La familia de músicos, Figueroa-Sanabria, es oriunda
del pueblo de Aguadilla. Jesús Figueroa Iriarte (1878-1971) y Carmen
Sanabria Ellinger (1882-1954), en 1903 deciden unirse en matrimonio y van
a vivir a San Sebastián del Pepino donde Jesús fue nombrado Director
de la Banda Municipal. En 1905 regresan a Aguadilla debido al gran fuego
que destruyó prácticamente todo el pueblo de San Sebastián. El 8 de julio de 1908, nace en Puerta de Tierra la
pianista puertorriqueña Leonor Figueroa. Aunque Jesús estaba muy
contento con su trabajo en Puerta de Tierra, necesitaba aumentar sus
ingresos para sostener a la familia, que continuaba creciendo. En 1910
se trasladan a Río Piedras, donde fue invitado a dirigir la banda
municipal. Leonor fue fundadora y profesora de la Academia de Música Figueroa, y no sólo eso, sino que también laboró en la creación y dirección de la Escuela del Aire de Puerto Rico, como parte del Comité de Producción de dicha institución. En la Revista del Ateneo de Puerto Rico del 17 de mayo de 1936, doña María Teresa Babín, directora del Comité, menciona a varios y varias de sus colaboradores, entre ellos a Leonor, de quien comentó: "es una fina pianista que ameniza delicadamente los programas culturales de la Escuela del Aire". Además de ser una excelente pianista, Leonor dictaba conferencias pedagógicas en las que mostraba su gran inteligencia magisterial y artística. En la revista Ámbito publicada en el verano de 1936, aparece impresa una de sus conferencias, en la que estableció unas ideas muy adelantadas en su época, pero muy positivas. Leonor creía firmemente en la educación de los niños y niñas en la música, pero esto no de una manera mecánica, sino fomentando en ellos ante todo la sensibilidad, la imaginación y el gusto por sentir la belleza para poder crearla. Leonor pensaba que no bastaba con que el niño supiera ejecutar una pieza musical de forma excepcional, si no la entendía ni la amaba. Ella recomendaba que se expusiera a cada niño desde la más tierna edad a todo tipo de conciertos y discos clásicos que estuvieran disponibles y que se les enseñara el respeto por el arte y la música. Incluso pensaba, con toda razón, que la historia, la literatura, la danza y la gimnasia rítmica debían ser integradas en dicha enseñanza musical para que el niño desarrollara su sentido del ritmo y ampliara poco a poco su cultura y su calidad humana. Estas ideas hoy en día son comunes en las escuelas, pero Leonor fue una pionera en sus conceptos como artista y profesora. Leonor también daba importancia a las técnicas básicas de aprendizaje, proponiendo una técnica a la cual ella denominaba cerebral-digital. Esta técnica permitía al niño adquirir facultades intelectuales como la capacidad de análisis y el uso de la imaginación, de modo que las emociones y sentimientos fueran evocados por la música. A su vez permitía al niño desarrollar ligereza manual por medio de ejercicios con los dedos de las manos. Ambas técnicas debían enseñarse a la vez, nunca por separado, ni eliminar una por otra. Para Leonor, el maestro debía satisfacer la curiosidad del niño, darle buen trato, no sobrecargarlo, ir enseñándole las obras clásicas más sencillas primero, y así el niño llegaría a amar las grandes obras de la música y cultivaría un espíritu más elevado. Ese era para Leonor el verdadero triunfo del maestro. Aunque sus labores como conferenciante y profesora demandaban mucho tiempo, Leonor llevó a cabo una serie de conciertos en Puerto Rico como solista y también tocando con sus hermanos. Ejemplo de ello es el concierto celebrado por Proarte Musical en la Escuela Superior Central de Santurce (Central High School) el 13 de septiembre de 1937, en el cual Leonor y su hermano Pepito ejecutaron un programa selecto, severo, variado y novedoso, a juicio de todos aquellos que tuvieron la fortuna de escucharlos. Tristemente, Leonor falleció en el esplendor de su carrera pianística a los 37 años, el 18 de julio de 1945, en Santurce, Puerto Rico. Y aunque solamente vivió en nuestro barrio sus dos primeros añitos de vida, es otro motivo de orgullo para Puerta de Tierra haber contado entre sus residentes a tan ejemplar y digna familia, cuyo legado continúa por generaciones.
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