Señoras y señores:
La índole del cargo que ejerzo en este Hospital de mujeres y niños y la naturaleza del acto que en este sitio nos reúne, son los dos motivos por los cuales la Junta de Damas que tienen la dirección de este benéfico establecimiento, ha creído que yo debía ser el llamado á proclamar, como voy á hacerlo en brevísimas palabras, la apertura del nuevo curso para los estudios teóricos-prácticos que han de hacerse por las jóvenes que se dedican á seguir la humanitaria profesión de enfermeras; y yo me siento noblemente orgulloso, al cumplir el cometido de hacer tal proclamación, porque ella expresa que avanzamos un paso mas en la vida progresiva de este Hospital lo que, á la vez que redunda particularmente en beneficio de las mujeres y niños enfermos y desvalidos, es precursor de éxitos morales é intelectuales para la sociedad, en que vivimos, constituida por el culto país puertorriqueño.
Es una verdad indiscutible señoras y señores, que la institución de la Escuela de Enfermeras ha venido á satisfacer una necesidad de que se re sentía Puerto Rico. Esta Escuela no solamente ofrece un arma de defensa para la mujer puertorriqueña en su lucha por la vida puesto que, al graduarse las enfermeras obtienen un medio noblemente decoroso para su emancipación ventajosa en el orden económico, sino que realiza el ideal de que en aquellos hogares que son invadidos por alguna enfermedad, se vea á la cabezera de los que la padecen, auxiliando poderosamente al médico, la simpática figura de una mujer que, á las tiernas y dulces condiciones propias de su sexo, une la pericia en el arte de curar; resultando de esta conjunción tan hermosa, un consuelo para el ser que sufre en el lecho del dolor y una esperanza para los familiares del enfermo.
La asistencia que se presta en este Hospital, es como todos saben llevada á cabo en su parte práctica por las jóvenes enfermeras, que con plausible abnegación cuidan á las mujeres y niños, cumpliendo extrictamente las prescripciones de los señores facultativos que forman el cuerpo médico del establecimiento; y debo declarar ahora, ateniéndome a la evidencia de los hechos, que una gran parte del buen éxito obtenido en los múltiples casos de enfermedades diversas,cada uno de los cuales constituye una página brillante en la historia de nuestro hospital, gran parte de ese éxito, repito, se debe á la exquisita solicitud y escrupuloso celo, conque nuestras jóvenes enfermerss, han llenado su difícil cuanto penoso cometido. Yo me siento extremadamente satisfecho al consignar esta verdad, y al hacerlo, creo interpretar los deseos y el sentimiento de mis dignos compañaros, los médicos, que diariamente tienen ocasión de utilizar los excelentes servicios de dichas enfermeras. Sírvales esta sincera manifestación mía, de aliento para que continúen como hasta ahora, rindiendo culto á la mas hermosa de las virtudes cristianas; la caridad ejercida á la cabecera de las mujeres y niños que vienen á esta casa, en busca del alivio y curación de las enfermedades que les aquejan.
Pero los beneficios que reporta á la humanidad doliente, la Escuela de enfermeras no se circunscriben exclusivamente al círculo de nuestro Hospital. Cuando, ya graduadas, salen de esta casa y se dedican á ejercer su profesión, ellas llevan con su ejercicio al seno de los hogares, lo que podemos llamar la difusión por todas partes, la vulgarización y permítase la frase, de los conocimientos y práctica científica, adquirido en la Escuela y en Hospital; y con sus |
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procedimientos, enseñan á las familias que de su auxilio necesitan, hábitos de buenos métodos en la asistencia de sus enfermos. Una madre de familia, que observa con atención y cuidado todos los detalles sistemáticamente científicos de una de nuestras enfermeras, en la asistencia de alguno de nuestros familiares, podrá imitarlos y cumplirlos en cualquier momento, cuando algún accidente haga necesaria en su hogar la inmediata y rápida aplicación de un procedimiento curativo, mientras se presenta el médico que diagnostique el caso y dicta la primera prescripción recetaría. Cuantas veces una cura de primera intención en un incidente cualquiera, facilita el éxito favorable de la acción facultativa, y cuantas veces esa curación puede llegar hasta á vencer la gravedad del caso, por la rápida oportunidad con que se atajó el mal en sus comienzos.
Es, pues, notoria, la inmensa importancia de la institución de nuestra Escuelas de enfermeras y así lo reconoció la Cámara de Delegados de
Puerto Rico al votar por unanimidad, en la última legislatura, una subvención á este Hospital que permitiera ensanchar nuestra esfera de acción y, como consecuencia de ello, aumentar el número de alumnas estudiantes. Si los buenos deseos de la Cámara de Delegados no encontraran eco práctico en el Consejo Ejecutivo, y por lo tanto el bill de la Cámara no llegó á ser ley, se debió entonces á la situación económica del tesoro público, que me consta que los señores que forman el alto cuerpo legislador anhelaban secundar la acción tomada por la Cámara baja. Tal vez, en la próxima sesión de la Cámara Legislativa veamos realizados los levantados propósitos de los señores delegados al aprobar aquel bill, el cual quedó pendiente de discusión ante el Consejo Ejecutivo, al cerrarse la última legisIatura.
Señoras y señores: Voy á terminar estas brevísimas frases; pero antes de hacerlo permitidme que reitere un voto de gracias á la sociedad de señoras protectoras de la mujer puertorriqueña á cuyos buenos oficios se debió la creación de este Hospital, la historia del cual es reconocida de todos, por haberse consignado en la Memoria que vio la luz oportunamente expresiva de los servicios prestados en él, desde que se abrió al público; y al aludir á la Sociedad de Señoras he de dirigirme á la distinguida dama Miss Winthrop, digna esposa de nuestro querido Gobernador, la cual, desde que llegó á Puerto Rico viene dando pruebas de su delicado afecto á la mujer puertorriqueña. Ella ha abierto cariñosamente las puertas del Palacio en que reside á toda la buena sociedad de este país, sabrá abrir también las puertas de su noble corazón para dar albergue en él a la petición que en este instante le hacemos todos de que acoja bajo su valiosa protección este plantel de caridad; y para que del mismo modo que un antecesor de su querido esposo el Gobernador Winthropp supo hacer ilustre su apellido en el Estado de Masachussets, perpetuó de modo ilustre también en Pto. Rico el recuerdo grato de su permanencia en este pequeño rincón del planeta, esforzándose en lograr que el bendito árbol de la caridad plantado aquí por la Sociedad de Señoras de la que ella forma parte, se robustezca y sea frondoso, á fin de que á su espléndida sombra protectora se albergue el mayor número posible de seres desvalidos quienes al recordarla, cuando el gobierno de Washington considere cumplida la misión de su esposo y tenga que ausentarse de Puerto Rico, la despida con bendiciones expresivas de la gratitud que permanecerá en lo más íntimo de todo corazón puertorriqueño.
Señoras y señores. Declaro abierto el nuevo curso de la Escuela de enfermeras.
He dicho.
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