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Biografías |
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JUAN
A.
ROSADO,
el
pintor de Puerta de Tierra
(1891-1962)
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El rastro de sus huellas todavía nos llega desde nuestro pasado
quehacer cultural y artístico, y así continuará, mientras Puerta de
Tierra siga siendo Puerta de Tierra.
El
Maestro
Juan A. Rosado nació en Toa Alta el 14 de diciembre de 1891.
Fueron sus padres don Juan Rosado Fonseca, comerciante natural de Toa
Alta, y doña Nieves Acevedo, ama de casa natural de Humacao. El
matrimonio Rosado Acevedo procreó cuatro hijos: Juan, Elisa, Víctor y
Catalina. De origen muy humilde, su familia se trasladó a nuestro barrio
cuando Juan tenía siete años. El
Maestro
Rosado siempre mostró un alto
nivel de calidad humana, sobre todo cuando comenzó a trabajar como
carpintero para mantener a su familia desde que su padre, quien era
vendedor de frutos menores en la plaza de mercado del Viejo San Juan,
murió prematuramente.
Rosado realizó sus primeros estudios en la escuela Lincoln y se graduó
en la Escuela Superior Central. Mostró interés en la pintura desde su
adolescencia. Durante esos primeros años, aunque no contaba con un
taller fijo, eso no le impedía salir con sus materiales a buscar
trabajo, ya que se destacaba por ser laborioso. En 1908 recibió sus
primeras lecciones de pintura del pintor cubano Nicolás Pinilla, cuando
colaboraba con él en la decoración del teatro de Yabucoa. También
frecuentaba las clases impartidas por el insigne pintor Francisco Oller.
En 1913 recibió lecciones de Fernando Díaz Mackenna y de Alejandro
Sánchez Felipe, altamente reconocidos pintores. Díaz Mackenna fue quien
le enseñó la técnica de pintar con espátula, la cual Rosado utilizó
profusamente durante su carrera.
En
1918 formó parte de una exposición de alumnos de Díaz Mackenna, y se
comentó sobre él: “La mano más vigorosa de todo el grupo es la del señor
Juan Rosado, que se complace en retratar la pintoresca ranchería de los
suburbios.” Pero fue en 1920 cuando tuvo su primera participación
verdaderamente importante, en una exposición local de la Feria Insular.
Nuestro gran pintor presentó una treintena de cuadros, entre ellos,
“Bahía de San Antonio”, “Paisaje de La Perla”, una copia del Estebanillo
de Velázquez, y un retrato de Muñoz Rivera. Posteriormente expuso en el
Concurso Anual de Bellas Artes, celebrado por el Ateneo Puertorriqueño
en 1924. En 1927 fue miembro de la directiva del Ateneo. En la Tercera
Exposición de Arte Puertorriqueño de 1933, Rosado exhibió obras que le
valieron una mención de excepción por cuadros como “Decepción”, “Viejo
Pescador” y “Capilla del Cristo”. Posteriormente continuó recibiendo
reconocimientos, como la Medalla de Honor del Rockefeller Center.
También fue laureado con la Medalla de Oro como primer premio en la
Tercera Bienal Hispanoamericana celebrada en Barcelona en 1955, y el
Instituto de Cultura Puertorriqueña le dedicó dos exposiciones, siendo
una de ellas póstuma. En ambas se detecta al paisajista de garra, pero
también al genial artista que logró una obra de gran interés en sus
lienzos, como testimonio social.
Antonio Maldonado, Rafael Tufiño y otros
pintando rótulos en la avenida Ponce de León, frente al taller de
Juan A. Rosado. |
Ya
en su ámbito personal, humano y familiar, el
Maestro Rosado contrajo
matrimonio en la Iglesia San Agustín con la dama lareña María Hortencia
Rodríguez, quien fuera su tercera esposa. De este matrimonio nacieron
siete hijas y tres hijos, todos profesionales y criados en un hogar
lleno de amor, sencillez y dignidad. Entre ellos, uno lleva su nombre y
es un reconocido compositor que fue Profesor de Composición de Música en
la Universidad Autónoma de México hasta que falleció; otra hija, María
Hortensia, cursó estudios de diseñadora de trajes en los Estados Unidos.
