Cada domingo Zoilaluz Cordero
acude a tocar para otros el piano que llevó al
asilo donde estuvo su padre |
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Melodías que regalan amor y vida
en el Hogar Nuestra Señora
de la Providencia.
martes, 23 de marzo de 2010
Por: Solimar Santana
EL Nuevo Día
Mientras Zoilaluz Cordero Moore desliza suavemente sus
dedos por las teclas del piano, un anciano baila paso a paso con
sus ojos cerrados al ritmo de la clásica melodía de Bobby Capó,
Soñando con Puerto Rico.
Escenas así se repiten cada domingo en el Hogar Nuestra Señora de
la Providencia, en Puerta de Tierra en San Juan. Allí viven 200
ancianos custodiados por 13 Hermanas de la Caridad: matrimonios,
hombres y mujeres independientes, dependientes o en estado
delicado. Durante una hora, Cordero deleita con sus melodías a los
inquilinos del cuarto piso del asilo, donde ubican a los que se
encuentran en estado de más cuidado.
Estas visitas musicales comenzaron cuando acudía a acompañar a su
padre José ‘Pepín’ Cordero, como forma de entretenerlo. “Me traje
un piano y lo dejé aquí para tocarle”, contó.
Su padre falleció hace 9 años pero ella no se olvidó de los
caballeros del cuarto piso del hogar, a quienes ha dedicado ya
cientos de boleros, baladas y música tropical. “Se han convertido
en mi familia extendida. Creo que la música es vida y a estos
ancianos les hace mucha falta”, expresó.
Para Felipe Villalobos el domingo es un día que ansía toda la
semana. Lleva 9 meses en el hogar y desde que notó las visitas de
Cordero se sienta a escucharla y hacerle compañía. “Me alegra
verla tocar el piano porque puedo cantar”, dijo el octogenario
mientras marcaba el tiempo de la música con sus manos.
Y si no llega, la extrañan. “Los señores se me acercan y
preguntan: ¿hoy no viene la señora del piano?”, sostuvo la
religiosa Sor Luz Inocencia.
El domingo es un día importante para ella también. Si no puede
acudir a su cita en el Hogar trata de ir un sábado para entretener
a su audiencia predilecta. Durante el resto de la semana trabaja
como asistente administrativa del Vicepresidente Ejecutivo del
Hotel San Juan.
“La música es un remedio para las penas. Llego aquí y me olvido de
todo. Salgo renovada”, aseguró Cordero con una gran sonrisa.
Además de compartir con ellos un poco de alegría, para Cordero es
una manera de recordar y rendirle honor a su padre. “Han sido
momentos inolvidables, aunque algunos tristes”, dijo al recordar a
uno de sus “seguidores fieles” ya fallecido.
De personalidad alegre y porte elegante, esta pianista aficionada
cuando no comparte su talento conversa con su audiencia. La
motiva, dice, el deseo de ser una influencia positiva en esas
vidas.
“Aquí me he encontrado hasta con ex compañeros de trabajo. Eso
muestra que hoy son ellos y en cualquier momento puedo ser yo”,
dijo Cordero, de 71 años, mientras saludaba a uno de los
residentes.
Su única esperanza, expresó, es que algún día alguien haga lo
mismo por ella.
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