Es 1945. Una
fotografía muestra a Lucienne Dhotelle, conocida como la Môme
Moineau, ataviada con una chaqueta marinera blanca de doble
botonadura, holgado pantalón azul marino y sandalias de tacón bajo,
camina sobre una pasarela. Por debajo de una gorra de capitán de
navio se asoma una rizada melena corta. Completan el atuendo una
perenne sonrisa en rojo borgoña. Sus brazos se alzan en forma de
cruz abrazando el aire que la rodea, gesto muy histriónico y muy de
ella. A sus pies hieleras con botellas de champán, flores y un
público que se agolpa en los laterales para verla desfilar. Algunos
comentan entre ellos, otros la observan absortos, otros curiosos,
pero nadie queda indiferente ante la estampa. Estamos en el Hotel
Normandie, dos años después de la inauguración de la edificación que
responde al amor que le profesó el viequense Félix Benitez Rexach.
Para esta fecha la sociedad puertorriqueña llevaba más de quince
años rebuznando, levantando cejas y comentando sobre lo que para
nuestra católica cultura de 100 x 35 resultaba la extravagante
presencia de la Môme Moineau.
El profesor Roberto Villanüa estima que parte del impacto que causa
se debe a que "Moineau contestaba sin miedo, bebía, se retrataba a
menudo fumando, con trajes sugestivos, era audaz e insolente.
Además, le gustaba vestirse de hombre, cosa chocante en esa época.
Era artista y para completar francesa, lo que ya le imponía un mito,
una imagen".
Esa entrada triunfal se da justo a finales de la Segunda Guerra
Mundial y la Môme mejor que nadie conocía lo que era vivir una
guerra. Apenas tenía seis años cuando estallan los crueles y
sanguinarios tiempos de la Primera Guerra Mundial.
LUCIENNE DH0TELLE,
LA MÔME MOINEAU
Es 1908. Lucienne Dhotelle nace en Reims, región única, cuna del
champán. A los pocos años su madre se separa de su padre y se
traslada a París, Francia. Vende flores y canta por las calles, para
ir tirando en una ciudad que vivía un paréntesis entre guerras.
Intervalo que se caracterizó por la búsqueda de la felicidad, la
libertad, la diversión, en fin cualquier cosa que dejara atrás esos
terribles recuerdos de la guerra. Berlín, París, Nueva York en los
años veinte eran una fiesta constante de cabaret, espíritus,
libertinaje, música y baile.
Una cadena de sucesos, además de su osada y resoluta personalidad la
van colocando en el camino del estrellato. Así conoce a Nilson
Fyscher, propietario de un cabaret en Montmatre y quien la apoda 'La
Môme Moineau' (pequeña gorrión). Sus actuaciones en estas boîtes la
llevan más
tarde al escenario del teatro L'Olympia, En medio del desenfreno de
la época, Lucienne Dhotelle también logra llamar la atención del
diseñador Paul Poiret, quien era conocido como "Le Magnifique" por
sus ricos y excéntricos modelos.
Es 1926. Broadway recibe a la famosa Môme Moineau, una grande de la
canción
francesa, y a Nilson Fyscher. Bravos y vítores la encumbran aún más.
Mientras disfrutaba de su éxito, Môme, jamás anticipó que se toparía
con la pasión de su vida en una calle neoyorquina. Algunos cronistas
cuentan que el encuentro entre el adinerado ingeniero Félix Benitez
Rexach y la cantante se consuma en la Gran Manzana, otros lo ubican
en la cubierta del SS Normandie. No obstante, el SS Normandie no
comienza a navegar hasta el 1935 lo que hace cronológicamente
imposible la segunda versión.
Es 1927. Môme Moineau y Benitez Rexach se vuelven inseparables. Ella
aún no tiene 20 años y él casi llega a los 40. Ella llega a la unión
con un discreto capital, pero de fama y personalidad iba sobrada.
Él, adinerado, tenaz y visionario. Juntos son la mancuerna perfecta.
FÉLIX BENÍTEZ REXACH
Es 1886. Nace Félix Benítez Rexach un visionario que tuvo como
norte, hasta el nivel de la frustración, un Puerto Rico
independiente y próspero con alianzas económicas y mercantiles
globales. Benítez Rexach es uno de esos individuos que la historia
no sabe dónde colocar. No responde a las castas socialmente
delineadas que sirven para etiquetar y simplificar la lectura de las
acciones. Su nombre hoy vuelve a reverberar en el horizonte
sanjuanero. El abandono y las disputas en torno a una de sus obras
más emblemáticas, Hotel El Normandie, nos ha sugerido revaluar su
figura.
