En el 2014, maquinaria pesada arrasó con la
antigua penitenciaría estatal conocida como Oso Blanco bajo la
justificación de que se iba a "desarrollar allí un proyecto de
desarrollo económico importante". Siete años después, la colocación
de la primera piedra de la prometida Ciudad de las Ciencias que se
desarrollaría en el lugar todavía no la vemos, y los elementos
arquitectónicos emblemáticos de la obra del arquitecto Pedro Roldán
solo quedan en el recuerdo. Solo el pórtico de entrada permanece
solitario y sin refuerzo en el lugar como premio de consolación.
Como regalo de Nochebuena del 2020 recibimos el recordatorio de que
el Hotel Cerromar en Vega Baja, reflejo del modernismo de hace medio
siglo y diseñado por la firma de arquitectos Toro y Ferrer, sería
demolido porque alegadamente "no es viable conservar la estructura
histórica por la condición de los hormigones". Se vislumbra un
proyecto de desarrollo que, como recompensa a la demolición de
nuestro patrimonio, promete crear unos cuantos empleos y reactivar
la zona turística.
Definitivamente, el desocupar las propiedades
históricas, ignorar la necesidad de mantenimiento, acelerar su
deterioro y años más tarde radicar un permiso de demolición
justificado en la no viabilidad, la mala condición de los hormigones
y la necesidad de desarrollo económico y turístico ha resultado ser
la fórmula perfecta para obviar la responsabilidad constitucional
que tenemos todos de conservar y mantener los edificios y lugares
que sean declarados de valor histórico.
El antiguo Hotel Normandie en Puerta de Tierra, diseñado en estilo
Art Deco por el arquitecto aguadillano Raúl Reichard, es el nuevo
candidato pa
trimonial en la mirilla. Esta vez las intenciones son claras y no se
esconden: "promover la demolición y limpieza del área, de manera que
se convierta en una parcela atractiva y de alto valor para
potenciales proyectos de desarrollo económico en beneficio general
del pueblo de Puerto Rico". La orden va dirigida a la Oficina de
Turismo del Departamento de Desarrollo Económico y Comercio a los
efectos de expropiar los predios del antiguo hotel que, abandonado y
lleno de grafiti hace años, sirve como guardia de seguridad de un
estacionamiento comercial.
El Normandie se encuentra en el Registro Nacional de Lugares
Históricos desde 1980, y en el Registro de Sitios y Zonas Históricas
de la Junta de Planificación desde el 2000. Para que un edificio sea
incluido en el registro local su proponente tiene que presentar
extensa documentación que sustente su valor histórico, social,
económico, arquitectónico, político o cultural. Se requiere la
recomendación del Instituto de Cultura (ICP) y en algunos casos
hasta la celebración de vistas públicas. El Comité Asesor de Sitios
y Zonas Históricas de la Junta de Planificación evalúa la totalidad
del expediente y determina mediante Resolución la designación. El
Reglamento Conjunto para la Evaluación y Expedición de Permisos
relacionados al Desarrollo, Usos de Terrenos y Operación de
Negocios, en su capítulo X sobre Conservación de Recursos Históricos
expresa cómo, solo en aquellos casos de ruina irreversible o de
peligro de desplomarse en su totalidad, no se permitirá la
demolición total de la propiedad histórica.
Cabe preguntarse si la posición del ICP en esta ocasión se distancia
de aquella tomada en el caso del Cerromar, cuando fue realizado el
último estudio estructural que podría servir de excusa para la no
viabilidad de cualquier esfuerzo de conservación, si la legislatura
ignorará las recomendaciones del ICP o si en esta ocasión se va a
tirar la raya en la arena para evitar que la parcela que da la
bienvenida a la isleta de San Juan nos reciba con un simple letrero
de "I Love PR" y así cumplir la cuota de la foto turística y el
desarrollo económico.
Puerto Rico se merece mucho más que eso. Solo hace falta creatividad
y confianza en nuestro patrimonio edificado como destino turístico.