La Legislatura en el 1910
concedió el privilegiado solar al lado de la Plaza Colón para
erigir la estructura con detalles clásicos y renacentistas en su
arquitectura de estilo francés. |
Despierta el Antiguo
Casino de
Puerto Rico
19 de febrero de 2012 Por Tatiana Pérez Rivera /
El Nuevo Día
Le juro que escucho el taconeo. Ese que hacen las damas cuando suben los
25 escalones que conducen al gran salón del segundo piso. Son demasiadas
invitadas. No todas usan la alfombra que cubre la parte central de la
escalinata, mientras ascienden sujetadas del brazo de sus esposos en
riguroso frac. El mármol del pasamano lo acarician con sus guantes
blancos al codo.
La ocasión amerita exhibir la joyería heredada y adquirida, abanicos,
vestidos de gasa o seda, vistosas carteras de noche y cuellos libres de
cabello. Semejante despliegue de elegancia y gracias sociales es
requisito en esa gran noche. Porque después de varios intentos fallidos
-provocados por fondos económicos que se agotaron en momentos
culminantes de su construcción- el Casino de Puerto Rico inaugura esa
noche. El 24 de junio de 1917.
Ciertamente imagino el sonido de los tacos inquietos sobre el mármol.
Pero es cosa de tiempo.
El próximo jueves 23 de febrero, después de una larga temporada de
recesos alternados con momentos de actividad variada, el Casino de
Puerto Rico reabre remozado. Con nueva cara, les recuerda a sus vecinos
que regresa a la vida el ocupante del kilómetro cero de la ciudad
capital.
“Esta es mi parte favorita”, concede Jaime López, director ejecutivo de
la Autoridad del Distrito de Convenciones, mientras abre la puerta que
conduce a la terraza del lado este en el segundo piso.
“Mira qué vecinos tenemos. Aquí ves el Puerto Rico antiguo y el moderno”,
explica señalando al Castillo San Jerónimo a un lado, la Escuela José
Julián Acosta al otro y los cruceros anclados en la bahía a lo lejos.
Por esa amalgama de influencias, de estilos arquitectónicos, de sabores
y hasta de colores apuesta el titular toda vez que lo integró al modelo
de negocios que sienta la pauta del Distrito del Centro de Convenciones
al cual -por determinación del Gobernador Fortuño (bajo la Orden
Ejecutiva 2010-12)- fue transferida la custodia del Antiguo Casino.
“Al entrar aquí tú te transportas al pasado”, subraya López admirando el
vestíbulo , “miras las lámparas, los trabajos en yeso, los pisos y es
como entrar en otra época. Si esa es la primera reacción que me da a mí,
que soy puertorriqueño, imagina la del visitante que nunca ha entrado a
esta estructura icónica. Es uno de los componentes que hace a Puerto
Rico diferente en términos de oferta turística”.
Y es que el Antiguo Casino ofrecerá una oportunidad a quienes celebran
convenciones en el moderno edificio del Centro de Convenciones de
realizar allí actividades más pequeñas, en un ambiente más cálido.
La compañía SMG maneja el Distrito que abarca el Centro de Convenciones,
el Coliseo de Puerto Rico y el Antiguo Casino. Las guías de
arrendamiento, opciones de banquetes y menú de este son distintas a los
de las primeras dos estructuras.
“Ahora es que comienza el reto”, opina López, “de poder preservarlo para
futuras generaciones. Lo que garantiza esa preservación a esta
estructura es el modelo de negocios que estamos incorporando para
manejarla; se hace parte del Centro de Convenciones y así se maximiza su
uso y se conserva el esplendor que tiene en este momentos y que tuvo
cuando se inauguró”.
Amor a primera vista
Blarys Segarra, gerente general del Centro de Convenciones, no veía
manera de “hacer rentable” una propiedad separada de este, en el Viejo
San Juan y a la que “había que darle mucho cariño”. Hasta que la visitó
en el 2010. “Nunca había entrado aquí. Llegué buscando varios “No”, pero
cuando abrieron las puertas principales y vi el esplendor de ese primer
nivel, oculto porque habían unas cajas, dije ‘este edificio es
vendible’. Pregunté rápido ‘¿qué hay que hacer para ponerlo en
condiciones?’”, sostiene Segarra.
Aunque dominaban los “No”, una vez subió al segundo nivel y vio el
potencial del gran salón de la estructura que anteriormente era
custodiada por el Departamento de Estado, la consigna fue manos a la
obra.
