-¿Existe el
pasado concretamente, en el espacio? ¿Hay algún
sitio en alguna parte, hay un mundo de objetos
sólidos en el que el pasado siga acaeciendo?
-No.
-Entonces, ¿dónde existe el pasado?
-En los documentos. Está escrito.
-En los documentos. Y, ¿dónde más?
-En la mente. En la memoria de los hombres.
-En la memoria. Muy bien. Pues nosotros, el
Partido, controlamos todos los documentos y
controlamos todas las memorias. De manera que
controlamos el pasado, ¿no es así?
George Orwell |
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El Archivo General, la memoria...
jueves,11de diciembre de 2008
Por
Nieve
Vázquez Lazo
Catedrática Auxiliar UPR Bayamón
La memoria de Puerto Rico se pierde, se
esfuma, se la comen los hongos, la asfixia el calor. El Archivo
General de Puerto Rico se está derrumbando en nuestras propias
narices y no parece importarle a muchos.
La principal memoria histórica del País vive en un edificio lindo
por fuera y podrido por dentro. Ochenta mil pies cúbicos de
documentos (nuestros documentos), se encuentran domiciliados en la
avenida Ponce de León #500. Allí, a la vista de todos, y
majestuosos frente al parque Luis Muñoz Rivera, agonizan mapas y
planos que pueden datar del siglo XVIII; ochocientos periódicos y
revistas de fines del siglo XIX; más de dos mil videocintas;
alrededor de ciento cincuenta mil fotografías y negativos; fondos
documentales de toda la administración colonial española y más,
mucho más. Allí, incluso, usted podría encontrar el dato que busca
para evidenciar su ciudadanía, su título de propiedad o hallar el
rastro indeleble de sus ancestros.
El edificio, remodelado con sumas millonarias por la gobernadora
Sila M. Calderón, cerró silenciosamente sus puertas desde hace más
de cuatro meses. Como si de una conspiración se tratara, no se
habló del tema. Por allí cerca pasaron (y pasan) manifestaciones,
protestas, gruomaníacos, caravanas, políticos, religiosos,
sindicalistas, se celebró el Día del Perro y hasta la Parada Gay,
pero nadie lo notó. Es cierto que no fue el fin del mundo. No se
trata de las hermas atenienses, ni el cierre de Plaza Las Américas,
sino un simple Archivo General. El lugar donde se encuentra la
historia de la nación. Una nación que resiste día a día desde las
trincheras de la cultura, el embate globalizador y asfixiante de
los imperios. El lugar desde donde provienen las evidencias del
devenir económico, político, social, religioso y cultural de la
sociedad puertorriqueña durante los últimos 275 años. El lugar
desde donde se podrá, algún día, componer la historia del
presente.
Hace más de veinte años, que se escucha la voz de los archiveros,
historiadores e investigadores pidiendo a alguien que haga algo.
Pero no pasa nada. El Archivo lo cierran, lo abren, lo
“remodelan”, lo fumigan, lo cierran, le compran acondicionadores
de aire nuevos, lo abren, se rompen los acondicionadores de aire
nuevos, lo cierran... lo cierran sin decir por qué ni hasta
cuándo. Eso sí, informan que hasta “nuevo aviso.” En eso son
gentiles.
Como pedir no funciona, como no se puede esperar más, como están
en juego las entrañas del País, propongo al Presidente de la
Asociación Puertorriqueña de Historiadores que se encarame cuanto
antes en la primera grúa que tenga a su alcance y no se baje de
ahí hasta que un legislador suba y prometa por su madre que
atenderá el asunto. O, de lo contrario, que los archiveros,
historiadores, investigadores y profesores creemos el “Fideicomiso
Pro Justicia y Dignidad Histórica” y lloremos, lloremos mucho
frente a las cámaras de televisión para que generosamente lleguen
fondos al agonizante Archivo General. Y si esto no rinde frutos,
siempre quedará la opción de llamar a Ojeda. ¡Eso sí que funciona!
Mientras tanto elevemos una oración para que finalmente “alguien”
se percate de que el edificio no es práctico para albergar un
archivo como Dios manda; que no importa cuánto se gasten hoy,
tarde o temprano, los hongos volverán y los equipos se romperán.
Ese “alguien” además, deberá notar algo ligeramente evidente: el
Instituto de Cultura Puertorriqueña no puede administrar
correctamente el Archivo General. El grito de autonomía, esta vez,
va para el Archivo General de Puerto Rico. Al menos, “hasta nuevo
aviso.”
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