Estremecedores relatos. Programa del Departamento de Corrección permite que presas puedan estar con sus hijos hasta los 5 años.
Shara González tiene 23 años, pero la profundidad y la tristeza en su mirada demuestran que ha vivido mucho más que cualquiera que tenga 50.
Tiene dos hijos: una niña de dos años que vive en el Hogar Casa Cuna de San Juan y un niño de un año que vive con ella en la cárcel. “Entré a la cárcel y no sabía que estaba embarazada. Luego de cuatro meses que estuve en (la cárcel de) de Vega Alta, me transfieren al Hogar Intermedio de Mujeres, donde pasé los últimos cuatro meses de embarazo hasta que tuve a mi bebé, Shaniel, y ha sido una experiencia maravillosa. Él es mi felicidad”, relató a Metro Shara, una de las tres féminas que pudieron parir y criar a sus hijos menores en el Hogar Intermedio de Mujeres, en Puerta de Tierra, durante su confinamiento. Esta es la única opción que las mujeres tienen frente a la cárcel de Vega Alta, pero solo tiene cabida para 38 mujeres que hayan cometido un delito menos grave y tengan problemas de adicción.
A Shara no le gusta hablar de su pasado. Tiene una decena de hermanos que, al igual que ella, se criaron entre los problemas de sus padres y el Departamento de la Familia (DE). Pero para Shara el hogar no solo fue un lugar donde le cambiaron la vida y le dieron nuevas herramientas. “Algo maravilloso que nunca pensé obtenerlo aquí siendo presa fue la custodia de mi hija. Me la traen un fin de semana sí y uno no. Pasé un fin de semana con la nena y fue algo inolvidable”, declaró.
Obligada a prostituirse
Al igual que Shara, Marga Navarra, de 32 años, tuvo una nueva oportunidad de vida en el hogar. También entró a la cárcel embarazada, pero, contrario a Shara, su cuarto embarazo era uno de alto riesgo. Su primera bebé murió a días de nacida. Su segunda hija y su tercer hijo, que ahora tienen dos y un año, fueron removidos por el DF “porque yo tenía problemas de adicción a drogas y alcohol y no tenía un hogar seguro”.
En el Hogar Intermedio para Mujeres fue distinto. “Fue una experiencia nueva porque yo nunca había tenido una bebé conmigo. Estoy aquí por un caso que tenía del 2000, que yo nunca quise entregarme. El papá de mis (primeros tres) hijos fue el que me entregó, pero me hizo un favor. En ese momento, lo maldije, pero ahora Dios me dio la oportunidad de conocer un hombre bueno de verdad (Luis Arce, el padre de su bebé de un mes, Nayelis Marie)”, contó sonriente Marga. Su exmarido no solo la delató, sino que la obligó a prostituirse y renunció a la custodia de sus dos hijos mayores cuando ella entró a la cárcel, por lo que solo tiene la posibilidad de recuperar al niño de un año.
El padre de Marga está preso, pero es “la luz de mis ojos”. Su madre está en Estados Unidos con su padrastro, quien estuvo confinado por cinco años porque Marga lo denunció por los abusos que cometió contra ella y sus hermanos.
“La mayoría de las mujeres vienen de familias disfuncionales. Esto ha sido una experiencia enriquecedora y poderosa para la cual hay que tener mucho compromiso”, sostuvo Lourdes Rodríguez, trabajadora social encargada del hogar por los últimos nueve años.
“Sabemos a qué hora llegamos, pero no a la que salimos”, destacó Rodríguez, que confesó que incluso sus hijos se sintieron celosos por el tiempo que dedicaba al hogar en el que ella se ha convertido en “la madre, tía, maestra, abuela y trabajadora social” de las distintas féminas que ha tenido a su cargo.
La sargento encargada del hogar, Grace Ozorio, puntualizó que, al igual que en la cárcel, las mujeres tienen prohibido el uso de celulares, poseen un horario para sus tareas y utilizan una camiseta verde y pantalón caqui de uniforme. Pueden usar ropa civil cuando salen de pase los fines de semana o a trabajar, ya que varias de las 32 féminas son repartidoras de periódicos, artesanas o forman parte de las brigadas de los departamentos de Corrección y del Estado.
Aunque el hogar inició en pleno apogeo de la política de “Mano dura contra el crimen”, los resultados de ambos han sido totalmente distintos. Mientras expertos aseguran que la “Mano dura” no ha sido eficaz en tratar el síntoma de la criminalidad, las estadísticas del hogar demuestran que si solo el 5 % de las mujeres es reincidente, definitivamente hay posibilidades de rehabilitación, pero no con el método tradicional de las cárceles.
“En (la cárcel de) Vega Baja no hay rehabilitación. Aquí les damos las herramientas para que salgan adelante”, destacó Ozorio.
El dato
Detalles sobre el Hogar Intermedio de Mujeres, en Puerta de Tierra
• Fundación. En 1996, la psicóloga forense Carmen Peña fundó el programa ante la necesidad de un lugar para que las mujeres embarazadas confinadas pudieran tener a sus hijos con ellas.
• Impacto. 325 mujeres y 30 infantes han pasado por el hogar a lo largo de los 18 años de establecimiento. Es para mujeres de confinamiento mínimo y problemas de adicción, y tiene cabida para 38 féminas.
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