Por: Por Irvin García/Claridad
Valdría la pena viajar en el tiempo y trasladarnos al
año 1959 para ser testigos del momento en que Tite Curet Alonso le
entregaba a la mano del músico Joe Quijano un puñado de canciones
para que el último hiciera con ellas lo que quisiera. Estamos en
las postrimerías de la década que conformaría el barrio más grande
de la nación puertorriqueña al sur del Bronx en la ciudad de Nueva
York. Es la década también en que los músicos nuestros se han
insertado en el circuito musical de la gran ciudad brillando con
luz propia y amasando la harina del costal que alimentará la
expresión musical caribeña de más impacto en el Siglo XX, la
“salsa”. Son los tiempos en que la ‘TRANCA” (Transcaribbean
Airways) iniciaba el puente aéreo que transportaba de ida y vuelta
a los boricuas entre la Isla y los nuevayores y, con ellos, los
músicos, la música y las ganas de bailar. Si paramos las orejas
vamos a notar que suenan conjuntos de combinación de flauta con
violines y sección rítmica. Si nos tiramos a caminar por la 116 en
la gran urbe o cruzamos el barrio Puerta de Tierra en la isleta de
San Juan vamos a notar “la peste” que ha dejado la Charanga cubana
de Fajardo. De pronto la Charanga se convierte en el vehículo
musical que los músicos que transitan por el puente aéreo quieren
conducir y, por supuesto, modificar. Si adelantamos la mirada en
la línea del tiempo lograríamos ser testigos del bautismo del
ritmo que tocaban los conjuntos con formato de Charanga con el
nombre de Pachanga. En ese moméntum es que vamos a encontrar al
pianista, percusionista, vocalista y director musical Joe Quijano,
en plena Pachanga.
Para la fecha en que Curet le concede el puñado de canciones a
Quijano, ya el último había dado sus primeras corridas de una
larga carrera con el Conjunto Cachana por los salones de baile
neoyorquinos. Con presencia en el ambiente musical y atento a las
corrientes musicales de su momento, Quijano no escapa a la fuerza
del ritmo de los conjuntos de Charanga y para la fecha que nos
interesa a usted y a mí, 1959, ya Quijano había grabado su primer
sencillo con las canciones Pachanga en Changa y Rumba de Navidad.
Un año después Joe, José de nacimiento pero allá en “New Yol” ya
usted sabe, grabaría un Long Playing (LP) titulado La Pachanga se
baila así que se convertiría en un clásico del género. Así nos
encontramos de frente con un Curet Alonso, asomando sus ojitos
saltones a un reino que en el futuro cercano sería suyo, y con un
Joe Quijano que ya se paseaba cómodo, de punta en blanco, con las
manos llenas de Pachangas que moverían el esqueleto de miles de
bailadores. De momento usted y yo nos miramos haciéndonos
ingenuamente la misma pregunta: ¿Cuántas de las canciones que
entregó Curet eran Pachangas? Sin palabras afirmamos la misma
contestación, ninguna.
No es hasta 1965, luego de pasado el furor de las Charangas y
Pachangas, cuando comienzan a asomar otras preferencias musicales
en los bailadores que Quijano toma una de las canciones regaladas
por Curet y le da presencia discográfica. Se trata de el guaguancó
Efectivamente, canción que, aseguran muchos cabezones
musicofílicos, fue la primera que el público escuchó del entonces
desconocido Catalino Curet. Más tarde Quijano grabaría otras
composiciones de Curet que desconozco si se encontraban en el
ramillete que les he mencionado. Los años que cierran la segunda
mitad de la década de 1960 se encargan de bifurcar los caminos de
estos dos artistas para volverlos a juntar en la primera década
del Siglo XXI.
A Tite su talento de compositor le explotó con el éxito de las
interpretaciones que hizo La Lupe de varias de sus canciones. De
allí en adelante sumarían más de dos mil las inspiraciones de
Curet Alonso que impactarían múltiples géneros de nuestra música
popular. Quijano por su parte hizo carrera como músico, director
musical, productor de discos, pero sobre todo cultivó una forma de
hacer música, un estilo sin elegante y sin estridencias que lo
distinguió por más de 50 años de carrera. Ese mismo estilo es el
que engalana la grabación de un puñado de las canciones que Curet
le regaló en 1959.
El álbum 50 años después: Lo inédito de Tite Curet Alonso es una
grabación a la que fueron invitados muchos de los cantantes que
hicieron fama con las canciones de Curet, pero todos declinaron.
Las razones son desconocidas para este curita pero lo que sí es de
conocimiento propio es que la ausencia de los famosos no les quita
mérito a las canciones de Curet, al estilo elegante de Quijano, ni
a los arreglos y conceptos musicales de Luis “Perico” Ortiz. La
veteranía de las voces de Paquito Guzmán, Van Lester, Harry
Fraticelli y el propio Joe Quijano dan y sobran para dar vida a
unas canciones donde podemos percibir la genialidad, como una veta
de mina sin explotar, de nuestro Tite. Detrás de títulos como El
Pastizal, Melodía, Rumores, Mamá dile a ese hombre, Sonriendo fue,
Nube Negra y Solo resuenan los títulos posteriores que escribirían
la historia de la salsa. De bono Quijano nos ofrece una versión de
aquella primera canción que grabó de Curet, Efectivamente.
Esta es una grabación obligada para conocer a cabalidad la obra de
Curet Alonso. Lamentablemente, además del silencio que impuso
ASEMLA, por años, de la música de Tite en la radio, las emisoras
llamadas a tocar esta música se han negado a incluirla en su
programación a pesar de que la calidad y el contenido de la
producción compite favorablemente con el resto de la programación.
Le invito a conocer los pininos de este gigante, para darnos
cuenta que desde entonces, ya era grande.