Y su hija Cielo, quien se graduó Cum Laude de la Escuela de Artes
Plásticas de San Juan. Rosado fue padre de otros siete hijos, ya
fallecidos.
Para la misma época en que contrajo nupcias, Rosado abrió un taller de
pintura y rótulos comerciales en Puerta de Tierra, junto a su mentor
Pinilla. Lo llamó Rosado Art Sign Shop, y continuó trabajando en él y
viviendo en el barrio por el resto de su vida.
En su taller nunca faltaron la constante actividad creadora ni los
ingresos para mantener a su numerosa prole durante los momentos
difíciles de las primeras décadas del siglo 20. Este taller fue de mucha
importancia en el desarrollo de las artes plásticas del país, y en la
fase comercial siempre se realizaban letreros, decoraciones y carrozas
carnavalescas que merecieron numerosos premios y reconocimientos. El
Maestro
Rosado también construyó el famoso caballo de cartón piedra que
siempre era usado en las paradas cívicas y militares. Era llamado
Camarero, por el caballo de carreras puertorriqueño de fama mundial,
pero si la ocasión para exhibirlo era 4 de julio, el caballo era pintado
de blanco y era para Washington, y si era para el carnaval, era pintado
de gris moteado y era para Ponce de León. Pero además de todo esto, el
taller era centro de reunión de gente de arte, de letras y de política,
locutores, poetas y bailarines, visitado por artistas de la talla de Diplo, Graciela Rivera, Kachiro Figueroa, Madeline Willemsen, Bobby
Capó, Rafael Hernández, Mapy y Fernando Cortés, Cantinflas, Pedro Vargas
y Libertad Lamarque, y por colegas del maestro, como Miguel Pou, Ramón
Frade y Oscar Colón Delgado.
La casa de los Rosado era también una galería, una escuela, un museo, un
salón de reuniones literarias, y un salón de ensayos de piano, canto,
violín, guitarra, mandolina y otros instrumentos. Al estar ubicada al
lado del teatro Eureka, la casa sirvió también como camerino para
actores, para los que desfilaban en el carnaval, y hasta para los
participantes de la procesión del Viernes Santo. Sus puertas siempre
estaban abiertas. Era una casa ancha, de madera, con balcón, y se
extendía por el ala sur de la avenida Ponce de León.
La
hija menor del
Maestro Rosado, Estrella, nos indica con mucho cariño:
“Mamá me contó que poco antes de yo nacer Papá alquiló la azotea de un
edificio al otro lado de la Iglesia San Agustín y pidió permiso para
construir un apartamento tipo estudio. También me dijo Mamá que él
pasaba casi todas sus horas libres en este estudio y ahí pintaba, leía,
recibía amistades y también hacía fiestas, ya fuera en ese estudio o en
casa. Nosotros también hacíamos fiestas para amistades y compañeros del
Colegio San Agustín, mientras que Papá al organizar fiestas invitaba a
periodistas reconocidos, pintores, escritores, artistas de televisión,
teatro y cine. Él se enteraba de alguna forma que venía a Puerto Rico
algún artista y enseguida le extendía una invitación. Dependiendo de la
cantidad de personas que él invitaba, hacía sus fiestas en su
estudio o en
casa. Nosotros teníamos una sala inmensa, como 16 por 18 pies, y
teníamos un balcón amplio.
Según fuimos naciendo, Papá vio la necesidad de habitaciones
adicionales. Teníamos un piano de los viejos, no de cola, y también las
estatuas de un perro acostado y la de una mujer desnuda a la que
llamábamos la Venus de Nilo, porque tenía sus dos brazos. Teníamos una
vitrola grande, y los muebles también eran grandes, y todo era en caoba.
