Un silencio acentuado con una mirada anegada en llanto respondió la pregunta... No hacía falta que emitiera palabras, era innecesario.
Yaneisi Paredes Socorro vaga entre la tristeza y la alegría: la mujer de 25 años sonríe al sostener entre sus brazos a Mia Janet, mientras que al mismo tiempo añora el contacto con sus otros tres vástagos que están a millas de distancia de su pecho y bajo la custodia del Departamento de la Familia. Por eso, sus labios se sellaron a la invitación de hablar del sufrimiento que experimenta mientras extingue una condena de dos años en prisión.
Ahora, le toca cumplir una sentencia de dos años –le falta uno– y darle a Mia Janet Paredes, de cinco meses, lo único y más importante que tiene para ofrecer: su amor.
Al mirarla, ¿en qué piensas?
En mis otros tres hijos.
¿Qué preguntas te haces?
¿Cómo estarán? ¿Estarán bien? ¿Estarán pensando en mí?
Si no hubiese pasado... si no me hubiera metido en vicio... probé lo que no tenía que probar; mis hijos no estarían pasando por lo que están pasando porque sé que están sufriendo mucho más que yo.
¿Más que yo?
Por lo menos mi nena mayor, de nueve años, se fue llorando de aquí y llegó llorando; antes me había mandado a decir con la trabajadora social que “me curara, que me quería ver, que me quería mucho”.
¿Qué harías diferente al salir?
Tener una vida normal, no volver a las drogas, darles el cariño y el amor que no les he dado durante el tiempo que he estado aquí, ser una nueva mujer.
¿Cómo quieres que sea la nueva mujer?
Trabajadora. Feliz con sus hijos.
¿Esto ha cambiado tu manera de ver la maternidad?
No estaba tan pendiente de mis hijos como ahora porque antes estaba al garete, es la realidad.
¿Esta desgracia tiene algo de...?
De bueno.
Su situación legal se complica porque Yaneisi llegó a la Isla hace 11 años sin documentos legales –sus familiares aquí tampoco los tienen, motivo que no les permitió hacerse cargo de sus hijos–, por lo que al salir en el 2014 podría ser deportada, junto con ellos.
Regresaría al país que abandonó a los 14 años de edad cuando decidió montarse en una embarcación, junto al padre de su primera hija, con la ilusión de encontrar un “buen futuro” en la Isla.
Aún recuerda que, al avistar la costa, dijo: “Llegamos a Puerto Rico. Vamos a trabajar”.
Desde que llegó, Yaneisi comenzó a laborar haciendo desayunos en negocios de comida y, al par de años, se convirtió en madre por primera vez; tiempo después se relacionó con unas amistades que le ofrecieron drogas y ella aceptó. Influenciada por el vicio que desarrolló, decidió robar cobre. La mujer fue arrestada y encarcelada en la Cárcel de Mujeres de Vega Alta, y fue entonces que descubrió que tenía un mes de embarazo; pensó lo peor. “Mi hija va a nacer, la voy a ver el primer día que nazca, después no la voy a volver a ver más. ¿Quién se hará a cargo de ella? Cuando crezca, no la voy a conocer”, se dijo.
Pero, hace 17 años, una mujer visionaria, que entonces hacía su internado en la prisión de Vega Alta, sintió indignación al ver las condiciones que agravaban la condena de madres confinadas en la Isla y propuso un novel proyecto que se convirtió en el Hogar Intermedio para Mujeres del Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR), dirigido a presas de custodia mínima, con sentencias breves y madres con hijos menores de cuatro años de edad. Se trata de la psicóloga forense Carmen Peña.
La doctora recuerda que, durante la década de los 80, las mujeres entraban embarazadas y no tenían la oportunidad de quedarse con sus bebés. “Ese vínculo terminaba ahí, aun cuando iban a salir en un periodo breve”, explicó.
Peña inició entonces la búsqueda de fondos federales para iniciar una propuesta que resultó de avanzada tanto en la Isla como en Estados Unidos, ya que promovía la rehabilitación en un escenario más cercano a un hogar que a una institución. “El Gobierno no había cuestionado ni se había interesado por esa parte; más era la oposición que el deseo a que existiera el programa”, dice.
Desde entonces, cientos de mujeres han pasado por esta institución, ubicada ahora en Puerta de Tierra. Allí, Yaneisi se siente “libre” porque está con su hija “todo el día”, contrario a Vega Alta, donde “el encierro” era lo más difícil de enfrentar.
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