"Él fue el primer empresario puertorriqueño multinacional. Era de
una familia hacendada de Vieques que tenían un gran emporio. La
gente lo ha devaluado y otros consiguieron olvidarlo. Él trascendió
la colonia y como buen viequense aprecia la importancia de la
transportación marítima. En 1922 comenzó una de sus obras más
importantes, el Muelle 6. Esto coincidió con la transición que se
vivía en Puerto Rico y la necesidad de materia prima para construir
casas de madera y zinc. Pensó que era una gran oportunidad para que
se exportara en esos barcos café, tabaco y azúcar a otros países. La
ciudadanía americana se convierte en ese momento en un gran
impedimento para su visión", comenta Rafael Torrech San Inocencio,
quien se acerco a la historia del ingeniero cuando le asignaron un
artículo para el periódico El Mundo, en 1989.
El Muelle 6 se costearía de la bolsa de Benílez Rexach, a cambio, él
mantendría la franquicia del muelle. El intento de anular el acuerdo
por parte del gobernador de turno, Emmet Montgomery Reily, termina
con una visita del viequense al presidente Warren Harding quien le
da la razón.
"A partir de ese momento desconfía tremendamente de las autoridades
estadounidenses. Estos gobernadores lo que venían era a
enriquecerse. Renuncia a varios proyectas que tenia en Puerto Rico y
comienza sus inversiones en el extranjero. Cuando se percata del
contexto político colonial arbitrario se va a Santo Domingo y
Venezuela donde edificó importantes proyectos como el Puerto de la
Guaira, parte del malecón e importantes obras portuaria en la
República Dominicana Su relación con (Leónidas) Trujillo era muy
cercana y eso le permitió hacer obra. Recuperó miles de terrenos y
dejó mucha obra en etapa de planificación. A mi me encantaría
conocer esta obra que no se hizo", asegura Torrech.
UNA VIDA JUNTOS
Estos acontecimientos van acompañados por siete años de alianza con
Môme Moineau. Felices viajan el mundo. Él le consciente, es más,
parece divertirle esa temeridad, esa respuesta sagaz y hasta un
tanto insolente, en la que ella se desenvuelve sin ambages. Es esa
libertad y personalidad la que lo deslumbra. Un hombre como Benítez
no parece ser el tipo que claudica a la tontería de un coqueto batir
de pestañas, pero sí ante una mujer con vida y fuerza. Si comparamos
a Moineau con otras luminarias de la época resumimos que era tímida
de belleza, pero su atractivo estribaba en su inteligencia de mundo,
aprendida en las calles y en los teatros de París, lo que la
convertía en la cómplice ideal para Benitez.
Es 1939. Las obras internacionales de Benitez quedan paralizadas por
la Segunda Guerra Mundial. Regresa a Puerto Rico con Moineau y se
concentra en las obras de El Normandie y El Escambrón y se comienza
a interesar cada vez más por la política local.
"Su familia es muy parca al hablar de él, pero en todo momento se le
vincula con el movimiento nacionalista y se habla de su estrecha
amistad con Albizu Campos. En 1943 va a Washington D.C. como
delegado del Congreso Pro Independencia a pedir la independencia
para Puerto Rico", añade Torrech.
Una anécdota de Miguel Rodríguez López, profesor de la Universidad
del Turabo y ex rector del Centro de Estudios Avanzados y del Caribe
nos demuestra cuan comprometido estaba con un Puerto Ríco
sin ataduras a los EE.UU. Rodríguez trabajo en el Hotel Normandie en
los últimos años que permaneció abierto durante los años 60, cuando
el deterioro y la reputación dudosa opacaba su esplendor. Rodríguez
López llegó a conocer a don, Félix. En edad para ser reclutado para
servir en la Guerra de Vietnam el joven se declara objetor por
consciencia.
"Fue aparatoso porque estaba trabajando en el hotel y vinieron los
federales a arrestarme. Cuando regresé a mi puesto de trabajo,
esperando ser despedido por el evento, el gerente me comentó que don
Félix se había enterado de lo acontecido y que lejos de expulsarme
se solidarizaba con mi valentía".
