Crecimiento del
aparato legislativo
27 Julio 2010
Por Yanira Hernández Cabiya /El Nuevo Día
Monstruo insaciable
Desde su creación en 1952, la Rama Legislativa actual ha crecido
vertiginosamente.
Ese crecimiento se manifiesta en una nómina que ahora sobrepasa
los 1,900 empleados regulares y un alto número de comisiones
legislativas que ha obligado, a su vez, al reclutamiento de
empleados.
Se observa también en la acumulación de propiedades -mediante
compra o alquiler- a lo largo del preciado vecindario que rodea al
Capitolio. La mayor parte de esos inmuebles están deteriorados y,
para acondicionarlos, las autoridades legislativas planifican
utilizar sumas de dinero millonarias, como confirmó el propio
superintendente del Capitolio, Eliezer Velázquez.
No obstante, pese a la necesidad de corregir las fallas de esas
propiedades, que incluyen el edificio principal del Capitolio, el
liderato legislativo ha optado por utilizar millones de dólares de
fondos públicos para construir plazas y levantar monumentos en
áreas aledañas a la Casa de las Leyes.
El crecimiento de la Rama Legislativa contrasta con el hecho de
que el Senado y la Cámara de Representantes han ignorado el voto
de los electores a favor de que se establezca un sistema
unicameral y la promesa electoral del gobernante Partido Nuevo
Progresista (PNP) de reducir el número de escaños legislativos.
Duplicidad
El desparramamiento físico de la Asamblea Legislativa resulta, en
parte, de la duplicación de oficinas para un mismo legislador,
explicaron ex legisladores.
“Las necesidades administrativas han justificado la necesidad de
mayor espacio. A un legislador usualmente se le asigna una oficina
con dos espacios para él, sus asesores y las secretarias. Y si el
legislador preside una comisión se le asigna espacio adicional y
eso ha ido duplicando la necesidad de espacios”, explicó el ex
presidente de la Cámara de Representantes, José “Rony” Jarabo.
Además de las oficinas de los legisladores, bajo la Rama
Legislativa también se encuentran las oficinas de Servicios
Legislativos, la Superintendencia del Capitolio, las oficinas
administrativas y varias comisiones especiales y permanentes que
ocupan oficinas dentro del complejo capitolino.
Según informes de la Oficina del Contralor, en el 2003 había 1,892
empleados en esas oficinas. El documento no especifica si esa
cifra incluye los puestos de confianza o los empleados por
contrato. En el 2010 ese número se ha elevado a 1,907 puestos,
según el Contralor.
Aunque esa alza es de 15 empleados, contrasta con el dato de que
el número de legisladores se redujo de 88 en el 2000 a 85 en el
2008, según se aplicó en esos años la Ley de Minorías.
Alza en comisiones
El número de comisiones, otro factor que se aduce para justificar
la necesidad de espacios, aumentó dramáticamente en el Senado al
comparar los años 2000 con el 2008, pero en la Cámara se mantuvo
igual.
El cambio en el total de comisiones se produce cada cuatrienio
como resultado de las negociaciones que realiza el legislador que
desea presidir cada cuerpo para lograr los votos necesarios para
asumir la posición.
Por ejemplo, en el cuatrienio pasado en la Cámara, el entonces
presidente José Aponte dividió la Comisión de Hacienda, que por
años ha presidido el legislador Antonio “Toñito” Silva, y creó la
Comisión de Asignaciones y Presupuesto para poder dar una comisión
de prominencia al representante Ángel Pérez.
En el cuatrienio actual, la Comisión de Hacienda quedó nuevamente
unificada para trabajar tanto el presupuesto como las medidas de
recaudos y fiscales.
En el 2004, el Senado tenía 15 comisiones, varias de ellas
presididas por un mismo senador debido a la división que existía
entre los legisladores de mayoría a raíz del intento del ex
gobernador y entonces senador Pedro Rosselló de ocupar la
presidencia del cuerpo.
Este año, el Senado tiene 33 comisiones permanentes y tres
especiales.
Una de ellas es sobre el derecho de autodeterminación del Pueblo
de Puerto Rico que preside el líder del Senado, Thomas Rivera
Schatz; otra sobre el Puerto de las Américas que preside el
senador de Ponce, Larry Seilhamer, y la de Reforma Gubernamental
que encabeza la vicepresidenta del Senado, Margarita Nolasco.
Las propiedades
Por años, los legisladores han justificado el crecimiento de la
Rama Legislativa y la adquisición de nuevas propiedades.
Poco después de la inauguración del Capitolio, se planteó la
necesidad de construir los anexos de la Cámara y el Senado para
acomodar el alza en el número de legisladores resultado de la
aprobación de la Constitución boricua.
Sin embargo, en aquel momento el edificio principal, además de la
Legislatura, albergaba las oficinas del Contralor, el Tribunal
Supremo y el Tribunal Electoral, que luego se mudaron a sus
propios inmuebles.
Ya para la década de 1990 se comenzó a utilizar el edificio Luis
Muñoz Marín (antes Medical Arts) y el Ramón Mellado Parsons (antes
Comisión Industrial).
“Don Miguel (Hernández Agosto, ex presidente del Senado) era
creyente de separar las oficinas administrativas de las labores
inherentemente políticas que tienen lugar en el edificio
principal. Además, ya se había hecho bien difícil mantener los
edificios”, explicó Pablo Crespo, administrador del Senado del
1989 al 1992.
Según Crespo, el edificio Mellado Parsons se compró para albergar
oficinas administrativas del Senado y establecer allí las oficinas
de los investigadores del caso del Cerro Maravilla.
Sin embargo, Crespo dijo estar sorprendido con la cantidad de
edificios que ahora tiene bajo su manto la Rama Legislativa.
“Me sorprendió cuando vi cómo ha crecido sin control. Es algo
fuera de proporción. No entiendo para que tanto edificio”,
expresó.
El superintendente Velázquez justificó esas adquisiciones ante la
necesidad de ubicar a los empleados que trabajan en edificios
enfermos. En relación con los edificios Muñoz Marín, la Comisión
Estatal de Elecciones I y II y el edificio Antonio R. Barceló
(antes Medicina Tropical), dijo que “estos son edificios enfermos
que representan un riesgo a la salud por los hongos y los olores
objetables. Lo que se ha hecho con ellos por los pasados años son
parchos”.
Sin embargo, el plan de la Superintendencia para estos años
enfatiza en la construcción del Paseo de los Presidentes, un
monumento a los policías puertorriqueños, la Plaza Rafael
Hernández, la Galería de los Gobernadores, el Paseo de las
Banderas, la reconstrucción de la Plaza San Juan Bautista y el
ajardinamiento paisajista de las áreas verdes del Capitolio.
Dichas obras sobrepasan los $5 millones.
Mientras, el ex presidente del Senado, Charlie Rodríguez, indicó
que si bien es cierto que hay labores de reconstrucción de gran
importancia que se han postergado para dar paso a otras
construcciones, “el dinero necesario para realizar esas obras en
este momento no lo hay”.
“Lo que pasa es que para hacer los trabajos que son necesarios,
por ejemplo en el Luis Muñoz Marín, se necesitan cerca de $15
millones que nos los hay. Así es que lo que puede hacerse son
obras más pequeñas para mejorar el litoral”, dijo el también
asesor de Rivera Schatz.
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