«El Polo Norte», es un pequeño poblado situado en las afueras de esta ciudad y en los terrenos ganados al
mar en tiempos del gobierno de España, por el Departamento denominado «Obras de Puertos.»—A la retirada de los españoles quedaron estos terrenos abandonados, sin que para nada se pensara más en ellos.
Sólo la miseria y la desgracia de nuestro pobre pueblo sin trabajo, y por tanto sin recurso alguno que le permitiera pagar reducido aposento en los poco higiénicos zaguanes de San Juan, les hizo salir del olvido en que yacían y volver sus ojos á ellos como puente de salvación. Y pidiendo al comercio cajones vacíos y recogiendo tablas viejas y tenidas por inútiles, de las basuras y de los estercoleros, se fabricaron las primeras casitas, de un barrio que cuenta hoy más de doscientas cincuenta en las que se albergan más de mil personas. La necesidad del vecindario, ha hecho que se establezcan pequeñas pulperías, ventorrillos y puestos de leche, por los que pagan al Municipio en calidad de patentes la suma de doscientos cincuenta y un dollars. Pero la estética y el buen gusto, brillan por su ausencia.
Las construcciones no están sujetas á plano alguno y el capricho de cada cual ha sido el método. Así se ven unas casas sobre otras, casi pegándose de frente en callejones sumamente extrechos y mal alineados. Entre los vecinos, trabajadores de oficio en su mayor parte, pagan un maestro y tienen establecida una escuela para niños. Con una sola pluma del Acueducto, se abastece de agua el barrio y en medio de aquella pobreza, y en medio de aquella soledad apacible, como el tranquilo mar que les rodea, viven tranquilos y felices aquellos hijos del trabajo, sin la preocupación tremenda de ver llegar el día último de mes sin tener un centavo que dar al casero, que les amenaza con el desahucio y el lanzamiento.
Ayer les visitamos, ayer les vimos. Sumamente alarmados, con la noticia circulada, de que dentro de poco, las autoridades les harían levantar sus pobres viviendas, fabricadas personalmente, á costa de grandes trabajos y sacrificios, en las pocas horas en que una labor diaria y perseverante les dejaba lugar para pensar en ellos mismos. y nos enterneció su relato, y nos movió á compasión su suerte. No, no es posible, que en unas horas y sin respeto á la desgracia, y sin consideración al derecho de conservación y de vida, se lancen á la desesperación familias enteras familias honradas, colonia de trabajadores que luchan por la vida y que son elementos por tanto de civilización y de progreso.
No es la primera vez que en nuestras columnas se ha alzado la voz en favor de nuestra clase obrera. No es la primera vez que hemos lanzado la idea de la formación de barrios para esta interesante clase. Más de una vez hemos estimulado a nuestro Ayuntamiento á la formación de un barrio obrero. Siempre nuestra voz se ha ahogado en la ola del indiferentismo y el olvido. En todas las poblaciones de Europa y Estados Unidos existen estos barrios. En España hoy mismo se fabrica en Madrid, por iniciativa de particulares uno destinado á este fin. ¿Por qué si es cierta la noticia que comentamos, no la toma en serio el Ayuntamiento y les proporciona lugar para que trasladen sus casas? Señores del Concejo de San Juan, no debéis olvidar á esos infelices ciudadanos. Obligados estáis á pensar en su suerte y no debéis dejarles abandonados á su desgracia.
Mientras esto no suceda, mientras con tiempo no se los de lugar á trasportarse cómodamente y sin perjuicio, estimaríamos inhumano el procedimiento que se pretende. Es rnás, no creemos se lleve á cabo en la forma expresada. Una comisión de los nueve que constituyen en aquel barrio la Junta de gobierno que ellos se han dado, visitara al Gobernador y le expondrá sus quejas. Estamos seguros de que esta autoridad les oirá y les protegerá cuanto pueda.
La DEMOCRACIA, siempre dispuesta á defender el derecho del pueblo, los apoyará desde luego, porque entiende que les asiste en parte razón, por el dominio consentido y autorizado que han ejercido allí.
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