El programa de
educación, del que se benefició más de un centenar de
estudiantes, consiste de módulos de libros y cuadernos que
estudiaban con la ayuda de un maestro. La asistencia era diaria
por un periodo de cuatro horas. (Primera Hora / David Villafañe) |
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¡Al fin!
Alcanzan su cuarto año tras salir del salón de clases martes, 10 de mayo de 2011
No se rindieron 104 estudiantes mayores de 18 años de edad,
de los residenciales Luis Llorens Torres y San Agustín en San Juan,
obtuvieron ayer su grado académico luego de tomar desacertadas
decisiones personales.
Por Libni Sanjurjo / Primera Hora
Sus historias reflejan los problemas sociales
que enfrenta la isla
La graduación de duodécimo grado debió haber ocurrido hace varios
años, para algunos 10 o 20, pero sus decisiones los llevaron a
retrasar el logro académico, el que es básico para alcanzar otros o
el trabajo.
Pero al fin llegó. Ayer sus rostros irradiaban orgullo al vestir sus
togas y birretes en uno de los salones de la Guardia Nacional en
Puerta de Tierra.
Fueron 104 estudiantes de 18 años de edad en adelante de los
residenciales Luis Llorens Torres y San Antonio en San Juan.
El logro fue posible con la unión de la compañía administradora de
ambos residenciales, Promma y Cadest, un colegio acelerado de
educación secundaria y técnica, acreditado por el Consejo de
Educación Superior de Puerto Rico.
Ambas coordinaron las clases desde el pasado 14 de febrero hasta
mayo en cada uno de los complejos de vivienda pública.
“Este cuarto año es el comienzo que necesitan para encaminarse a
lograr su autosuficiencia económica”, dice Patricia Velázquez, de
Promma.
“Este servicio forma parte del programa de transformación social que
Promma desarrolla en las comunidades de vivienda públicas”, agrega
la directora de servicio a residentes.
El programa de educación consiste de módulos de libros y cuadernos
que estudiaban con la ayuda de un maestro.
La asistencia era diaria por un periodo de cuatro horas.
Además de la adquisición del cuarto año, Promma los apoya en
continuar sus metas a través de adiestramientos, ayuda para
emplearse e iniciar sus propias empresas.
En honor a ellos
Su cabeza estaba inclinada, su mirada baja. Varias veces se llevaba
sus manos al rostro. Intentaba secarse las lágrimas, pero ellas
seguían haciendo senderos.
Había una razón para aquel llanto: su mamá y papá ya no estaban para
ser testigos del logro de su hija. Ellos le solían decir: “Estudia
porque sin los estudios uno no es nadie, pero yo decidí no estudiar
(...). Ahora me hacen falta mis papás (...). Yo sé que ellos están
orgullosos de mí”.
Karla Morales, de 31 años dejó la escuela a los 18, cuando cursaba
el noveno grado, porque “me enamoré” y se fue a vivir con él.
Dos de sus tres hermanos también fallecieron y el único que le
queda, de 25 años, no estaba allí. Pero Karla pudo sonreír, pudo
decir en honor a sus progenitores que: “Logré el esfuerzo que ellos
tanto querían, mi cuarto año. Y que el logro se los dedico a ellos”.
Ahora Karla estudiará asistente dental.
Pensó que no podía
“Jamás pensé que lo iba a poder hacer”, dice Kelvin López sobre el
logro de alcanzar su diploma de cuarto año.
Su talón de Aquiles fue dejarse influenciar por “la juntilla”,
personas que te dañan el sistema, ofreciéndote vicios y drogas.
Se unió al grupo porque te ofrecían el baqueo, es decir, “la
seguridad de que nadie me va a dar, porque estoy con ellos”. Lo
cuidaban de los abusadores en la escuela, dice. “Si estaba en una
esquina vendiendo drogas, los dueños me cuidaban para que los del
otro lado no me mataran. Ése es el aparente baqueo, pero a la hora
de la verdad, ellos mismos te matan”, reconoce el hombre de 32 años.
Ahora, Kelvin está en las “de que quiero echar pa’ alante” tras un
año y medio en prisión y un año en un hogar de rehabilitación por
consumo de marihuana y alcohol.
“Yo estoy cambiando mi vida, estoy rehaciendo mi vida nuevamente,
con la fuerza del Señor”, asegura.
Doble felicidad
Verónica Pizarro celebró ayer la graduación de cuarto año de su hijo
Juan Luis López, de 18 años de edad. Al mismo tiempo, celebró la
suya. Ella también alcanzaba el mismo grado académico. “Para darle
apoyo. (Además), como yo no lo había tomado”, destaca la mujer.
El joven abandonó la escuela cuando estaba en octavo y tenía 16 años
de edad. La “juntilla” lo desvío de la educación. “Cortaba clases y
chavaba en el salón”, recuerda.
Por eso se “buscó un caso”, menciona su madre. Su toga escondía su
grillete. Serán cuatro años de probatoria que deberá cumplir
mientras estudia y hace labor voluntaria. “Es bien difícil, de esto
uno aprende mucho. Las cosas malas no te dejan nada en la vida”,
admite Juan Luis.
Ahora, asegura que irá a la universidad para estudiar educación
física. Dice que le gustan los deportes, especialmente el judo, con
el que ha ganado medallas.
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