En 1973, el AGPR y la
Biblioteca Nacional fueron trasladados al edificio. |
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El
patrimonio documental y los archivos juegan un papel importante en la
sociedad, no sólo como una parte fundamental de su memoria histórica,
sino
también como garantía de los derechos de los ciudadanos y testimonio de
la actuación de las administraciones. Para cumplir con su rol, éstos
deben contar con estructuras que reúnan las condiciones adecuadas para
garantizar la salvaguarda de su acervo. Una de estas condiciones es la
existencia de espacios adecuados para depósitos.
El edificio del Archivo General de Puerto Rico (AGPR) es una estructura
monumental, de estilo neo clásico, que comenzó a construirse en 1877 con
el propósito de servir de hospital civil para la ciudad de San Juan. Sin
embargo, otros fueron sus usos. En 1878, el Ayuntamiento decidió
destinarlo a cárcel provincial y, más adelante, albergó una escuela de
bellos oficios y un asilo para niñas huérfanas. En 1906, la Porto Rican
American Tobacco Co. lo adquirió mediante subasta pública, y en 1941 la
Corporación Bacardí lo compró destinándolo a la producción y almacenaje
de ron.
En la década de los años cincuenta, la estructura iba a ser demolida. El
doctor Ricardo Alegría decidió rescatar el edificio con el fin de ubicar
los documentos históricos de Puerto Rico que permanecían dispersos en
distintas instituciones nacionales y en Estados Unidos. En 1959, el
Instituto de Cultura Puertorriqueña lo compró a un costo de medio millón
de dólares. Tras un lento proceso de restauración, en 1973, el AGPR y la
Biblioteca Nacional fueron trasladados al edificio.
Los depósitos que se construyeron en el ala este del edificio tienen la
capacidad para albergar 50,000 pies cúbicos de documentos. En aquel
entonces, el Archivo contaba con 32,000 pies cúbicos. Actualmente,
alberga 80,000 pies cúbicos de documentos y cuenta con la misma cantidad
de espacio para almacenarlos. Por otro lado, hay cerca de 30,000 pies
cúbicos de documentos en las distintas dependencias del gobierno en
espera (desde hace más de 20 años) de ser trasladados al Archivo, muchos
de ellos en un constante proceso de deterioro.
Hoy, después del último proyecto de rehabilitación que finalizó hace dos
años, a un costo aproximado de $20 millones, el edificio no tiene la
capacidad para la cantidad total de los documentos que le corresponde
guardar por ley y tampoco se puede contemplar un crecimiento, porque no
hay posibilidades de expansión. De acuerdo con un análisis de las listas
de disposición de documentos públicos remitidas al Archivo General, se
estima que en 50 años, a razón de un crecimiento anual de 2,616 pies
cúbicos, tendremos 130,800 pies cúbicos adicionales de documentos para
un total de 240,800 pies cúbicos.
Sabemos que uno de los aspectos que hay que considerar a la hora de
planificar un edificio para archivo es el aumento en el volumen
documental. Los expertos sostienen que se debe proyectar para un
crecimiento en 50 años. El Manual de Archivos Tropicales publicado por
la UNESCO establece que “la relación entre la capacidad y el espacio
está muy ligada con el volumen de los documentos custodiados en el
momento de elaborar el proyecto, así como la proyección de los que se
van a recibir en los siguientes 50 años, pero se estima que un 60 por
ciento del área total del edificio de archivo está ocupada por
depósitos”.
Mientras se llevaba a cabo el proceso de rehabilitación, comenzado en
1999, contratamos a varios arquitectos para que nos presentaran
propuestas para la construcción de un nuevo edificio. De acuerdo con un
estudio del arquitecto Alvaro Morales (2002), quien realizó las
restauraciones del Archivo Nacional de Costa Rica, “el actual edificio
en restauración está prácticamente agotado en su capacidad de desarrollo
de un nuevo complejo de edificios del Archivo General. En algunos años,
se confirmará la necesidad de unas nuevas instalaciones, adecuadas,
modernas, con menor costo energético, con posibilidades de crecimiento,
con depósitos seguros, así como con una expresión moderna que simbolice
la cultura puertorriqueña del siglo 21”. Nos indica, además: “el
edificio en restauración tiene espacios adecuados para las salas de
consulta, pero es absolutamente deficiente en las áreas de depósito y
restauración. Hay serias deficiencias de seguridad sísmica en las áreas
noreste y este, y algunas áreas presentan sobrepeso al suelo de
acuerdo con las recomendaciones en los estudios estructurales”.
La necesidad de que se construya un nuevo edificio, por ésta y por otras
razones, resulta evidente. La propuesta no es nueva. En 1989, la Junta
Asesora de Documentos Históricos de Puerto Rico, en su informe final del
Proyecto de evaluación e informe de necesidades de los documentos
históricos de Puerto Rico recomendó “comenzar la planificación de un
edificio moderno diseñado a propósito para el Archivo General que
permita atender las necesidades del siglo 21”.
En el 2003, a raíz de un seminario que se celebró en Puerto Rico
relacionado con la construcción de edificios para archivos en países de
clima tropical, un grupo de arquitectos brasileños presentó una
propuesta para la construcción de un edificio similar al que la firma
tenía contemplado construir en Brasilia. El grupo, dirigido por el
arquitecto Alfredo Brito, revisó los planos del proyecto de reformas,
visitó la estructura y llegó a la conclusión de que el edificio era
inadecuado y que la restauración había sido una agresión en cuanto a lo
que concierne al patrimonio edificado.
Resulta irónico y hasta vergonzoso pensar que se han invertido $40
millones (total invertido en los últimos 25 años) en un edificio para
archivo que no es adecuado. Con esta cantidad, y aun con mucho menos, se
pudo haber construido uno nuevo con todas las especificaciones
requeridas.
Llamamos la atención a esta situación porque una de las razones por las
cuales se pierden documentos con valor histórico en las distintas
dependencias del gobierno de Puerto Rico es precisamente el tiempo que
permanecen allí, bajo condiciones poco adecuadas para su conservación,
en espera de un espacio en el Archivo. Se debe comenzar a pensar en
serio sobre este asunto.
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