hacia nosotros. Carlitos, como casi siempre solía hacer, salió corriendo, se metió en su casa y cerró la puerta. En la calle solo quedamos cuatro, para enfrentar a toda una tropa de enardecidos boi escaos.

"Platoon, halt", gritó Raúl el Indio. Los muchachos pararon en seco, a mitad de calle, su avance. "¡Ateeeención! "Formen fila" ordenó. De mala gana obedeció la tropa. "No le hagan caso a esos tontos. Ustedes saben lo que es la seriedad y la disciplina. Ellos son unos desordenados. Ignórenlos". "Forward, march." Y al son del uan, tu tri, foar continuaron con su desfile marcial, algunos de ellos con el puño cerrado y el dedo del medio extendido hacia arriba.

A la semana siguiente ya casi habíamos olvidado el incidente, cuando otra vez vimos a los boi escaos. Esta vez andaban con unas alcancías haciendo una recolecta para una obra benéfica. La situación era entonces diferente. Raúl, el "squad leader" no estaba presente.  Sobrepasábamos en número a los de la tropa, puesto que nos estábamos reuniendo los del Laberinto, el 107 y el 355 para irnos al "Canódromo" de "La Ocho" a jugar béisbol. 

De la ocasión se aprovechó Carlitos para comenzar a cantar:

"Me dan pesetas , me dan pescao, me dan las nalgas los boi escao". Se reía un rato con su peculiar risita burlona e irritante y luego continuaba repitiendo el estribillo una y otra vez. "Me dan pesetas , me dan pescao, me dan las nalgas los boi escao".

Los muchachos de la tropa se reunieron todos y vimos como uno de ellos, aparentemente sustituyendo a Raúl, el líder, les indicaba que formaran un círculo. Parecía como si estuvieran planificando una estrategia para atacar.

De nuestra parte, y a pesar de que éramos más, no teníamos ningún interés en un enfrentamiento. Nos cansamos de meternos en problemas por culpa de Carlitos. Cuando los boy scouts cruzaron la calle retrocedimos. Carlitos no se percató de nuestra movida y no salió corriendo esta vez, confiando en nuestro masivo respaldo a su impertinencia. Al darse cuenta de que lo habíamos dejado solo trató de escapar, pero ya los de la tropa lo tenían rodeado.

No le cayeron encima a bimbazo limpio. Y bien que se lo merecía. En cambio le dieron a probar de su propia medicina. Al unísono, "a todo galillo" y como contestación a su ofensivo estribillo le cantaron en la cara:

"Los boi escao, los boi escao, ni dan pesetas, ni tiran puyas, le dan maceta a la madre tuya".

Tal parece que la que salió juyendo fue la musa que inspiraba a Carlitos, pues se quedó pasmao y mudo, sin poder poder articular palabra alguna.  Su carita tenía la expresión de al que le han espantado hasta el ángel de la guarda. En su pantaloncito afloró una delatora mancha de un líquido ambarino que discurrió hasta formar un charco a sus pies.

 Firpo el piraguero presenció todo el "show". En varias ocasiones a él también Carlitos le había jugado travesuras pesadas. Como la vez que le echó ají a una botella de sirop de frambuesa. Cuando los boy scouts se alejaron se acercó a Carlitos y le ofreció una piragua con sirop de china. "Chúpate ésa en lo que te mondan la otra" le dijo. "¿Ya ves? A cada guaragüao le llega su pitirre y a cada lechón su Nochebuena".

Y así fue como terminó la corta y prematura incursión "artística" de Carlitos en ese género de música, con todo y "tiraera" allá para el mil novecientos cuarenta y pico, y que hoy se llama regaetón.