Es 1942. Abre las puertas del Hotel El Normandie. Una joya de la
arquitectura Art Deco diseñada por el arquitecto Raúl Reichard
(1908-1996). El lujoso hotel, que emula el navio SS Normandie, es
centro de encuentro de artistas y deportistas famosos, gente
acaudalada y la alta sociedad puertorriqueña. Por sus pasillos en
completa libertad, sabiéndose dueña, se pasea la musa que lo
inspiró. Las historias que narran sobre su desenvolvimiento son
dignas de un culebrón mexicano, al punto de que la realidad y la
ficción comienzan a dífuminarse.
ÉPOCA DE ORO
A un año de la fecha con la que comenzamos nuestra narración.
Benítez, frustrado con la política local decide regresar a la
República Dominicana para hacer lo que más disfrutaba: construir.
Retoma los proyectos que se habían detenido por la Gran Guerra. A
más de 7,000 kilómetros ladrones entran al piso de la pareja en
París y se roban una maleta de piel de cocodrilo llena de joyas y la
exorbitante suma de 85 millones de francos (alrededor de 22 millones
de euros). La historia queda inmortalizada en la novela policiaca de
Roger Borniche, "L'Afiaire de la Môme Moineau". A raíz del robo, sin
saber como consolaría, ya un multimillonario Benítez, decide comprar
una fragata que encalló en Puerto Plata para transformarla en lo que
se convertirá en el yate más grande del mundo: el Moineau. Las
dimensiones de este hacen ver insignificantes los yates de muchos
otros multimillonarios con los que la pareja se codeaba. Alguna que
otra imagen de la sonriente pareja a bordo del Moineau delatan que
están en los mejores años de su vida.
"El Moineau parece decir, "yo voy a hacer mi propio país", piensa
Torrech. "De 325 pies de largo y con 5O camarotes se con
vierte en ese espacio en el que es completamente libre".
- .
Es 1948. Otro nido de oro le sigue al Moineau: Villa Carmen. Para la
mansión, ubicada en Maison-Laffitle, no se escatimó en gastos. Pisos
de mármol de Carrara, herrajes en oro, lámparas de Baccarat,
caballos pura sangre y hasta una tina moldeada de acuerdo con la
"petite" silueta de la Môme. Jean Cocteau, Jean Gabin, Maurice
Chevalier, Tino Rossi, Lucienne Boyer y Al Johnson son algunos de
los famosos que fueron agasajados en Villa Carmen.
La riqueza y la fama no llega sin dolor y lágrimas. Su cercanía al
dictador Leónidas Trujillo salpica y pone en entredicho la carrera y
honestidad de Benítez. Para el puertorriqueño su alianza con
Trujillo era una manera de poder hacer obra. El dictador reconoce la
capacidad de este y se aprovecha de la situación para lograr
ambiciosos proyectos para su Ciudad Trujillo.
Además, Môme es nombrada agregada cultural de la República
Dominicana en Francia y el líder pone a su disposición un DC-3 para
que pudiera viajar de Francia al Caribe a su antojo.
Torrech describe la relación entre el ingeniero y el político como
una jaula de oro. En la que Benítez y Môme parecen tener una
supuesta libertad que sin duda alguna en una dictadura no es real.
Trujillo es asesinado en 1961 y el gobierno de transición acusa a
Benítez de defectos de construcción y malversación de fondos en sus
obras. Lo mantienen bajo arresto domiciliario. Gracias a la
intervención de los propios obreros de las obras, el Colegio de
Abogados y el Colegio de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores de
Puerto Rico consigue que lo liberen, no sin antes perder una
considerable parte de su fortuna.
Las deudas y reputación del Hotel Nor mandie obligan a su cierre.
Una deuda de dos millones de dólares en contribuciones y una demanda
federal cae sobre el dúo. Durante diez años lucha contra el gobierno
federal argumentando que las responsabilidades que pretendían los
americanos no iban a la par con los derechos que recibíamos. Además,
sus abogados argumentan que el 50% del patrimonio pertenecia a la
francesa y que esta al renunciar a la ciudadanía americana cuando
aceptó ser Ministra de Cultura de la República Dominicana la exime
de la deuda.
Es 1968. Fallece en París Lucienne Dhotelle, alias la Môme Moineau.
El viudo manda a construir un mausoleo en el ce menterio Santa María
de Pazzi en el Viejo San Juan para que sus restos descansen en
tierra boricua. Originalmente la tumba estaba coronada por una
pintura de la cantante con una vestimenta parecida a la descrita en
el arranque, cigarrillo en mano, sentada en un taburete con las
piernas cruzadas. Esta fue sustituida por un relieve, con la misma
silueta.