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Sábado, 25 julio de 2015
Es sábado en la mañana y un grupo de vecinos de Puerta de Tierra y el Viejo San Juan se congregan en la esquina de la Calle Matías Ledesma con la Calle del Tren para exigir al Gobierno que detenga todo proyecto de planificación urbana que se diseñe a espaldas de los residentes.
Tras meses de tensión por las obras del Paseo de Puerta de Tierra, las voces de los vecinos protestan ahora contra detalles urbanos que afectan la calidad de vida y la seguridad de los vecinos, reclamos que pudieron haberse evitado, según los vecinos, de habérseles consultado durante el proceso de diseño y planificación.
La Calle del Tren consiste de dos carriles exclusivos de guagua. El proyecto de cambio de rutas, impulsado por el Municipio, permite ahora que las guaguas transiten 650 veces al día, a juzgar por el conteo de los vecinos, por la Antigua Vía del Tren a modo de autopista, sin semáforos y sin señales de reducción de velocidad.
Los pasos lentos de algunos adultos mayores, la mirada juguetona y distraída de algunos niños, y sencillamente, la rutina de cruzar la calle para comprar en el colmado, llevar los niños a la escuela y conectar con el lado norte de la vía, pueden poner en riesgo la seguridad del vecindario.
Por otra parte, la jornada de las guaguas empieza a las 5 de la mañana, cuando, en lugar de detenerse en las intersecciones, los conductores tocan las bocinas para alertar su presencia en medio de la vía oscura, por lo que el ruido continuo altera las horas de sueño de los residentes.
La vecina del Viejo San Juan, Janice Petrovich, recorre esa intersección de la Antigua Vía del Tren con la Calle Matías Ledesma y señala con el dedo, cuidadosamente, cada uno de los fallos que han identificado en el diseño urbano. Hay islotes de cemento levantados del suelo, cuya función es una incógnita, con el cual se han tropezado e incluso han provocado la caída de dos vecinos mayores.
De la base de las estructuras de metal que crean un techo de luces, “que a veces prenden”, sobresalen unos tornillos que también representan un estorbo para los transeúntes. Además, el espacio entre la estructura de metal y el final de la acera impiden el paso de sillas de ruedas, por lo que la población con diversidad funcional resulta de las más afectadas.
“Esto es lo que ocurre cuando los diseños no toman en consideración las necesidades y la sabiduría de la comunidad, de quienes la viven”, comenta Petrovich.
Petrovich es una de las vecinas del Viejo San Juan, que junto a vecinos de Puerta de Tierra radicaron una demanda el pasado 26 de mayo para exigir la paralización inmediata de las obras del Paseo de Puerta de Tierra en la isleta de San Juan. La tala de árboles, los permisos ilegales, el descubrimiento de artefactos arqueológicos y el impacto a los arrecifes, son algunos de los factores principales que movilizaron a los demandantes.
También el polvo, la siembra de aún más cemento, pero sobre todo, la falta de participación ciudadana, de auscultar las necesidades de los vecinos, provoca la incomodidad de los residentes del área. “Es que aquí no vive gente”, fueron más o menos las palabras para justificar la ausencia de consulta.
Ante esas palabras, otra de las demandantes, Margarita Gandía, quien reside en el Viejo San Juan y ha sido comerciante de bienes raíces en el área desde 1958, interviene en la conversación para abogar por los 200 adultos mayores que viven en el Asilo Hogal La Providencia, quienes son los vecinos directos del proyecto del Paseo. El ruido de las máquinas afecta la calidad de vida de quienes depositan sus años mayores en el hogar comunal, asegura la expresidenta del Consejo de Seguridad Vecinal del Viejo San Juan.
Detrás de ellas, se erige un edificio abandonado pintado de negro y amarillo, rescatado así por los vecinos, que lee en letras grandes "Aquí vive gente", en respuesta directa a esas supuestas palabras propinadas. "Amigo y amiga chofer, está pasando por una zona residencial. Por su seguridad, la de tus pasajeros y la de nosotros, los residentes, por favor, maneje con cuidado", lee.
¿Un daño premeditado?
“Trataron de hacernos daño”, dice la vecina de Puerta de Tierra, María Pavón. La presidenta del Consejo Comunitario de Seguridad de Puerta de Tierra señala que en las paradas de guagua, los asientos empinados y estrechos impiden a los vecinos sentarse cómodamente. “En Condado, las paradas no son así”, observa Pavón.
