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Yanfan prácticamente no ha tenido un día libre desde que empezó a trabajar hace más de 20 años con su esposo en el restaurante Cathay, en Puerta de Tierra.

Un pedacito de China en Puerta de Tierra
Por Jorge L. Pérez / El Nuevo Día

Yanfan Lee, quien desde 1987 es copropietaria, junto a su marido, del Cathay, el legendario restaurante chino ubicado en Puerta de Tierra, hace galas de una memoria casi perfecta cuando se le pide que mencione algunas de las celebridades que ha visto comer allí durante los últimos 22 años.

Entre ellos menciona al ex gobernador Aníbal Acevedo Vilá, quien, pensaría uno, debería ser un visitante frecuente si se toma en cuenta que el Comité Central del Partido Popular Democrático se encuentra a pocos pasos de allí en la Avenida Ponce de León.

“Él vino una vez”, comenta Yanfan, sin embargo. “Antes de ganar (la Gobernación)”.

Quien sí es asiduo, de paso, es el campeón mundial de boxeo Juanma López.
“Viene a cada rato, con su familia”, menciona.

De hecho, según resultan las cosas, Yanfan está más que capacitada para tener una idea puntual de todas las personalidades que han desfilado por su negocio en las últimas dos décadas: con la posible única excepción de un corto viaje a su tierra natal, China, en 1996, Yanfan, oriunda de la ciudad de Cantón, no sabe lo que es un día libre.

Sonriente, dice que no sabe lo que son unas vacaciones, su trabajo cubre los siete días de la semana y su jornada laboral se extiende habitualmente a 10 ó 12 horas.

“Abro como a las 10 de la mañana”, dice, “y nos vamos después de las 10 de la noche”.

De la forma en que cuenta su vida, Yanfan es casi un microcosmo viviente de la historia de la inmigración china en Puerto Rico. De acuerdo a los libros de historia, ésta comenzó a fines del siglo 19, en particular cuando muchos chinos que vivían en los Estados Unidos debieron abandonar el país al aprobarse la llamada Ley de Exclusión -la cual los vetaba como inmigrantes-, y se quedaron en la Isla después de venir a trabajar como obreros, particularmente en la construcción de las líneas ferroviarias.

Una segunda oleada más grande se produjo después de 1959, cuando muchos chinos-cubanos vinieron al país arrastrados por la ola de exiliados cubanos que se asentó en la Isla a partir del ascenso de Fidel Castro.

Yanfan recuerda que su eventual esposo, Sen Lee, formó parte de esa oleada: pasó a vivir aquí después de haberlo hecho durante años en Cuba. En una visita a Cantón -de donde también es oriundo él- la conoció a ella. Se casaron. A la larga, él, que ya trabajaba como chef en el Catay -un restaurante especializado en comida cantonesa- la reclamó a mediados de los 80.

Pero no fue hasta 1988, cuando finalmente logró traer desde China a su madre, que Yanfan comenzó a trabajar en el restaurante, que data de 1954.

“Ella se quedaba con los niños”, explica Yanfan, cuyos hijos Jason, Judy y Shu Lee, de 23, 25 y 27 años respectivamente, se criaron aquí, estudiando en la Academia Sagrado Corazón, y, para todos los efectos, son ‘chinoricans’, engrosando una comunidad que, de acuerdo al censo de 2000, incluía a 3,080 residentes de origen chino.

Aunque el número verdadero debe estar rondando ahora los 6,000, de acuerdo a una entrevista que se le hiciera recientemente a Carlos Chao, representante de la Comisión Ultramarina de la República de China.

Es una comunidad que hasta cierto punto resulta un enigma para la población en general: con pocas excepciones, los chinos, que en su gran mayoría vienen al país a trabajar y ahorrar y mantienen un círculo cerrado.

Sólo en casos excepcionales -como la docena de inmigrantes ilegales chinos capturados por las autoridades federales en 2007, o, más recientemente, el de la adolescente china que estuvo a punto de ser deportada- salen a flote en los medios de información.

Pero Yanfan parece escapar de ese aislamiento. Desde un principio, dijo, se sintió aceptada por los puertorriqueños: “Son muy cariñosos”, dice.

“Me han tratado muy bien”, continúa, en su español titubeante, “aunque no hablo bien ni escribo (en español)”.

Su ‘puertorriqueñización’ incluye el que Yanfan haya votado en las elecciones generales.

“Pero no en la última”, admite. “Tengo mi tarjeta (electoral), pero está vencida hace tiempo”.

Y aunque en China, según ella, no hay un día especial dedicado a las madres -“allá no hay nada de éso”, dice, sonriendo-, Yanfan sí celebró a su manera la semana pasada el Día de las Madres.

¿De qué otra manera iba a ser? Trabajando.