Biografías


Leonor Figueroa Sanabria

Por Bibiana Hernández Suárez
 

 

La familia de músicos, Figueroa-Sanabria,  es oriunda del pueblo de Aguadilla. Jesús Figueroa Iriarte (1878-1971) y Carmen Sanabria Ellinger (1882-1954), en 1903 deciden unirse en matrimonio y van a vivir a San Sebastián del Pepino donde Jesús fue nombrado Director de la Banda Municipal. En 1905 regresan a Aguadilla debido al gran fuego que destruyó prácticamente todo el pueblo de San Sebastián.

Con pocas posibilidades de encontrar empleo en Aguadilla, en 1908 Jesús y Carmen, ya con tres de sus hijos nacidos, se mudan a Puerta de Tierra donde Jesús fue nombrado primer clarinete de la banda de la Policía Insular. En aquel tiempo era costumbre dar conciertos al aire libre durante los cuales todo el mundo escuchaba a la banda y, especialmente, a Jesús, quien interpretaba solos de clarinete con gran virtuosismo (Añeses Morell, 1949). Esta banda ofreció muchos conciertos en San Juan y en el resto de la Isla.

El 8 de julio de 1908, nace en Puerta de Tierra la pianista puertorriqueña Leonor Figueroa. Aunque Jesús estaba muy contento con su trabajo en Puerta de Tierra, necesitaba aumentar sus ingresos para sostener a la familia, que continuaba creciendo. En 1910 se trasladan a Río Piedras, donde fue invitado a dirigir la banda municipal. 

Leonor Figueroa Sanabria comenzó sus estudios de piano con su madre, la pianista Carmen Sanabria Ellinger. Más tarde estudió y se graduó de la clase de la profesora Elisa Tavárez. Al igual que su hermana Carmelina, también estudió con Doña María Tosca de Gómez y con Jorge Rubiano. 

El comerciante de automóviles don Teodoro Aguilar, caballero español de descendencia judeo-sefardita, ofrecía una beca con su mismo nombre para un concurso que se organizó en el Ateneo Puertorriqueño, y en el que participaron varios pianistas puertorriqueños. La única que se presentó al concurso lo fue Leonor Figueroa. El jurado estuvo compuesto por don Ramón Morlá (Presidente), el Sr. Arturo Andreu, la profesora doña Alicia Sicardó de Villar, y la profesora Anita Otero, entre otros. El programa que tocó Leonor consistió de obras de Chopin y Liszt, además de un examen de armonía, y teoría y solfeo. Finalmente, Leonor ganó la beca "Teodoro Aguilar" y el 14 de abril de 1929 viaja a Madrid, donde ingresa en el Real Conservatorio de Música. Allí gana tres premios importantes: el Primer Premio de Piano, el Premio de Música de Cámara, y el Premio Extraordinario de Piano "María del Carmen". 

En 1932, viaja a París, junto a sus hermanos, para estudiar en "La Ecole Normale de Musique", siendo discípula de Alfred Cortot y Nadia Boulanger. Se graduó en 1934, obteniendo la Licencia de Conciertos. 

Leonor fue fundadora y profesora de la Academia de Música Figueroa, y no sólo eso, sino que también laboró en la creación y dirección de la Escuela del Aire de Puerto Rico, como parte del Comité de Producción de dicha institución. En la Revista del Ateneo de Puerto Rico del 17 de mayo de 1936, doña María Teresa Babín, directora del Comité, menciona a varios y varias de sus colaboradores, entre ellos a Leonor, de quien comentó: "es una fina pianista que ameniza delicadamente los programas culturales de la Escuela del Aire".

Además de ser una excelente pianista, Leonor dictaba conferencias pedagógicas en las que mostraba su gran inteligencia magisterial y artística. En la revista Ámbito publicada en el verano de 1936, aparece impresa una de sus conferencias, en la que estableció unas ideas muy adelantadas en su época, pero muy positivas. Leonor creía firmemente en la educación de los niños y niñas en la música, pero esto no de una manera mecánica, sino fomentando en ellos ante todo la sensibilidad, la imaginación y el gusto por sentir la belleza para poder crearla. Leonor pensaba que no bastaba con que el niño supiera ejecutar una pieza musical de forma excepcional, si no la entendía ni la amaba. Ella recomendaba que se expusiera a cada niño desde la más tierna edad a todo tipo de conciertos y discos clásicos que estuvieran disponibles y que se les enseñara el respeto por el arte y la música. Incluso pensaba, con toda razón, que la historia, la literatura, la danza y la gimnasia rítmica debían ser integradas en dicha enseñanza musical para que el niño desarrollara su sentido del ritmo y ampliara poco a poco su cultura y su calidad humana. Estas ideas hoy en día son comunes en las escuelas, pero Leonor fue una pionera en sus conceptos como artista y profesora.

Leonor también daba importancia a las técnicas básicas de aprendizaje, proponiendo una técnica a la cual ella denominaba cerebral-digital. Esta técnica permitía al niño adquirir facultades intelectuales como la capacidad de análisis y el uso de la imaginación, de modo que las emociones y sentimientos fueran evocados por la música. A su vez permitía al niño desarrollar ligereza manual por medio de ejercicios con los dedos de las manos. Ambas técnicas debían enseñarse a la vez, nunca por separado, ni eliminar una por otra. Para Leonor, el maestro debía satisfacer la curiosidad del niño, darle buen trato, no sobrecargarlo, ir enseñándole las obras clásicas más sencillas primero, y así el niño llegaría a amar las grandes obras de la música y cultivaría un espíritu más elevado. Ese era para Leonor el verdadero triunfo del maestro.

Aunque sus labores como conferenciante y profesora demandaban mucho tiempo, Leonor llevó a cabo una serie de conciertos en Puerto Rico como solista y también tocando con sus hermanos. Ejemplo de ello es el concierto celebrado por Proarte Musical en la Escuela Superior Central de Santurce (Central High School) el 13 de septiembre de 1937, en el cual Leonor y su hermano Pepito ejecutaron un programa selecto, severo, variado y novedoso, a juicio de todos aquellos que tuvieron la fortuna de escucharlos.

Tristemente, Leonor falleció en el esplendor de su carrera pianística a los 37 años, el 18 de julio de 1945, en Santurce, Puerto Rico. Y aunque solamente vivió en nuestro barrio sus dos primeros añitos de vida, es otro motivo de orgullo para Puerta de Tierra haber contado entre sus residentes a tan ejemplar y digna familia, cuyo legado continúa por generaciones.