07/24/2017
Por Femmy Irizarry Álvarez/Primera Hora
Las hermanas de Notre Dame recaban la ayuda de la ciudadanía para poder subsistir.
Entregaron su vida al prójimo y nunca pidieron ni esperaron nada a
cambio.
Hoy, necesitan ayuda para poder subsistir.
En un hermoso predio de terreno en el barrio Navarro de Gurabo, donde abunda la vegetación, viven las hermanas de Notre Dame cuyo ministerio es la educación.
La más joven tiene 62 años y la mayor 92. De estas 10 hermanas, tres están encamadas, incluyendo una que quedó en coma luego de una caída y necesita atención 24 horas; y otras dos tienen Alzheimer.
Aunque enfrentan el día a día con amor, algo que las ocupa es cómo lograrán conseguir el dinero para este mes, o el próximo, y si completarán la cantidad que necesitan para comprar una planta generadora de energía que ayudaría a una de las religiosas que depende de oxígeno para vivir.
Hace 101 años que las hermanas de Notre Dame llegaron a Puerto Rico. La congregación, fundada en Alemania en 1833, se enfoca en la transformación personal y social del individuo a través de la educación.
La primera misión que hubo fuera de Alemania y Estados Unidos fue aquí. En ese tiempo, todas las religiosas eran norteamericanas y se dedicaron a dirigir y enseñar en el colegio San Agustín en Puerta de Tierra. Sin embargo, una joven que aspiraba a la orden de las Carmelitas, se unió como la primera boricua al grupo de
religiosas.
Aunque siguen en el mundo con su misión, aquí en la Isla son cada vez “menos y
envejecidas”.
Actualmente, las monjitas laboran en colegios católicos, realizan trabajo social y ofrecen servicios a los más necesitados. Dos están en Ponce y otra en un programa de personas sin
techo.
Así que fueron muchos los estudiantes que pasaron por las manos de estas educadoras en Puerta de Tierra, Santurce, Caguas, Aguas Buenas, Fajardo y Ponce. También llegaron a la República Dominicana, donde estuvieron por 15 años.
Aquí, en la villa Notre Dame, una casa de retiro ubicada en una loma y establecida en el 1981, viven las religiosas que antes, cuando se retiraban, tenían que irse a Estados
Unidos.
Gracias a este espacio, dos monjas de Honduras y una canadiense, pero que trabajó en Perú por 30 años, han podido vivir sus últimos días en un ambiente rodeado de paz y armonía.
Sister Armand Ayala, que se retiró de la Academia Perpetuo Socorro, ahora está como administradora de la villa.
“Los gastos de esta casa son $30,000 mensuales. Entre pampers, pads de la cama, guantes, los seguros médicos, porque no puedo tenerlas en la Reforma por lo de los referidos… oxígeno, alimentación… Tenemos turnos de cuatro enfermeras”, informó al agregar que estas profesionales también lavan la ropa de las pacientes. A veces hasta cocinan, cuando la encargada no está. Además, tienen dos “handy man” y una señora que limpia el hogar.
Sister Bernandine Fontánez agrega que “actualmente estamos en una situación bastante precaria. Como la mayoría está retirada o incapacitada y los sueldos que antes habían ya no están, mantener la casa es un gasto grande, más el personal para que atienda a las
hermanas”.
Ayala ejemplificó que “en estos dos meses tuve que pagar $3,000 del seguro de la propiedad, $3,000 del seguro de los autos y $5,000, del Fondo del Seguro del Estado, que lo tengo que pagar dos veces al año”.
Cuando no logran conseguir todo el dinero, desde la casa de Brazil, a donde ahora pertenecen, le envían dinero.
La congregación no recibe dinero de ninguna agencia del gobierno ni de la Iglesia Católica.
“La iglesia no dona a ninguna orden religiosa femenina”, confesó Ayala al mencionar que fue la congregación las que le pagó el Seguro Social. Esa ayuda, que no llega a los $1,300, solo la reciben cuatro hermanas. Mientras que las extranjeras no tienen Seguro Social ni Medicare.
Otro impacto que tuvo el hogar fue la eliminación del plan de pensiones a los maestros y maestras retiradas, anunciada por la Superintendencia de Escuelas Católicas del Arzobispado de San Juan, alegando que los pagos de pensiones superaban las aportaciones.
“El año pasado, como muchos maestros de educación católica, recibimos una carta donde decía que la pensión se había terminado, que ya no íbamos a recibir nada”, dijo la religiosa al indicar que se afectaron cuatro hermanas, incluyéndola.
“Ya muchos de nuestros benefactores han fallecido o se han mudado. En estos días hice una rifa para sacar fondos”, sostuvo la administradora de la Villa que aceptó que las dos religiosas que están activas en Ponce ya tiene 62 años.
Recordó que la situación que viven las monjas en Gurabo no es sola de esa orden, ya que todas las congregaciones de vida religiosa femenina en la Isla enfrentan las mismas vicisitudes porque viven de la caridad.
“Las cosas que mayormente pueden donar son: guantes, pads para las camas, pampers que sean abiertos por la condición de las enfermas, productos de aseo personal, comida enlatada”, enumeró Ayala.
Agregó que la planta que usa la hermana en coma está fallando y le dijeron que sale en $30,000. Le faltan $10,000 para completar esa cantidad.
Las hermanas quisieran hacer un directorio de personas para, en un momento de necesidad, poder recurrir a quien le pueda donar algún servicio. También hacen un llamado a los exalumnos a cooperar, “con lo que puedan, ya sea con dinero o con cualquier servicio que puedan prestar a las
hermanas”.
Si usted es exalumno de esta institución, o es un ciudadano particular que desea cooperar, ya sea con dinero, donando su tiempo o llevando productos y alimentos, puede acceder la página en Facebook “Convento Villa Notre Dame”, entrar a la página web www.villa-notredam o llamar al (787) 747-2804.
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