Las carreras de perros fueron legalizadas en Puerto Rico a
principios de la década del treinta, dándosele una
reglamentación tan parecida a la Ley Hípica, que no faltó un
cronista deportivo que en son de guasa la llamara "Ley Perruna".
En las carreras de perros había jugadas de bancas y de "pool" y
se establecía además la jugada del "Subscription Fund".
Foto: Álbum de Oro de Puerto Rico
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El Gobierno de Puerto Rico, a través de la Comisión de Recreo y
Deportes supervisaba el nuevo deporte. Se otorgaron franquicias
y se expidieron licencias, y en terrenos del Parque Muñoz Rivera
adyacentes a la playa "La Ocho" se inició la construcción de un
canódromo, llegándose a construir lo que hubiera sido caseta de
apuestas y a fijar las bases de las graderías.
En el ínterin, mientras se construía el canódromo, se estableció
uno en el antiguo Hipódromo Las Monjas de Hato Rey, frente a las graderías de
preferencia, y utilizando sus mismas facilidades para las
apuestas hípicas, para las de las carreras de perros.
El nuevo deporte tenía un elemento muy atractivo: los programas
se efectuaban en horas de la noche.
Para la inauguración en el Hipódromo Las Monjas se reunió una de
las mayores concurrencias deportivas en la historia, y fue
necesaria la intervención policíaca para contener al público que
quería encontrar acomodo. Muchos regresaron a sus hogares sin
poder presenciar el espectáculo y aún muchos que tuvieron la
oportunidad de entrar no lo vieron con comodidad.
Siendo un deporte de apuestas, los apostadores se encontraron
con que estaban perdidos, ya que desconocían la calidad de los
perros.
Muchos puertorriqueños adquirieron perros de carrera y el
deporte gozó de gran popularidad durante un tiempo, pero comenzó
a decaer y pronto se terminaron las carreras de perros en Puerto
Rico, y el Canódromo del Parque Muñoz Rivera se quedó sin
terminar.
Muchos puertorriqueños son aficionados al juego pero las
carreras de perros no tuvieron para ellos el atractivo de las de
caballos, o las peleas de gallos.
Fue una novedad que llamó la atención un tiempo, y nada más.
Era un espectáculo de gran colorido, realmente, con los galgos
corriendo detrás del conejo mecánico. Pero ni la excelente
promoción que se le dio al evento, ni la publicidad que recibió,
lograron que la afición deportiva puertorriqueña lo aceptara en
definitiva.
Después que se terminaron las carreras de perros la primera vez
se realizó un segundo intento por popularizarlo, con el mismo
resultado.
Definitivamente a los puertorriqueños no les gustaban las
carreras de perros ...
Las carreras de perro fueron expresamente prohibidas en
Puerto Rico mediante la Ley Núm. 10, de 4 de Junio de 1957,
p. 30, art.2
Toda persona que celebrare, o tomare parte en la celebración de
una carrera de perros en Puerto Rico; así como toda persona que
jugare o apostare sobre el resultado de una carrera de perros,
incurrirá en un delito menos grave, y convicta que fuere será
castigada con una multa que no excederá de quinientos dólares
($500), o cárcel por un término máximo de seis (6) meses, o
ambas penas, a discreción del tribunal.
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