Después de un corto tiempo Papá decidió mudarse a su estudio pero
siempre estaba pendiente de nosotros a ver cómo estábamos y pasaba
frente a la casa tarde en las noches y nos preguntaba si queríamos algo
de comer. Nosotros nos aprovechábamos y le pedíamos sándwiches,
hamburgers
o pastelillos. En la calle San Agustín había varias cafeterías, una al
lado de otra. El Robin Hood, el Café Barcelona, el Hípico. Ese era
nuestro preferido porque decíamos que “sabía mejor”. El reconocido
pintor Tufiño llamaba a papá “hombre de letras” en broma, por ser
rotulista. Papá hacía carrozas para diferentes departamentos del
Gobierno. Recuerdo también el caballo, el famoso caballo, era blanco, en
papel maché. Papá también restauró las letras del cuadro de Campeche que
está en Ballajá. Para mí, los principales atributos de los cuadros de mi
padre son técnica, color y tema. Mis favoritos son ‘Laura’, ‘El Dolor’
(también conocido como ‘Llorando’) y ‘La Espera’. Y los camellos de la
Lomita de los Reyes Magos, los hizo mi papá. Fue un hombre muy
trabajador y extremadamente responsable y cumplidor. Pero un recuerdo
muy sencillo y a la vez significativo que guardo de él es su chalina.
Papá las mandaba a hacer en seda negra y siempre tuvo como costumbre
llevarla puesta, incluso desde joven, hasta que murió. Nunca vi a ningún
pintor puertorriqueño que usara un lazo como él lo usaba.”
Lo que liga al
Maestro Rosado a la historia de nuestras artes plásticas
es el movimiento renovador del arte pictórico en Puerto Rico durante el
siglo pasado. De su mano se desarrollaron, en dibujo, caligrafía,
pintura al óleo y pintura al natural, Antonio Maldonado, Rafael Tufiño y
Carlos Raquel Rivera, discípulos que estudiaron en México, y nada de lo
que se les enseñó era nuevo para ellos, gracias al maestro Rosado. Pocos
pintores puertorriqueños se han entregado a su oficio con mayor
dedicación que él. Rosado se encuentra en un lugar prominente de la
pintura puertorriqueña, junto a Pou, Frade y Colón Delgado, al ser el
más audaz y aventurero de la década del 30. Obras suyas pertenecientes a
esta etapa lo son “Mar bravo”, “Árboles y casa”, “Casa con dos
escaleras” y “Camino de Cataño”.
La estudiante subgraduada Stephany Fuentes Flores, en su trabajo de
Historia del Arte sobre el artista Juan A. Rosado, menciona: “…Su
contribución a la historia del arte puertorriqueño no radica en la
perfección de sus lienzos. Se desliza entre el saber ver y expresar
sentimiento y el rechazo sigiloso de las imposiciones de la
técnica…concibe un personaje deliberadamente poco agraciado que apela a
la sensibilidad del espectador…”. Y en efecto, la grandeza del pintor
Rosado es que hace visible la realidad que conoce, pero deja que sean
sus cuadros los que se expliquen por sí mismos de manera sólida y
profunda.
Juan A. Rosado, maestro de artistas, rotulista, músico, escultor y,
sobre todo, pintor, falleció el 2 de septiembre de 1962. Pero su legado
artístico perdura en el recuerdo de varias generaciones de
puertaterrenses y puertorriqueños.
Colaboración:
Estrella Rosado Rodríguez
Giancarlo Paoli Rosado
Isabelo
Rivera, Hijo
Recopilación:
Bibiana Hernández
Suàrez
Johnny Torres
Rivera
Bibliografía:
-Catálogo-Exposición
Homenaje Juan A. Rosado auspiciada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña,
1960.
-Gran Enciclopedia de Puerto Rico.
-San Juan Ciudad Soñada. Edgardo Rodríguez Juliá.
-El Imparcial, sábado 5 de julio de 1924.
-La Linterna, diciembre 26 de 1925
-Puerto Rico Ilustrado, enero 1927.
-El Mundo, 31
de marzo de1956.
-Todo, jueves 5 de marzo de 1986.
-Claridad, 2 al 8 de mayo de 1986.
-El Vocero, 11 de mato de 1987
-El Nuevo Día, 9 de febrero de 1992.
-El Nuevo Día, 2
de septiembre de 1993.
-Escenario, 14 de septiembre de 2002.
- En el umbral de la modernidad: la
obra pictórica de Juan A. Rosado. Stephany Fuentes Flores
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