Arte y sociedad en la obra de Lorenzo Homar

Claridad
domingo, 19 de diciembre de 2010
 
Por José Luis Méndez/Edición Especial
 

Considerar las relaciones entre el arte y la sociedad en la obra de Lorenzo Homar es una tarea que se facilita por el propio marco que el artista provee. En la obra de Homar la sociedad aparece como tema, como determinante de una percepción particular del hombre y del universo y como forma de comunicación que hace de lo social un fin que es a la vez un medio. En este contexto, el arte cobra sus máximas dimensiones porque su función unifica contenido y forma, porque la motivación coincide con los recursos que se utilizan para llevar el mensaje, porque el propósito que mueve la producción está perfectamente entrelazado con las tensiones que lo motivan. En fin, porque lo social y lo artístico están hermanados temática y funcionalmente y son simultáneamente punto de partida y de llegada de la actividad plástica.


En la obra de Homar el compromiso artístico encuentra su plena libertad y su razón de ser en el compromiso político y social. Por eso brota con toda naturalidad y va al encuentro de formas y recursos plásticos que le permiten elaborar un universo propio. En ese universo pictórico la comunicación se hace determinante de contenido y forma. Homar dibuja y pinta para ser entendido, para comunicar sentimientos que pulsan por objetivarse artísticamente y para transformar la realidad utilizando los medios que le son propios.


Por eso es un creador en un doble sentido. Crea universos sintéticos que recogen su visión de la realidad. Y crea también estados de conciencia y disposiciones anímicas que ayudan a la transformación política y social de lo que existe. Es un artista político y un político comprometido con el arte. Como artista político encuentra en las luchas históricas y sociales la principal fuente de inspiración de la etapa más significativa de su producción plástica. Como político comprometido con el arte rechaza las salidas fáciles, la mera propaganda desprovista de intensidad artística y vital. Por eso su mensaje político se ennoblece artísticamente y su arte se politiza pero no en el sentido degradado en que a veces se entiende este término sino en el sentido altruista de los que ven en esta dimensión un imperativo de los que ven en esta dimensión un imperativo moral que es a la vez el ámbito de su realización como seres humanos y como creadores.


Por este camino el arte de Homar se sumerge en nuestra sociedad y en nuestra historia a la misma vez que se hace universal. Su inmersión artística en la sociedad puertorriqueña es una de las más completas y funcionales que se conocen en Puerto Rico. Homar dibuja y pinta para llevar mensajes políticos, para ilustrar libros y artículos periodísticos, para comunicar sentimientos de rebeldía, para desmitificar falsos valores. En fin, para ayudar a transformar nuestra sociedad. Pero al tratar de transformar nuestra realidad política y social Homar crea un particular universo plástico, descubre formas singularmente adecuadas a su percepción de la sociedad y logra plasmar artísticamente en el lenguaje que le es propio, aspiraciones y sentimientos colectivos que ningún otro artista gráfico ha logrado recoger con la misma intensidad.


En este desempeño Homar crea escuela, abre caminos que luego van a transitar otros artistas puertorriqueños y deja claramente establecido que hay una particular nobleza en el arte comprometido y que ese compromiso puede ser fuente de enriquecimiento artístico y de realización vital. A partir de estas premisas surge en Puerto Rico un interés particular por la producción gráfica donde la actividad plástica logra una singular perfección y una adecuación particular a los mensajes sociales que se quieren comunicar. En esta actividad se han destacado varios artistas puertorriqueños que han hecho de la gráfica el principal medio de expresión cultural y han elaborado una amplia gama de estilos propios y de extraordinaria singularidad.
La gráfica de Homar se ha destacado en este movimiento pero no ha pretendido imponerse a los que se inspiraron en su ejemplo. Mas bien, ha servido de estímulo para propiciar la pluralidad de estilos y acercamientos de otros artistas nacionales a nuestra realidad. Este estímulo está montado sobre una clara visión del arte como el dominio de la libertad, como el terreno en que el hombre se encuentra en armonía con su propia naturaleza y se siente parte de una totalidad histórica y social.


En la obra de Homar este sentimiento está claramente recogido en la temática que configura su visión de la realidad. Homar busca formas que se mezclen con la realidad, plasmaciones que son a la vez acciones, mensajes explícitos que, sin embargo, se desenvuelven en un mundo figurativo que no pretende sustituirse a la realidad sino recogerla. Por eso juega con las letras y las convierte en elementos pictóricos y amontona palabras que adquieren una relativa autosuficiencia gráfica. Por eso también mezcla a veces percepciones realistas y casi fotográficas con elementos siempre figurativos pero elaborados con una particular capacidad de abstracción. En efecto, de la misma manera que es la vida personal de Lorenzo Homar el arte está subordinado a su compromiso con la sociedad que es donde el artista encuentra su razón de ser y su libertad, en su universo plástico impecable y transfigurador de su universo artístico. Son abstracciones de la realidad que se configuran en un universo que tiene sus leyes propias. Estas leyes singulares les dan una configuración particular a los elementos utilizados por el artista para ordenar su realidad y se manifiesta de diversas maneras de acuerdo con el medio escogido para la expresión plástica, es simultáneamente un recurso y una etapa de su evolución artística y cultural. Su afición por el dibujo y la pintura se desarrolla desde temprana edad, se cultiva luego en el Art Students League y en el Pratt Institute y encuentra su primera salida en el dibujo de joyas para la casa Cartier en Nueva York. Mientras se desempeña en el diseño de joyas Homar continúa sus estudios en la Escuela de Artes del Museo de Brooklyn donde recibe, entre otras, la influencia de Rufino Tamayo. En todo este periodo Homar da muestras de un talento pictórico excepcional. Pero es en su regreso a Puerto Rico luego de veinte años de ausencia donde el genio encuentra los elementos más definitorios de su poderosa personalidad artística. Sería absurdo ponernos a especular ahora sobre lo que hubiese quedado en Nueva York o si hubiese aceptado la invitación de Cartier para irse a trabajar a Paris.