Primero inició la fase de impermeabilización del techo y la cúpula y,
una vez el edificio dejó de percolar, en agosto del 2011 se trabajó la
segunda etapa, que abarcó el techo, las molduras y las lámparas.
Contaron con un presupuesto de $1.5 millones.
En la página cibernética del Centro de Convenciones, el Antiguo Casino
aparece como alternativa desde solo hace dos semanas. Ya hay 42 eventos
confirmados.
“Les pasa como a mí, quedan enamorados del edificio”, indica Segarra.
El lujo del detalle
“Sí, hubo momentos difíciles pero los convertimos en retos”, reconoce el
ingeniero Ricardo Torres, jefe de ingeniería del Centro de Convenciones
de Puerto Rico y encargado de las obras de remodelación del Antiguo
Casino de Puerto Rico.
Los dolores de cabeza los proporcionó la humedad, enemigo acérrimo de
las estructuras del Viejo San Juan. La misma que desgració desde
tuberías, cables y vigas, pasando por lámparas, mármol y hasta molduras.
Para controlarla mejor instalaron, según indicó Torres, dos máquinas de
aire acondicionado de 130 toneladas.
Varias zonas arregladas le proporcionan especial satisfacción a Torres
como, por ejemplo, el techo con su cúpula cubierta de láminas de cobre y
los jardines con sus nuevas fuentes y sistema de riego. Los vitrales de
las puertas fueron limpiados y sellados, y el piso en mármol pulido.
La satisfacción es compartida por Raúl Cabrera y Adolfo Vask, artesanos
que trajeron de vuelta la apariencia original de las molduras y
decorados en los techos, así como de las 48 lámparas ubicadas en todos
los salones.
“Eso no era una lámpara, daba pena”, recuerda Vask de la impresionante
pieza del salón principal que posee 14,850 lágrimas entrecosidas con
alambre de cobre,
“y son prismas, así que si no están ubicados
correctamente no da el reflejo de luz que debe dar”.
Se dedicó a ella. Limpió su esqueleto en bronce que encontró sobre el
suelo de mármol y ubicó con cuidado su vestido de lágrimas. “Mírela
ahora, es otra cosa.
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Fue un trabajo excepcional”, admira orgulloso la
lámpara de 2,800 libras.
El ingeniero Torres explicó que, para facilitar el cuidado de esta,
adquirieron una pateca hidráulica ubicada en el techo, que soporta hasta
seis mil libras. La misma permite que la lámpara descienda suavemente
hasta el suelo.
Por su parte, Cabrera menciona que los paños con diseños en el techo no
tienen tamaños similares.
“Ese se había caído entero por la humedad y la condensación, lo que
encontré fueron las varillas del techo”, cuenta señalando una esquina en
el gran salón.
En contra de la gravedad, trabajaron con látex para copiar los detalles
que habían sobrevivido al tiempo y así lo replicaron al trabajar paños y
molduras nuevas y con medidas precisas.
“Había que hacerlo con mucho cuidado porque estabas trabajando ahí mismo
en la pieza”, indica, “pero logramos hacer las piezas nuevas usando los
diseños”.
El ingeniero Torres asegura que se documentó todo el proceso de manera
que existen guías sobre cómo actualizar los diversos sistemas de la
estructura.
La labor ardua de ayer, hoy tiene resultados visibles. “La gente
curiosea de afuera y hasta piden entrar porque la verdad es que este
edificio es único”, insiste Vask.
Su contexto histórico y social
El Puerto Rico Ilustrado se esmeró en descripciones en su edición del 30
de junio de 1917.
“...el grandioso baile de inauguración verificado con derroche de lujo y
esplendor de la noche del domingo en la amplísima y regia sala del
“Casino Portorriqueño”, en la que había unas mil quinientas personas
pertenecientes a las familias más selectas de todo Puerto Rico, las
cuales demostraron el asombro que les produjo el arte y la suntuosidad
de la magnífica mansión”.
¿Para qué los criollos necesitaban un casino en el siglo XX? “El Casino
de Puerto Rico es una institución que un poco contesta al Casino Español”,
indica la investigadora histórica Silvia Álvarez Curbelo.
“En San Juan, como en muchos otros lugares de la Isla, las grandes
familias españolas tenían acceso a sus casinos. En el 1917, las fortunas
criollas y básicamente puertorriqueñas, querían tener su lugar para
reunirse. El esfuerzo demuestra una especie de madurez económica y
social de la burguesía puertorriqueña”, señala la profesora
especializada en comunicación social.
