Roberto Prieto,
pescador de La Coal, en Puerta de Tierra, examina
parte de la exigua pesaca del día.
Tempestad para la industria pesquera
Viernes,
2
de Abril de 2010
Por:
Por Rebecca Banuchi
El Nuevo Día
Los que se dedican a
esta faena hacen malabares para generar dinero.
A media mañana, cerca de una decena de pescadores de La Coal,
en Puerta de Tierra, discutía con resignación los pobres
resultados de la jornada de la madrugada.
Las fuertes corrientes y peligrosas marejadas de esta Semana Santa
obligaron a algunos arriesgados trabajadores del mar a regresar a
puerto seguro con sus embarcaciones casi vacías.
Sujetos a los vaivenes del clima y a un estricto marco
reglamentario, la actividad pesquera en la Isla mantiene un ritmo
de producción estable, aunque muy inferior al mostrado en décadas
pasadas, cuando la fauna marina atrapada superaba las siete
millones de libras en un año.
“El pescador que vive de la pesca se está muriendo de hambre”. Con
esa afirmación resumió el estado de los pescadores Héctor Morales,
un funcionario retirado que ejerce este oficio a tiempo parcial.
Estimó que un pescador que zarpe todos los días -lo que es muy
difícil- podría generar unos $400 semanales.
A su lado, Domingo Germosén comentaba con cierta molestia que esta
semana, en tres salidas al mar, sólo había desembarcado 70 libras
en total, mientras que en ocasiones más prósperas había logrado
atrapar hasta 150 libras en un solo viaje.
La pesca en Puerto Rico, como recurso económico, es una actividad
de proporciones limitadas y se perfila con muy poco espacio para
crecer.
Durante el pasado año fiscal, según las estadísticas más recientes
del Departamento de Agricultura, se produjeron en total 2.4
millones de libras con un valor estimado de $7.1 millones.
El alto costo del combustible, así como los rigurosos requisitos
impuestos por el Gobierno hace seis años representan un enorme
reto para estos trabajadores, al punto que muchos han preferido
abandonar esta práctica y ganarse la vida de otra manera. Otros,
optan por ser pescadores a tiempo parcial y complementan sus
ingresos con otro tipo de trabajo.
Vídeo
Industria en decadencia
De acuerdo al censo más reciente, que data de 2008, en la Isla
habitan 809 pescadores comerciales, muy lejos de los 1,731
existentes en 1988, e incluso de los 1,163 que había tan cerca
como en el 2002.
Esa merma en la última década podría responder a la implementación
en el 2004 del nuevo reglamento del Departamento de Recursos
Naturales y Ambientales (DRNA) sobre la práctica de la pesca,
documento que generó entre los pescadores un rechazo tan fuerte
que aún persiste en estos días.
“El Gobierno nos ha dado la espalda. Han puesto tantas
restricciones que mucha gente ya ni quiere sacar la licencia, No
les importa”, manifestó Eugenio Benítez, un pescador de 57 años
del Centro Marítimo Pesquero Hoare, en Santurce.
Y es que, según un estudio del biólogo Daniel Matos Caraballo, del
Laboratorio de Investigaciones Pesqueras del DRNA, al momento de
su aprobación, alrededor del 70% de los pescadores activos se
opuso al Reglamento 6768, creado para preservar los recursos
marinos amenazados por la sobrepesca.
El estudio de Matos Caraballo, a cargo el programa de estadísticas
pesqueras comerciales, señala que la oposición se centró en el
requisito de tener que rendir planillas y reportar sus ingresos
para poder obtener su licencia, las vedas temporeras para la pesca
de algunas especies, la exigencia de que ciertos peces debían
tener un tamaño mínimo para poder ser atrapados y la prohibición
del uso del chinchorro, red utilizada comúnmente por estos
trabajadores.
Si bien es cierto que durante las últimas décadas tanto la
producción como la mano de obra han menguado, lo que no ha
cambiado es la demanda que tiene el pescado y marisco fresco del
país.
“La pesca comercial tiene demanda. Lo que se pesca, se vende”,
afirmó Matos Caraballo en entrevista con El Nuevo Día.
Sin embargo, la presencia de productos importados en la mayoría de
los comercios es casi obligatoria en un país con una población de
unos 4 millones de habitantes y una producción de poco más de 2
millones de libras al año.
En busca de un impulso
Consciente de esa disparidad, el secretario de Agricultura, Javier
Rivera Aquino, se propone desarrollar nuevos proyectos de pesca
que, en lugar de explotar los recursos marítimos como hasta ahora,
cultive el producto de una manera más organizada y controlada.
“Hay otras prácticas como la acuicultura y la maricultura, la
crianza de pesca organizada, que en este momento estamos
preparándonos para fomentarla”, comentó el secretario.
“No es que vamos a dejar de atender a los pescadores, sí les vamos
a dar incentivos para las artes de pesca, redes, el equipo,
motores, embarcaciones. Nosotros estamos en la mejor disposición
de seguir incentivando a los pescadores, pero también queremos
movernos a lo que es la actividad organizada de producción de
peces para alimento”, añadió.
A través de la crianza de organismos marinos bajo condiciones
parcialmente o totalmente controladas, el Gobierno busca
garantizar que el consumidor puertorriqueño tenga siempre
disponibles productos del país.
Traspaso de a los municipios
El Departamento de Agricultura también gestiona traspasar algunas
de las 48 instalaciones pesqueras que posee alrededor de la Isla a
los municipios para que se hagan cargo de su operación. La agencia
ya comenzó trámites a esos fines con los ayuntamientos de Salinas
y Fajardo,
“Entendemos que los alcaldes pueden allegar fondos federales para
poder darles, no solamente el mantenimiento adecuado a esas
villas, sino adecuarlas y ponerlas en función de los tiempos en
los que estamos viviendo”, puntualizó Rivera Aquino.