Hay una realidad que es la única sobre la cual podemos operar y es que Homar decide regresar a Puerto Rico en 1950 y que esa decisión le va a dar un nuevo giro a su actividad plástica. Este regreso a la Patria transforma su visión de la realidad, afianza su compromiso político y social y abre nuevos caminos y géneros a su expresión artística y cultural. Junto a José A. Torres Martinó, Félix Rodríguez Báez y Rafael Tufiño. Homar funda el Centro de Arte Puertorriqueño. Luego pasa a dirigir el Taller de Gráfica de la División de Educación a la Comunidad y en 1957 organiza y dirige hasta 1973 el Taller de Artes Gráficas del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Posiblemente el hecho más importante del desempeño artístico de Homar en Puerto Rico es su abandono de la pintura tradicional y uniejemplar y su envolvimiento total en la producción serigráfica. Para Homar la serigrafía es el género para la gente que no puede pagar una pintura uniejemplar, el medio más rápido de impresión a mano y el universo donde se puede integrar mejor la caligrafía a la pintura para formar un mundo de figuras, colores y palabras de una novedosa funcionalidad estética. Esta opción de Homar por la serigrafía no implica, por supuesto, un abandono de la pintura como tal sino un cultivo diferente de las posibilidades pictóricas, un poner al día la actividad plástica con los descubrimientos que permiten su más amplia difusión y, sobre todo, una toma de posición a favor de la libertad artística y el arte popular.


Amparándose en los medios que la técnica de su tiempo le permite, Homar instala en la gráfica el reino de su libertad artística. La gráfica no es sólo lo que le permite una comunicación más amplia y directa con el público, es también lo que lo libera de un mercado cada vez más elitista, inauténtico, arbitrario y deificado, es lo que salva de los críticos de arte corruptos y comercializados, lo que le hace posible salirse de la absurda tiranía de la última moda colonizada. En fin, es lo que le permite imponerse como hombre y artista y hacer valer su calidad plástica en un mundo regido por el fetichismo de la mercancía.


Al elegir la gráfica Homar escoge un público, opta por unos medios y entra necesariamente en una temática particular que tiene su propia dialéctica plástica. Pero las posibilidades de este recurso no estaban dadas desde un comienzo. Al principio Homar estaba descontento con la calidad que las tintas comerciales ofrecían a la serigrafía. Sin embargo, fue experimentando poco a poco con los medios que había aprendido como pintor, utilizando resinas clásicas en la preparación de base y barniz, sirviéndose de los esmaltes que podía conseguir en el mercado, cocinando y explotando nuevos matices hasta llegar a dominar completamente su medio.
En su universo plástico Homar cultiva diferentes géneros, hace retratos, caricaturas, carteles e ilustraciones de libros y revistas. Cada uno de estos quehaceres tiene sus propias leyes. Su antigua vocación pictórica siguió manifestándose principalmente a través de la serigrafía que en Homar destaca por la rigurosidad figurativa, la belleza cromática y la extraordinaria poesía de su composición plástica. La caricatura ha sido el principal vehículo de sus ideas políticas y de su conciencia crítica y el arma poderosa de su indignación social. Sus ilustraciones de libros y revistas así como sus bocetos y escenografías para teatro y ballets constituyen la mejor prueba de visión artística integral.


Todas estas dimensiones forman, no obstante, una unidad orgánica, una visión plástico del mundo de un particular significado histórico y social. El elemento organizador de este universo plástico es el compromiso estético con la realidad social. Es este compromiso lo que ha hecho de la obra de Homar uno de los mejores ejemplos de las posibilidades estéticas del arte popular. En Homar el pueblo no es una mera consigna sino una fuente inagotable de diversidad temática y de expresión formal. Es un factor omnipresente que abre puertas y destruye murallas, es historia que condena o absuelve. Es la mirada que le devuelve el desprecio al jurado que lo ignora en una famosa caricatura de 1970, es el artesano de un mundo de colores, figuras y palabras que le rinde homenaje a Julia de Burgos, son la mujer y el niño de Barceloneta, son los ojos que miran espantados al desfile grotesco de turistas, son Vanessa y Laura que nos reconcilian con el pasado estético de la infancia de la humanidad. En fin, es nuestro propio mundo embellecido y subordinado a un artista que nos expresa, nos representa y nos devuelve más concientes y más humanizados a la realidad.

El autor es sociólogo y profesor en la UPR en Río Piedras.
Publicado del 28 de abril al 4 de mayo de 1978-En Rojo.