Los círculos sociales eran muy cerrados. El historiador Gonzalo Córdova
destaca, de otra parte, que la sociedad del siglo XIX y XX se dividía
étnicamente y había clubes para cada grupo.
“Los españoles tenían problemas con la palabra club, porque la
relacionaban con los clubes políticos franceses, así que le llamaban
centros de instrucción y recreo. Tenían biblioteca, periódicos, revistas
extranjeras, se presentaban obras teatrales, recitales de poesía, música,
se jugaban cartas y carambola de tres bolas”, expone Córdova.
Enfatiza que en las ciudades grandes de la Isla el uso y costumbre era
que hubiera tres tipos de casinos: el de españoles, el de criollos y el
de artesanos, que incluía negros y trabajadores con oficio. Ninguno
cruzaba líneas ni se permitía que sucediera.
Ubicado donde antes estuvo la Puerta de Santiago, única entrada por
tierra a la ciudad, el Casino de Puerto Rico competiría con los otros
clubes desarrollados en la capital como el Union Club en Miramar,
dirigido a la comunidad norteamericana, el Casino Español y la Casa de
España, ambos en San Juan.
Según la publicación “Libro Ilusión de Francia: Arquitectura y
Afrancesamiento en Puerto Rico”, editado por Enrique Vivoni Farage y
Silvia Álvarez Curbelo, su estilo arquitectónico “ Segundo imperio”
contrastaba con los de la zona al ser francés.
“La elegante portada y el muy dramático techo del Casino hablaban
silenciosa aunque elocuentemente sobre el poder y la riqueza de los que
se cobijaban dentro”, proponen.
En los interiores se observa el uso de ventanas de cristal emplomadas,
escaleras curvas, pisos con complicados diseños en losa nativa y también
intrincados mediopuntos.
Gracias al estilo francés “Segundo imperio” se optó por el mármol, las
columnas corintias, los frisos, las consolas, las guirnaldas, las
molduras y los ojos de buey.
“La escalera monumental, con su magnífico espejo en el descanso, revela,
desde los primeros pasos en la secuencia espacial del Casino, la
maravillosa obra en el salón de baile en el segundo piso, incitando a
los socios a que asciendan y participen del maravilloso edificio”,
agrega la publicación.
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Casino de Puerto Rico. Postal
del 1961 |
Ocaso de los casinos
Reitera el historiador Córdova que el apoyo a este tipo de casino de
corte social fue extinguiéndose en la medida en que aparecieron nuevas
ofertas. “La gente busca afinidades”, señala en torno a clubes que
aglutinan intereses deportivos, cívicos o de idioma.
“Los casinos no hacían labor social, así que cuando llegan los clubes
cívicos como el Club de Leones se democratizan un poquito las relaciones”,
propone Córdova.
Los españoles aún dominaban la escena social a finales del siglo XIX y
tras el cambio de soberanía, “los criollos querían tener un lugar
elegante”. Como propulsores del proyecto señala al licenciado Juan
Hernández López, al doctor José Gómez Brioso y al comerciante Luis
Sánchez Morales, quien eventualmente estableció la YMCA.
El Casino de Puerto Rico tuvo su época de gloria entre el 1920 y el
1942, cuando celebró su último baile. Según Álvarez Curbelo, se traspasó
al Ejército de Estados Unidos a cambio de la condonación de deudas de la
institución.
“Duró 25 años exactitos”, define esa primera etapa de esplendor Álvarez
Curbelo, “allí se celebraron todas las actividades sociales de prestigio,
las representaciones de clase, es decir, los grandes bailes, las
presentaciones en sociedad, las bodas”.
Aunque luego se trasladó a un edificio al Condado y eventualmente a
Guaynabo, una época dorada culminó para el Casino aquel 1942 cuando el
mundo atestiguaba la Segunda Guerra Mundial.
El mundo del criollo, del puertorriqueño, cambiaba cada década. Su
empeño por sobrevivir como pueblo sería su aliado. Así lo resumió
“Adolfo, el poeta”, personaje que encarnó el actor Raúl Juliá en la
película “La gran fiesta”, filmada en el 1986 en el Casino de Puerto
Rico para narrar, mediante la celebración de su último baile antes del
traspaso a los estadounideses, la realidad local del 1942.
“De amores dizque imposibles, se han rellenado gavetas y cabezas de
poetas con estrofas prescindibles.
Yo soy criollo sensible de pluma poco conspicua, no gasto rimas
melifluas en cantarle a la impotencia y mi décima sentencia: lo
imposible no es boricua”. |