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La bandera en el Escambrón




JUEVES, 7 de enero de 2O21
El Nuevo Día
Por Alexandra Vega
Profesora y Escritora
 


Más allá de la pocita de la Playa del Escambrón hay un islote donde hace años plantaron una bandera puertorriqueña. Golpeada por el viento y el agua, desde hace meses nuestra insignia se veía maltratada.

Entonces, a eso de las 7 de la mañana del primero de enero, un hombre de cuyo nombre no quiero acordarme (porque así lo prefiere él) chapaleteó con un moribugui más allá de las boyas. Las impetuosas olas no le impidieron llegar al islote y lograr su primera resolución del 2021: cambiar la vieja bandera por una nueva y vibrante. La gestión tomó poco menos de una hora. No hubo ceremonias, ni bombos ni platillos.

Su papá y la perrita de la familia lo recibieron al regresar a la orilla. Un muchacho y yo, admiradores de la hazaña, nos unimos al comité de bienvenida.

El hombre trajo la desgastada bandera consigo; la nueva ondea ahora en el islote. Nos dijo sonriendo que harán falta voluntarios para cambiarla cuando se  estropee. Enfatizó que para lograrlo no se necesita mucho, pero sí, especialmente cuando la mar esté brava, "babilla". Así le dicen en su pueblo al valor.

Cuando le comenté que quería escribir sobre su acción pareció incomodarse. Entiende que los que merecen reconocimiento son los verdaderos héroes, los que luchan para que Puerto Rico supere sus grandes retos: María, el COVID... tantos otros.

Sus palabras me parecieron una invitación a vislumbrar en nuestra bandera ese reconocimiento. En las franjas y en la estrella podemos adivinar los rostros y nombres de las personas que cada día hacen patria. Las que se fajan y persisten en las luchas pequeñas y grandes, cotidianas y extraordinarias.

Y en Puerto Rico abundan las personas así.


Un señor que nadaba esa mañana y vio la nueva bandera me dijo que el cambio, justamente realizado el primero de enero, le pareció un gesto especial. Simboliza lo que espera que Puerto Rico logre en el 2021: Renovación.