Ayer por la mañana un repórter
nuestro giró una visita de "inspección periodística" por los barrios de
"Salsipuedes", "Palmarito" y "Hoyo Frío", de Puerta de Tierra, a fin de
informar a nuestros lectores de la situación en que viven aquellos
habitantes desde que la draga dio principio a sus excavaciones en las
cercanías de dichos lugares.
Para dar al público una idea exacta del asunto, empezaremos por
describir la situación topográfica que ocupa dicha barriada, vecina, tal
vez por la ironía, de nuestro Malecón, el sitio más floreciente y
progresista de la cíudad capitolina.
"Salsipuedes", " Palmarito" y "Hoyo Frío" se extienden, bordeando toda
la orilla del mar, desde cerca del edificio de la ''Colectiva" en la
parada ocho, hasta la explanada del muelle San Antonio". Desde la
carretera que conduce a Santurce puede verse esa larga faja de terreno,
cada vez más estrecha a causa del suelo que le va ganando el agua sucia
y el lodo que arroja constantemente la draga.
Estos lugares como sabrá eI lector; están ocupados por gentes pobres y
humildes, en su mayoría trabajadores de los muelles, que en la necesidad
de tener donde albergarse con los suyos, jamás se cuidaron de la
estética y de la correcta urbanización al construir sus hogares,
trayendo esto consigo la ausencia completa de calles en toda la barriada
y el más atropellado hacinamiento de construcciones humildes,
desvencijadas y lamentables.
' ' VENECIA DE LODO"
"Venecia de lodo" podría llamarse a estos tres barrios su estado general
de suciedad. Y a la verdad que el nombre sería el más apropiado, ya que
más bien que un sitio donde vivan seres humanos, parece una parodia
sangrienta de la bella ciudad italiana.
CON LOS VECINOS
Nuestro Redactor se entrevistó con varios de los vecinos de la barriada.
Todos, ante su insoportable situación dirigen sus miradas hacia el
Comisionado del Interior; señor Wilson, de quien "lo esperan todo"
—¿Cómo?
— Sí señor. Nos ofreció sacarnos de aquí mediante el pago de nuestras
viviendas, y como hasta la fecha no lo ha hecho, por eso seguimos aquí.
"Nosotros, señor. — continuó uno de ellos, — no podemos salir de aquí
aunque lo deseemos, pues nos falta el importe de la fianza que nos han
de exigir los dueños de casas, si vamos a alquilarle alguna pieza.
—¿Y de quién esperan eso?
--Esperamos que Mr. Wilson nos pague nuestras casas, de acuerdo con lo
que ya nos ha ofrecido. Mientras eso no se haga, estaremos aquí, por la
fuerza de la imperiosa necesidad.
HACIA EL LABERINTO
Conforme hablábamos, caminábamos en compañía de aquellos infelices por
entre el laberinto de casas, a las que todavía no ha llegado la
inundación.
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En el interior de las viviendas
la humedad y el mugre pone una nota desagradable que crispa los nervios.
A veces tenemos que dar un terrible salto para ganar la orilla opuesta
de algún pantano que pretende cortarnos el paso. Otras pasamos por sobre
improvisados puentes que tiemblan bajo la presión de nuestros pies.
Aquel, un chiquillo cuasi desnudo, que comparte las delicias del lecho
con un cerdo; más allá una vieja triste y flaca, junto al caldero de
viandas instalado en PLENA VIA PUBLICA; por todas partes, en fin una,
ímpresión de tristeza, de infinito malestar...
(Continúa en la 3a. página)
Al salir del "laberinto" nos encontramos de lleno en pleno "lago".
Nuestros zapatos se hunden un poco en el fango. A una distancia de 100
metros de la orilla, hay infinidad de casas unidas hasta la mitad dentro
del agua. Cerca de esas casas rondan algunas pequeñas embarcaciones
¡Venecia! iVenecia!... fantaseamos.
—¿Qué, "góndolas"? —No señor, responde ingenuamente uno de los vecinos,
son "pescadores de jaibas y cangrejos"...
¡Ah!
En compañía de "nuestra gente" fuimos hasta en medio del "lago". No
tuvimos necesidad de embarcarnos. Llegamos por nuestras propias piernas,
al través de un largo "puente levadizo que nos llevó al interior de una
casa, para lo que fue preciso hacer una violenta reverencia.
Describamos la escena.
Esta casa se halla en mitad del "lago". El agua subió hasta un metro de
altura e inundó el piso original. Fue necesario entonces que los
moradores construyeran otro piso, a respetable altura del que quedó bajo
el agua a fin de no verse en la disyuntiva de tener que abandonar su
hogar.
En iguales condiciones que la anterior, hay infinidad de casas dentro
del oscuro lago de esa "Venecia de lodo", como le llamamos al principio.
MAS "PUENTES"
Hay una extraordinaria abundancia de "puentes levadizos". Algunos
conectan unas casas con otras, en una cadena interminable y angulosa de
eslabones informes. Por ellos pasa la gente, con recelo como si temieran
caer al mar; y los chiquillos, las pobres criaturas inocentes, se
desesperan agarrados a sus barandas, quizás porque no pueden "ir abajo a
jugar".
CONTRASTES
Frente a ese espectáculo que describimos se levantan como irónicas, las
torres inalámbricas y varios edificios majestuosos. El ferrocarril, que
cruza rozando esa barriada la saluda, también todos los días, con el
sarcasmo de los volutos de humo del progreso.
Para, no cansar más al lector damos por terminada esta breve reseña, no
sin antes formular nuestras quejas ante las autoridades competentes, ya
que no es posible que en una comunidad civilizada, como la de San Juan,
se esté dando tan lamentable espectáculo como el que acabamos de narrar,
y el cual presenciamos ayer, 22 de febrero, precisamente.
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