Cuentos y Anécdotas

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Celebración Prohibida
Por Rosa Rodríguez Meléndez

 
...Y vamos a celebrar el Quinto Centenario. Comencemos con la Gran Regata Colón 92. ¡Cuanta fiesta, cuanta algarabía! Todo el mundo ...está contento. Se hacen los preparativos. Se organiza el magno evento.

La venta de locales para instalar los quioscos (kioskos) no se hizo esperar. Llegó el momento de ganarse el billetazo. La calle esta durísima y hay que buscarse las habichuelas.

Miles de personas acudieron a la celebración del grandioso evento desde antes de comenzar formalmente. Por cierto, que prometía estar super lucido.

Se inician oficialmente las actividades entre discursos, saludos, aplausos y música. La Banda de la Policía de Puerto Rico amenizó los actos inaugurales. Estuvo estupenda. ¡Bravo!

Comenzó el desfile de veleros. Esto era emocionante, esplendoroso. ¡Cuanta belleza! El despliegue de buques escuela fue fabuloso. Todos los países del mundo ...enviaron su representación.

Los embajadores de España fueron recibidos con bongo y platillos. Todo el mundo...abrió sus brazos para obsequiarle la más calurosa bienvenida a esta representación.

Todo el mundo ..., no. Bueno todo el mundo blanco. Que conste, que los españoles detestan las moscas y los lunares. Qué sé yo por qué. No sé que tenga que ver esto con la Gran Regata Colon 92.

Y ahi estaba la policía, trabajando, sudando. Había miles de buenos policías. Sí, porque todavia los hay, a quienes las tórtolas no le han cantando su corrup..., corrup..., corrup...

Ahí estaban fajándose de sol a sol, diez, doce, veinte horas. Mucho trabajo, mucho calor, poco dinero, poca comida.

¡Odio, odio el Burger King! Jamás, en lo que me queda de vida, volveré a comer ahí. Tanto "whopper", y papitas, y "apple pie." Bueno, no tanto. Uno solo, pero tres veces al día y por muchos días. ¡Ya no soporto más , esto está terrible!

Y siguen ahí los policías, vigilantes, sudorosos, jadeantes. Cada cual con su gancho sosteniendo la comisura de los labios a las orejas para poder ofrecer una perenne sonrisa a los visitantes . ¡Sonrían! "A mal tiempo, buena cara."

Lluvia, mucha lluvia, eso sí. También mucho calor, y empujones, y codazos, y no fastidies que no tienes que estarme tocando. ¡Séa la madre! ¡Que rebulú! 

Entre todo este menjurge se distingue una figura erguida, toda vestida de azul, con su gorra bien sembrada hasta las orejas ocultado su pelo pasa, y con su..., no, con pistola no, que ahora no se usan.

Camina apretujado, embotellado, lento, eso sí, muy lento. !Que diablos, si no lo dejan avanzar! Ya quisiera él volar, llegar al frente, ser el primero en entrar a un buque.

Al fin lo logró. Dos filas de blancos dientes se descubren ante la cercanía de la entrada. Era lo único que ahora se divisaba en su negro rostro: dientes blancos. Al fin, después de un mes de agotadora faena, mucho ayuno, miles de empujones, otros tantos pisotones, y no sé cuantos hijo de perra, y muchos vejámenes y privaciones, !Lo logró!

Ya iba a entrar.
-"¡Lo logré!"

De repente un fuerte brazo lo detuvo.

-"No puede entrar."

-"Soy policía."

-"¡A mí que me importa! ¡No puede pasar! No está permitido a DIENTES solos entrar a disfrutar de las actividades de la Gran Regata Colón 92, ni del Quinto Centenario. Lo siento."

Sintió otro leve empujón y una voz que le susurraba al oido:

-"Atrás."

Cabizbajo regresó, esta vez mucho más ligero. Y llegó a su puesto; triste, escondiendo su sonrisa como si esto fuera un grave delito. Se sentía muy avergonzado de llevar consigo aquellas dos filas de blanquísimos dientes...

Rosa Rodríguez Meléndez
julio, 1992