Conforme lo anunciaron los boletines expedidos
durante el día del miércoles por el Negociado del Tiempo, desde las dos
de la madrugada del jueves, comenzó a azotar furiosamente toda la isla
un horrendo temporal de gran intensidad ocasionando innumerables daños
que debido a la falta de comunicaciones, todas interrumpidas no han
podido ser estimados aun...
«San Felipe» se reconcentró para caer, en forma de tremendo temporal,
contra Puerto Rico, arrasando con las más exhuberantes [sic] cosechas,
entre éstas, la preciosa cosecha de café que estaban próximas a recoger
los productores del aromático grano...
A falta de comunicaciones telegráficas y telefónicas que nos fue
imposible conseguir el jueves, es indiscutible que los daños ocasionados
por el tremendo temporal en toda la isla han sido desastrosos,
arruinantes. Pero no lo han sido en San Juan, nuestra febril capital,
agitada durante todos los días laborables por la multiplicidad de faenas
industriales y comerciales que aquí se desarrollan, y que aparecía
abatida, muerta, presenciándose tan sólo el lento pasar de algunas
guaguas y de otros vehículos y la inquietud de un gran número de
personas que corrían de un lado a otro. Entre estas se confundían las
autoridades locales y policíacas que observaban los daños que iba
causando el fortísimo viento que soplaba, pendientes de cualquier caso
de peligro que requiriese su presencia y su intervención para la debida
protección de la vida y propiedades de los ciudadanos.
Otro aspecto desolador del huracán
La línea de casitas del recinto sur de la capital, es decir, toda
aquella manzana que se extiende desde el muelle de San Antonio hasta el
final de la Carretera Nueva, por donde se hace el servicio de guaguas,
presentaba después de la tormenta, un aspecto de desgracia que
entristecía a todo el mundo moviendo a piedad.
Daba honda pena el ver todo aquello convertido en un amasijo informe,
mujeres y niños, durmiendo en fangales, en amasijos inmundos, que la
tormenta arrastró allí.
Las autoridades sanitarias, la Cruz Roja, deben velar por tanto infeliz
que sufrirá las torturas del hambre.
En el Condado
En los sitios residenciales del Condado el temporal fue de efectos
desastrosos, especialmente para la flora y toda la vegetación. Los
jardines preciosos que perfumaban aquellos patios amplios de las
residencias del Condado se han perdido totalmente. Las palmas de coco
casi en su totalidad fueron derribadas...
En la calle Loíza
El final de la calle Loíza ha sido, posiblemente, uno de los sectores
más fuertemente castigados por el recio temporal. Viejas casitas que por
allí se levantaban están totalmente destruidas. Y por doquier se cruzan
los gigantescos árboles en la carretera...
Después de 16 horas...
Dieciséis horas que duró el temporal, fueron de impaciencia, de
exclamaciones, de incertidumbre para los habitantes de la isla, que
clamaban al Todopoderoso ante la impetuosidad del huracán. Desde la una
de la madrugada del miércoles hasta las cinco y media de la tarde del
jueves, todo era en la ciudad como el paso de los Cuatro Jinetes del
Apocalipsis, que en carrera desaforada dejaba a nuestra pobre isla
sumida en la pobreza y en la desolación. Pasadas las dieciséis horas que
fueron otros tantos siglos, nuestros redactores comenzaron su trabajo de
investigación.
Santurce sufre las embestidas
Nuestro redactor visitó a Santurce media hora después de haber pasado el
temporal. En un carro que le fuera suministrado por este diario pudo a
duras penas abrirse paso por la Carretera Central que se encontraba
completamente obstruida por los ár-
boles y postes de la luz eléctrica y teléfono que atravesaban la vía de
un lado para otro. Miles de precauciones habían de tomar los conductores
de vehículos, ya que el peligro de muerte se cernía por todos lados.
Montones inmensos de zinc
A la entrada de San Juan, donde se levantan las rosetas que sirven de
adorno a la ciudad, se levantaban grandes montones de zinc, traídos por
el viento desde una larga distancia. Planchas desprendidas de las casas
que se encuentran en la parada cinco de Puerta de Tierra, volaban como
hojas de papel para venir a caer lejos, muy lejos.
La Biblioteca Carnegie
El viento que soplaba con una intensidad indescriptible, hizo que muchas
de las tejas de la Biblioteca Carnegie volaran y fueran a caer a gran
distancia. Las ventanas aún las que estaban bastante aseguradas, volaban
de su sitio y eran cargadas por el viento a largas distancias para
restrellarlas contra el pavimento...
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