La fachada del Colmado Carnicería Torres, que lleva más de 30 años en pie, ahora está tapada por una de las paradas de guagua, la cual también eliminó las rampas de acceso para las personas en sillas de rueda al interior del colmado, por lo que los empleados tienen que salir del negocio para atender a los vecinos de diversidad funcional y entregarles sus pedidos.
José Amid Torres trabaja en el colmado de su padre desde sus 13 años. El joven de 32, que actualmente reside en Manatí, asegura que las ventas del colmado se han reducido desde que la parada de guagua se instaló al frente del negocio. Torres también dice que la falta de consulta es “a propósito”, para cumplir con los planes de expansión turística de la zona de Condado.
El encargado de la carnicería piensa que existe una intención deliberada de que se reduzcan las ventas para luego comprar el local ubicado estratégicamente a la entrada de Puerta de Tierra a un precio más bajo, y así sustituir el colmado de pueblo por un atractivo turístico.
Oscar Rodríguez nació hace 54 años en la comunidad de Puerta de Tierra. Ahora sale del colmado con una bolsa en la mano y se para al lado de la parada criticada. Teme que la rapidez de las guaguas y la ausencia de semáforos ocasiones un accidente. Y el ruido. Conoce bien los bocinazos en la mañana. Pero el paseo lineal le parece un proyecto atractivo.
“Con ese estoy de acuerdo, que pongan eso bonito allí”, dice Rodríguez, panadero, bordador, también uno de los constructores de Puerta de Tierra.
“Lo que pasa es que fue bajo engaño, porque no había permiso. Todo es cuestión de política”, le recuerda su vecino Tomás Arroyo, de 70 años.
Cerca del mediodía, se movilizan a la recién inaugurada Plazoleta de la Parada del Almendro, habilitada en parte por el taller comunitario de niños del vecindario. El terreno, bajo la sombra de un almendro, junta edades, megáfonos, pancartas, cámaras y palabras. Se toman una foto de la comunidad.
Ricardo Ramos Soto asume el megáfono. Llega en representación de la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, para dialogar con los vecinos y tomar apuntes de las fallas estructurales ya identificadas. Muchas de ellas “no se pueden refutar”, asegura el enviado, quien además extiende la invitación para iniciar “una conversación”.
“Me parece una total hipocresía”, asume el turno el licenciado Omar Saadé, quien defiende a los demandantes en el caso de la demanda en contra de las obras del Paseo de Puerta de Tierra. Señala la actuación de la Alcaldesa de San Juan, de enviar un representante y aludir al diálogo como alternativa, como “la continuación de un engaño total”.
Saadé sostuvo, ante vecinos que asentían con la cabeza, que si el Municipio quiere verdaderamente escuchar a los vecinos, debe detener inmediatamente las obras del Paseo de Puerta de Tierra y velar por la seguridad de la comunidad, puesto que ahora están en riesgo los nenes, las personas con impedimentos, los ancianos, dice. “Si ocurre un accidente es culpa del municipio”, denuncia.
Unión e intervención de las comunidades
A las 9:30 de la mañana, comenzó un recorrido histórico por el interior de El Falansteriao, un condominio histórico construido en 1937 para quienes trabajaban en los muelles. La edifición, una visión de Art Deco, abre sus balcones y las puertas de entrada a las escaleras como una invitación al diálogo vecino, dice el guía Andy Rivera de PR Historic Building Drawing Society.
En su simpleza y la interconexión de cada una de los edificios de tres plantas, en las rejas sin remodelar que entreven el pasar de los años, las remodeladas que apuestan por ajustarse al tiempo, develan historias de generaciones que viven en el edificio. “Esto es una comunidad muy antigua, unida, de gente trabajadora, pero que está enajenada de los procesos”, comenta María Pavón.
El itinerario del día prosigue con juegos de dominó, talleres de ajedrez y de resolución de conflicto. “Si algo ha logrado esto, es unirnos a los vecinos del Viejo San Juan con los de aquí”, enaltece Jesús Cruz, vecino de Puerta de Tierra por ocho años ya.
Agradece a la Policía por donar pizza al taller de niños y hace hincapié en que los reclamos no son en contra de los conductores de guagua, a quienes quieren en la zona para el beneficio de las personas sin medio de transporte. Los reclamos van dirigidos a los diseñadores, y a quienes dan el visto bueno sin dedicarse a consultar a los primeros afectados de una medida de impacto.
“No se puede diseñar desde una computadora. Hay que venir al terreno y conocer”, concluye Cruz.
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